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Aurelio Suárez Montoya. Columna Semana

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Federico Gutiérrez, el lobo feroz

Comprobado que es el candidato del Equipo Duque, no es exagerado decir que “Dios los cría y ellos se juntan”. Es el combo completo, todos, además de ser yes-man del Tío Sam, en uno.

Aurelio Suárez Montoya
7 de mayo de 2022

Colombia está a las puertas de la más engañosa estrategia de marketing político, la “Operación Caperucita”. Consiste en transformar en el “de la gente” a la versión más condensada de lo que ha malgobernado al país durante 30 años, al candidato del Partido Liberal, del Partido Conservador, de la U, de Cambio Radical y del Centro Democrático. El viejo truco del lobo feroz disfrazado de abuela, como en el cuento, “para comerte mejor”.

Un Federico que no tuvo empacho en deslucir su nombre, el mismo de Hegel, Chopin, Engels, Nietzsche, List o García Lorca, por un alias de bacán de esquina de barrio o de cantante de géneros populares y hasta de torero, el todo es que suene “cercano”. El remoquete lo acompaña con el voseo, que en este caso se aproxima, por el tono y el gesto corporal, al llamado parlache, la versión vocal del bajo mundo tras la conversión en “un tipo común y corriente… como vos”.

Tal metamorfosis pretende camuflar lo que Federico Gutiérrez representa de verdad. ¿No expresa acaso en sus esencias el neoliberalismo de César Gaviria? ¿No está también mal relacionado como Samper, aunque este expresidente apoye a Petro? ¿Su ligereza conceptual no emula la futilidad y pedantería de Andrés Pastrana? ¿No ostenta autoritarismo de gamonal al peor estilo Uribe? ¿Y cuánto en él no hay de la fullería de tahúr de Santos o de la mediocridad reaccionaria de Iván Duque?

En efecto, en política económica anuncia la continuación de la estrategia de libre comercio y capital extranjero con los fallidos sonsonetes de “aprovechar oportunidades” y “confianza inversionista”, que han servido para saquear al país. En cuanto a respaldos ilegítimos, lo apoyan 45 de los 54 clanes de la corrupta politiquería criolla (A. Ávila). La carencia de profundidad en el discurso, que “no tiene intelecto suficiente para entender la sociedad colombiana”, se volvió axioma (S. Kalmanovitz) y el anuncio de la ley de fuga, por la que “los bandidos en la cárcel o en una tumba”, compite con los aciagos tiempos de la “mano firme”, cuyas barbaridades se empiezan a ventilar en la JEP. Comprobado que es el candidato del Equipo Duque, no es exagerado decir que “Dios los cría y ellos se juntan”. Es el combo completo, todos, además de ser yes-man del Tío Sam, en uno.

A esto, Federico Gutiérrez agrega una hoja de vida sin mayores méritos. Fue dos periodos seguidos concejal de Medellín, en los que algunos colegas dicen que fue “juicioso”, y alcalde entre 2016 y 2019. En ese cuatrienio el índice de progreso social (IPS), una metodología de Medellín Cómo Vamos que califica distintos aspectos de la vida ciudadana, retrocedió en el total ponderado de 65,8 a 65,7 puntos.

La capital de Antioquia echó para atrás y los aspectos que más incidieron en la “rajada” no fueron de poca monta: el acceso al conocimiento básico, la dimensión de oportunidades, la nutrición en menores, la sostenibilidad ambiental, las restricciones a la libertad de expresión en el componente de derechos humanos, el acceso a la educación superior y la seguridad, de la que se jacta de ser experto, pero en la que tuvo el peor resultado, cayó de 79,5 puntos a 71,9, casi ocho menos. Los aspectos en los que Gutiérrez fracasó en Medellín son precisamente en los que más reclama ser atendida ahora la población nacional (ver Medellín Cómo Vamos, IPS, 2016-2019).

No solo eso. La pobreza monetaria creció entre 2015 y 2019 de forma escandalosa en Medellín: del 13,69 al 26,5 por ciento y la pobreza urbana extrema aumentó de 3,4 a 5,09 y la desigualdad, según coeficiente de Gini, subió de 0,504 a 0,587 (portal de Medellín, pobreza y desigualdad). Una catástrofe social porque el desempleo también alzó del 10,6 al 12,2 por ciento (Dane, DNP, DEE).

En cuanto a las finanzas públicas en ese tiempo, el endeudamiento fue la herramienta fiscal expedita de Federico Gutiérrez: el sector central de la Alcaldía lo incrementó en un desmesurado 61 por ciento, de 1,18 billones de pesos a 1,89, y en todo el conglomerado del municipio, incluyendo EPM y el Metro, en un 25 por ciento, de 22,07 billones de pesos a 27,38 (Contraloría, Medellín, deuda pública).

Hay evidencia de que el palmarés de Federico Gutiérrez es precario e idem su dominio de los asuntos del Estado. ¿Por qué cierta élite política, social y económica se obstina en presentarlo como gran adalid cuando su único “encanto” es ser el anti-Petro? Porque el declive y desprestigio de dicha cúpula es tal que, ante la escasez de auténticas figuras de Estado como otrora, decidieron echar por el atajo de una vana estrategia publicitaria para un personaje trivial la del lobo feroz de Caperucita, una senda, “para devorarte mejor”, por la cual arriesgan a irse a un abismo profundo.

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