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JORGE HUMBERTO BOTERO

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El legado de Calígula

Ciertas acciones del emperador Calígula, que lo fue al comienzo de la era cristiana, parecen servir de modelo a nuestro gobernante.

Jorge Humberto Botero
21 de noviembre de 2023

Desde la época de la República romana se estableció lo que, en germen, hoy llamaríamos el servicio civil. Los principales cargos del denominado cursus honorum eran los de cuestor, edil, pretor y cónsul. En su orden, se ocupaban de asuntos financieros, mantenimiento del orden público y administración de justicia. Los cónsules, por último, tenían, entre otras, una función importante: presidían el Senado.

Al emperador Calígula se le atribuye toda suerte de extravagancias, entre ellas la amenaza de designar cónsul a Incitatus, su caballo. Fue una doble afrenta: contra el patriciado romano y contra los altos servidores públicos. Finalmente perdió el cargo y, con este, la vida. Los cronistas de las centurias siguientes lo tuvieron por loco, a pesar de que no existían entonces audios y trinos escandalosos, y se ignoraban los efectos funestos que, en algunos casos, produce el consumo de café. Añado una curiosa coincidencia: Calígula despreciaba a los judíos.

Estos precedentes históricos tienen relevancia. En primer lugar, para destacar la importancia de no continuar desmantelando la poca burocracia profesional que tenemos, la que se ha ido sustituyendo, sin pudor alguno y en ciertas entidades -no en todas- por militantes sin formación y experiencia. El costo, en términos de eficacia, ha sido enorme. (Por fortuna, dicen algunos). Y en segundo, para señalar la gravedad de los daños autoinfligidos que causa la agresividad de Petro contra el Congreso, otros estamentos de la vida nacional y, desde hace poco, el Estado de Israel, su nuevo mejor enemigo. Para compensarlos puede que no le basten nuevas movilizaciones callejeras y la intensa actividad de sus agentes en el mercado negro de apoyos parlamentarios.

Realizo ahora un pequeña tarea de solidaridad con el presidente y sus funcionarios: advertirles los riesgos jurídicos que corren con su forma habitual de comportarse.

Dice la Constitución que el Estado responde patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean imputables. Luego añade que si el Estado fuere condenado a repararlos, debe procurar que esa carga se desplace a los funcionarios responsables. Por ejemplo: la falta de adjudicación del contrato para la fabricación de pasaportes, al único proponente que cumplía los requisitos, puede que se traduzca en una cuantiosa indemnización. Al ministro de Exteriores -que antes lo era de las Farc y ahora es nuestro- este caso le va a causar sinsabores.

Los particulares somos responsables por infringir la Constitución y las leyes. En el caso de los funcionarios públicos, la responsabilidad es mayor: incluye la omisión y extralimitación de funciones. Puede que no sea fácil probar que la dilatada interinidad a la que ha sido sometido el Invima sea una de las causas de la escasez de medicamentos. Pero sí, como varios expertos lo afirman, que mediante maniobras presupuestales y retención de giros los ministros correspondientes están agravando la crisis del sector salud.

El caso de la Creg es contundente: la falta de diligencia en la designación de sus integrantes es la causa determinante de que no pueda decidir por falta de cuórum. Los perjuicios que agentes del sistema eléctrico padezcan generan responsabilidad estatal. Materializada esta, se deben abrir procesos de responsabilidad fiscal contra el presidente, el único responsable del bloqueo de esa institución.

Otra piedra en el zapato del petrismo proviene del régimen constitucional de los servicios públicos, que pueden ser prestados por el Estado, comunidades organizadas o por empresarios. La salud, las pensiones, los servicios financieros, entre otros, son servicios públicos. Es posible estatizarlos mediante una ley que requiere mayorías especiales y cuya aplicación está condicionada a la indemnización previa y plena de quienes los prestan.

El Gobierno sabe que no tiene respaldo político para intentarlo. Esta debe ser la razón para que haya desplegado una estrategia de hostilidad permanente en los sectores de salud y energía, entre otros, la cual puede configurar expropiaciones indirectas. Es este un concepto amplio que abarca acciones gubernamentales destinadas a menoscabar los rendimientos legítimos o normales de los inversionistas. Cuando los afectados son foráneos, los procesos judiciales contra el Estado se tramitan en tribunales internacionales. Si hubiere condenas opera el principio ya enunciado: los funcionarios responsables… responden con su propio patrimonio.

Los debates de investidura del nuevo gobierno español aportan interesantes lecciones. Los partidos negocian con transparencia determinadas políticas, que se plasman en propuestas de ley las cuales se someten al Parlamento. Sobre esa base se comprometen los votos de las formaciones políticas. Nadie juega por fuera de la disciplina de bancada; hacerlo sería suicida.

Qué atroz contraste con nosotros. El gobierno del cambio, tal como tantas veces lo hicieron los precedentes, negocia con sigilo los votos de algunos congresistas. Algunos partidos son convidados de piedra. Justo es decir que el Centro Democrático y Cambio Radical, varias parlamentarias del Partido Verde y unos cuantos representantes liberales, con valentía y talento, no se pliegan ante los halagos.

Esa dialéctica lleva a ciertos ministros y congresistas a los fosos profundos del Código Penal en relación con los delitos de cohecho, celebración indebida de contratos y tráfico de influencias; y al amplio repertorio de faltas gravísimas que consagra el Código Disciplinario. Transitan, pues, en el filo de la navaja.

Recién se ha posesionado como viceministro un joven homosexual que se gana la vida en el cine pornográfico. Nada que objetar por estos motivos. Sin embargo, en beneficio suyo, y de tantos funcionarios novicios, habría que organizar unos cursillos para que aprendan los rudimentos del servicio público. Al presidente le convendría asistir para que no se meta en líos parecidos al de las basuras de Bogotá que tantas amarguras le causó cuando fue alcalde.

Briznas poéticas. José Emilio Pacheco expresa la nostalgia que nos circunda. “La foto queda allí. Detuvo un segundo. / Se convirtió en pasado en el mismo instante. / El oleaje del tiempo no cesa nunca. / La vejez nos distancia a cada minuto / de la imagen inmóvil donde quien fuimos / contempla fiel al muerto que seremos”.

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