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Las orejas del Diablo

En el Perú fue Vladimiro Montesinos, un subteniente de la policía a sueldo de la CIA. Aquí en Colombia, un abogado al servicio de la DEA: Néstor Humberto. En cada país el diablo escoge su disfraz de acuerdo con las costumbres locales

Antonio Caballero
18 de mayo de 2019

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Renuncia intempestivamente el Fiscal Néstor Humberto Martínez alegando reatos de conciencia, como si él tuviera conciencia. No puede, dice, aceptar la decisión de la JEP de rechazar la extradición del exguerrillero de las Farc Jesús Santrich, exigida por la santa DEA norteamericana: se lo impide su conciencia, dice, o a lo mejor se lo prohíbe la misma DEA. Y aunque su renuncia a la Fiscalía es bienvenida, puesto que se trata del más dañino fiscal concebible, sus motivos no lo son: pues le dan la disculpa necesaria para no inhabilitarse en la carrera por la presidencia que ya empieza.

Martínez no se va porque lo destituya la corte, ni porque él mismo se reconozca finalmente impedido por alguno de sus muchos conflictos de interés. Sino porque se ruboriza, como una virgen ofendida, al ver absuelto a un exguerrillero. Se le erizan sus escrúpulos, como si él tuviera escrúpulos. Y así sale convertido en el mejor candidato presidencial posible del Centro Democrático uribista: un hombre inteligente y malo.

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Porque no hay duda: el fiscal Martínez es el diablo, como lo indican los dos pequeños cuernos que se tapa en el cráneo con su curioso modo de peinarse. Alguien debería descalzarlo para ver si tiene pies, como las personas, o pezuñas hendidas como los machos cabríos: como el diablo.

En el Perú fue Vladimiro Montesinos: un subteniente de la policía a sueldo de la CIA. Aquí en Colombia, un abogado al servicio de la DEA: Néstor Humberto. En cada país el diablo escoge su disfraz de acuerdo con las costumbres locales.

Digo que su renuncia es bienvenida. Nunca semejante personaje, enemigo de la justicia, enredador de la verdad, corruptor de oficio, hubiera debido llegar a ser fiscal general de la nación, como dijimos muchos desde el principio: desde cuando, incomprensiblemente, el presidente Juan Manuel Santos lo ternó para el cargo después de haberlo tenido como “superministro”, también incomprensiblemente, dinamitándole desde dentro, y en contubernio apenas escondido con el expresidente Álvaro Uribe, sus esfuerzos por conseguir la paz con la guerrilla de las Farc. A continuación, y también de nuevo incomprensiblemente, Martínez se negó a renunciar al cargo de fiscal cuando se destaparon los contubernios que lo convertían en impedido frente a los casos de corrupción de la empresa constructora brasileña Odebrecht: el caso más escandaloso de corrupción de la historia de Colombia.

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En el Perú fue Vladimiro Montesinos: un subteniente de la policía a sueldo de la CIA. Aquí en Colombia, un abogado al servicio de la DEA: Néstor Humberto. En cada país el diablo escoge su disfraz de acuerdo con las costumbres locales.

Por eso es bienvenida la renuncia del fiscal. Pero en cambio me parece peligrosa su más inmediata consecuencia: que ahora es el presidente Iván Duque, es decir, su jefe, el senador Uribe, quien va a ternar al que venga. ¿Y quién puede ser a la vez tan inteligente y tan malo como Néstor Humberto Martínez?

No se me ocurre nadie. El propio Uribe, tal vez. No sé si, dado que es senador en ejercicio, pueda tener algún impedimento. Pero no creo que a él le importe.

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