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La vergüenza del mundo

Lo que han hecho los gobiernos de Israel con el pueblo palestino, desde Ben Gurion hasta Ariel Sharon, es un inmenso y continuado crimen

Antonio Caballero
25 de junio de 2001

Lo que hace el gobierno de Israel con el pueblo palestino es un crimen. Y que lo haga en representación del pueblo judío, que durante milenios ha sido reiteradamente la víctima de crímenes semejantes, no atenúa su culpa, sino que la hace más grande.

Hace 53 años los dirigentes de Israel se apropiaron de la tierra que según ellos les había prometido su Dios de las batallas hace 3.000, y de la cual hace 2.000 los expulsó el Imperio romano, y en la cual hace 100 los instaló el Imperio británico. Se apropiaron de ella a sangre y fuego, con el respaldo del Imperio norteamericano, y la vaciaron de sus habitantes: los palestinos. Millones de estos, expulsados del país donde vivieron durante 1.000 años, despojados de sus tierras y de sus casas, sobreviven desde entonces en campos de refugiados en los países vecinos de Israel. Otros tantos habitan todavía en los territorios de la Palestina ocupada por el ejército israelí, donde el expolio continúa. Les expropian sus huertos y sus campos, les destruyen sus casas con buldozer sin permitirles sacar primero su ropa o sus recuerdos, los someten a férreos controles de tránsito y de trabajo, los tratan como a siervos. Y cuando se levantan a pedradas contra la humillación y el despojo, los reprimen con bombardeos aéreos de sus aldeas con asesinatos selectivos de sus jefes, con disparos contra sus niños de tan sofisticada tecnología que las balas se fragmentan en el cuerpo del herido para hacer más difícil la operación quirúrgica. Operación que, por otra parte, les prohíben siquiera intentar: los heridos de la represión no pueden llegar a los hospitales porque el ejército israelí patrulla las calles y corta las carreteras para impedírselo.

Todo esto lo hacen los dirigentes de Israel, o eso dicen ellos, en defensa propia. Justificada, sin duda, contra los países árabes vecinos, que nunca han aceptado —aunque algunos la reconozcan— la existencia legítima del Estado de Israel, y para destruirlo han emprendido varias guerras. Pero que nada justifica contra el pueblo palestino prácticamente inerme, que sólo pretende precisamente lo mismo que obtuvieron los israelíes en su tierra usurpada, o ‘recuperada’ al cabo de dos milenios: un Estado propio, un territorio propio, una libertad y una seguridad propias.

Pero dos pueblos no caben en un mismo territorio si uno de los dos pretende dominar al otro por la fuerza. Los palestinos se sublevan como lo hacen los débiles: a piedra, o con atentados terroristas indiscriminados y suicidas. Los israelíes los aplastan como lo hacen los fuertes: con bombarderos F-16, también indiscriminados, pero no suicidas. Y en ese aplastamiento cuentan con el apoyo de los Estados Unidos (unos 8.000 millones de dólares al año en armamento, y un veto en la ONU a todas las resoluciones de condena a Israel), y con la indiferencia benévola del resto de Occidente y de casi todo el mundo. Indiferencia que ni siquiera es posible disfrazar de ignorancia, porque de todos los conflictos que en el último medio siglo han ensangrentado el planeta ninguno ha tenido más cubrimiento informativo que el que opone a palestinos e israelíes.

No son todos los ciudadanos de Israel, ni mucho menos todos los judíos del mundo, los responsables de la expulsión y la opresión y el paulatino exterminio del pueblo palestino. En su honor, hay que decir que son muchos los que denuncian los horrores, se oponen y protestan. Pero sí son culpables de eso todos los gobiernos de Israel, desde su fundación en 1948: los de la izquierda laica, los de la derecha religiosa, los de la izquierda militar y los de la derecha militar. Lo que han hecho los gobiernos de Israel con el pueblo palestino, desde Ben Gurion hasta Ariel Sharon, es un inmenso y continuado crimen.

Y lo están cometiendo, impunemente, ante el silencio del mundo. Un silencio que recuerda el de hace 70 años, cuando los nazis (no todos los alemanes: sino el gobierno, la policía y el ejército de la Alemania nazi) hacían con los judíos de Europa lo mismo que los gobiernos, la policía y el ejército de Israel hacen hoy, y han venido haciendo ininterrumpidamente desde hace medio siglo, con los palestinos de Palestina. El crimen es cosa de los gobernantes del Tercer Reich de entonces, de los gobernantes del Israel de ahora. Pero ese ensordecedor silencio fue entonces, y es ahora, la vergüenza del mundo.

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