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Camilo Cuervo (Foto para columna)

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La inflación se está comiendo los salarios

Tengo fe en que el segundo semestre de 2022 nos ayude a atemperar la carrera inflacionaria, cuando ya tengamos claridad del rumbo político del país y se normalice la producción nacional de bienes básicos; sin embargo, todos, trabajadores y empleadores, debemos evitar caer en la tentación de especular con los salarios.

28 de enero de 2022

A mediados de diciembre de 2021, algunos celebraban eufóricos el que aparentaba ser el incremento salarial más alto de la historia reciente. Otros, en lugar de festejar, nos dedicábamos a advertir que ese incremento lucía muy “popular”, pero altamente peligroso por el efecto catapulta que podía generar en todos los precios de nuestra maltrecha economía.

Pues eso que muchos tildaron de imposible y “alarmista”, lo estamos viendo, no en las cifras oficiales, sino en las tiendas y en los supermercados. Ya no es un tema de “percepción”, todo está caro y las cosas tienden a seguir subiendo. Hasta hace algunos años el incremento general de precios en enero se fijaba sensatamente con el IPC, pero ahora es inevitable pensar en la variación del salario mínimo.

En asuntos laborales el tema es aún más crítico. Varios acuerdos sindicales se vieron literalmente eclipsados por el incremento del salario mínimo y lo que lucía muy bueno en años anteriores, empieza a ser entendido por los trabajadores y por las organizaciones sindicales como insignificante en las actuales circunstancias.

Paradójicamente, el incremento del gobierno Duque debería ser una razón para celebrar y generar paz laboral; sin embargo, hoy es el ‘florero de Llorente’ en muchas organizaciones empresariales, en especial, porque se asume que el problema salarial es responsabilidad exclusiva del empleador, lo cual no solo es falso, sino muy injusto, considerando los esfuerzos que hicieron los empleadores durante la pandemia para salvar empleos. Los sindicatos tienen una memoria muy corta, pero además muy conveniente.

Es muy probable que el famoso 10 %, o mejor, el salario del “millón de pesos” que tanto se ha publicitado, antes que una bendición, se convierta sarcásticamente en nuestra más dura e implacable espada de Damocles. Lo peor es que seguir subiendo los ingresos solo agravará la situación. Es un espiral diabólico, a más incremento, más presión por subir los salarios; a más salarios, más inflación.

Esa realidad es difícil de entender y la gente suele sumergirse en duras discusiones sobre lo “miserable” que puede ser el salario mínimo; lo peor es que, en las actuales circunstancias, entre más lo suban, más miserable será. Suena irónico, incluso absurdo, pero así es.

El Banco de la República, que por mandato constitucional es el llamado a controlar la inflación, sigue preocupantemente quieto. Lleva dos meses observando, desde la barrera, cómo se destruyen años de estabilidad inflacionaria, preocupado más por la reactivación que por los precios de una economía que se está recalentando desaforadamente y con una velocidad inusitada. Ojalá no sea muy tarde para que empiecen a tomar medidas de choque. Subir las tasas de interés podría ser una alternativa, pero a estas alturas podría resultar insuficiente.

Se nos está olvidando la historia. Este fenómeno lo vivimos a mediados de los 90, impulsado, en parte, por la economía ilegal del narcotráfico. En esa década, nos dedicamos a subir salarios para “cubrir” la inflación, sin darnos cuenta de que incrementar ingresos presionaba aún más los precios. Lo único que detuvo ese ciclo vicioso fue la profunda crisis económica del año 1999, que literalmente tumbó la economía y, en su efecto rebote, generó las buenas cifras de los últimos 20 años.

Yo tengo fe en que el segundo semestre de 2022 nos ayude a atemperar la carrera inflacionaria, cuando ya tengamos claridad del rumbo político del país y se normalice la producción nacional de bienes básicos; sin embargo, todos, trabajadores y empleadores, debemos evitar caer en la tentación de especular con los salarios. No actuar con prudencia solo nos traerá mayores dolores de cabeza. Por ahora insistir, una vez más, en la prudencia. Bendita prudencia.

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