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Lo que se viene

La incautación de la dosis personal no provocará, como Duque espera ingenuamente, una disminución en el consumo y el microtráfico, sino una mayor microcorrupción de los policías que la apliquen.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
15 de septiembre de 2018

No va a haber oposición. Así lo anunció el nuevo presidente Iván Duque en la cumbre de gobernadores de Mompox, y lo destaca El Espectador como frase del día, y merecería serlo del año: “De nada sirve que se le haga oposición a un gobierno de cuatro años que lo que quiere es servirles a todos los colombianos”, dijo en tono de advertencia. Y añadió, por si no estaba claro: “El que haga oposición es como si estuviera oponiéndose a que se adelanten las reformas y los programas que Colombia requiere”.

O, más bien, que Duque quiere. No debe haber oposición al gobierno porque el gobierno es bueno, y el gobierno es bueno porque el presidente dice que lo es.

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Pero eso dicen todos, por muy malos que sean. Nunca se ha visto el caso de un gobierno que anuncie con franqueza lo que a continuación suele suceder: que no servirá los intereses de todos, sino los de unos cuantos, y no adelantará las reformas y los programas que el país requiere, sino los que le dé la gana. Y es justamente para eso que sirve la oposición: para criticar lo que se está haciendo mal, de mala o de buena fe; y también, de pasada, para criticar de buena o de mala fe lo que pueda estar bien objetivamente hablando (si es que la objetividad puede existir en la política) pero que a la oposición no le gustan. La existencia de la oposición es una de las más grandes conquistas de la civilización política: la que ha permitido el equilibrio, o un relativo equilibrio, y en consecuencia el desarrollo de la política en paz.

Y lo poco que hemos visto tiende a indicar que “las reformas y los programas que Colombia requiere”, según los proponen Duque y sus ministros, no son buenos, por lo cual requieren que se oponga a ellos la oposición, parlamentaria o periodística. No voy a tomar en cuenta las sugerencias del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, porque en este momento se balancea en la cuerda floja del escándalo y la moción de censura. Ni las del senador Álvaro Uribe, “presidente eterno” de Duque como es el prócer coreano Kim Il-sung de su nieto Kim Jong-un, o como es “comandante eterno” para su sucesor designado Nicolás Maduro el difunto Hugo Chávez, porque me parece que son maniobras de distracción del sinuoso expresidente para dilatar una vez más su llamada a indagatoria por la Corte Suprema, que inexplicablemente se posterga. Voy a hablar solo de la absurda iniciativa del presidente Duque sobre la incautación de la dosis personal de droga autorizada desde hace años por un fallo de la Corte Constitucional, que no provocará, como él espera ingenuamente, una disminución en el consumo y en el microtráfico, sino una mayor microcorrupción en los agentes de policía encargados de aplicarla. Y de un anuncio poco comentado, pero en mi opinión tremendamente ominoso, del ministro de Defensa, Guillermo Botero. Lo hizo el ministro hace quince días en una entrevista con Yamid Amat, y se refiere nada menos que a la resurrección de las “Convivir”: las célebres cooperativas de vigilancia y seguridad privada creadas por otro ministro de Defensa apellidado Botero, Fernando, bajo el gobierno de Ernesto Samper, que estuvieron en el origen del paramilitarismo agrario.

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Explica Botero, el de ahora, que “la seguridad es un proceso colectivo”. Y añade: “Por eso se está impulsando la red de participación ciudadana que vendrá acompañada de un programa de recompensas”.

Las Convivir tuvieron su más grande desarrollo en Antioquia, en los años en que Álvaro Uribe Vélez fue gobernador del departamento, y él fue su principal defensor después, como presidente de la república. Pero también, como lo tiene que saber Botero, tuvieron otros muchos agentes financiadores: terratenientes de Fedegán y de la SAC, industriales de la Andi, y también, inevitablemente, comerciantes grandes y pequeños miembros de Fenalco, la Federación Nacional de Comerciantes de la que Botero ha sido jefe durante los últimos quince años. Las Convivir recibieron el respaldo de los principales gremios del país. Que venga a resucitarlas ahora uno de los dirigentes de tales gremios, sin discusión pública y sin mencionar su nombre para no despertar malos recuerdos, pero sí sus funciones –la participación ciudadana, pagada con recompensas, en la lucha contra “las bandas criminales” –, provoca, por decir lo menos, cierta inquietud. Y demuestra que la oposición que el presidente Duque dice no necesitar es, por el contrario, absolutamente necesaria.

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Nota: Me atribuye Plinio Apuleyo Mendoza una frase entre comillas que yo no he escrito: “No hay que encontrar algo turbio detrás de cualquier acción justa”, cita, cuando lo que yo decía era que él, Plinio, siempre cree que hay algo turbio detrás de cualquier acción justa. En este caso, el reconocimiento de Palestina como Estado por parte del gobierno de Juan Manuel Santos (ver ‘Correcciones a un publirreportaje’, en SEMANA). También su entrevistado, el director de la Federación de Comunidades Judías de Colombia, Marcos Peckel, me achaca entre comillas cosas que no he dicho: “Autoproclamado Estado judío”, y me reprocha no mencionar el terrorismo de los palestinos contra los israelíes, cosa que sí hago (ver carta ‘Maniqueísmo internacional’ en SEMANA). Es imposible discutir con gente así. 

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