
Opinión
“Estás despedida”...por tener hijos
Creo que en esto podría llevar una culpa gigante el tema de las redes.
Que Latinoamérica sea un templo de la injusticia no implica que debamos aceptar cada vez que ocurre una. Por eso, quiero escribir hoy sobre una historia que me deja algo perplejo y que implica a dos mujeres, una venezolana y una colombiana, en un país vecino.
Camila*, madre de dos hijos pequeños, se sintió muy feliz cuando la contrataron el año pasado para seguir aplicando sus conocimientos en mercadeo y manejo de proyectos; sus capacidades las conozco, porque trabajó conmigo en unos desarrollos de marca.
Andrea*, su jefa, tomó vacaciones y le pidió a Recursos Humanos que le comunicara a Camila que estaba despedida. Aquí viene lo que me llevó a escribir esta columna. Camila le escribió a su ahora exjefa, y esta le respondió vía WhatsApp así:

En pocas palabras, le dice que mejor se dedique a sus hijos y parte de sus vacaciones mientras RR. HH. se encarga de hacer el trabajo desagradable. Lo dice basado en su experiencia, pero lo particular es que Andrea no tiene hijos.
El tema cobra otra dimensión con algo de contexto. Unos días antes, Camila logró coordinar dos cirugías —una por cada hijo— para que se realizaran el mismo día. Pero fue despedida durante el proceso de recuperación, y ya venía escuchando comentarios incómodos cada vez que alguno de sus hijos se enfermaba. “¿Otra vez pidiendo permiso?”.
Parafraseando la página de la empresa, allí se promueve la igualdad de oportunidades y el trato justo a los empleados. Mientras consulto en paralelo con su casa matriz qué opinan de este caso, he exhortado a Camila a que cuente su historia, aunque el miedo a las consecuencias es alto.
Lo simbólico de este caso es que, en vez de disfrazar la justificación con abstracciones, le dice a Camila que mejor se dedique a sus hijos, en un obtuso y arcaico paternalismo (o maternalismo) que sigue la filosofía: “deja decido por ti, pero el problema es tuyo”. Esto me acuerda de Napoleón, uno de los cerdos de Animal Farm, la obra de George Orwell. Silenció a Snowball y, gracias a su régimen de miedo, terminó agujereando la moral y el bienestar de la granja.
Cuando hablo de construcción de marca en mis clases y surge el tema de la coherencia, aprovecho para invitar a mis estudiantes a buscar las incoherencias incómodas y ponerlas sobre la mesa. Mientras trabajo en el sistema alemán (donde, por ley, podemos cuidar de nuestros hijos cuando se enferman sin que eso afecte los días de incapacidad propios), veo con enorme tristeza cómo en Latinoamérica se habla mucho y se actúa poco.
Y no se trata de sacar leyes exageradas al mejor estilo del populismo antiempresa, sino de legislar bien y observar estos casos, poniéndoles el foco de la opinión pública a las organizaciones y personas que pregonan temas éticos y aplican la ley del silencio.
Creo que en ello hay una gran cuota de responsabilidad de las redes sociales. Esto me hace pensar en LinkedIn. Mucha sinceridad se castiga bajo la expectativa del “qué dirá tu empleador futuro”, a menos que la comunidad realmente reaccione y le pida explicaciones a una empresa. Ahí, la red serviría para un propósito noble.
Me pregunto si Andrea* —la jefa que habla de “experiencia propia” y no enfrenta a Camila mientras la manda a despedir— sacará lecciones de liderazgo y hablará de ética algún día en dicha red. ¿Estará ella envuelta en un nivel de exigencia propio de vacíos éticos?
P. S.: he exhortado a Camila* a contar su historia. Si ustedes creen que debe ser así, escríbanme para mostrarles sus mensajes y reacciones a su caso en www.erickbehar.com
*Nombres cambiados.