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Las protestas en el país lo confirman, el desafío es pedagógico

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Alejandro Cheyne
29 de noviembre de 2019

‘Desconectados’, esta puede ser la mejor palabra para describir la relación entre los actores del país y la voz activa de los jóvenes. Es curioso cómo, aun cuando convivimos con ellos bajo un mismo techo, incluso en nuestras familias, pareciera que estuviéramos a kilómetros de distancia, en mundos totalmente diferentes.

Durante varios días de protesta, nuestros jóvenes han expresado en las calles sus sentimientos, dolores y sueños, y pareciera que nuestra sociedad no tiene la capacidad para comprenderlos.  Duele escuchar expresiones de diferentes actores de nuestra sociedad que los califican como desordenados, frágiles y vulnerables a intereses políticos. Se equivocan quienes realizan estas afirmaciones, pues los mensajes de los jóvenes son contundentes, pero imposibles de comprender para quienes se aferran a paradigmas tradicionales y olvidan que son ellos – los jóvenes – los verdaderos protagonistas y la fuerza de nuestro país. Si realmente queremos conectarnos con ellos, como educador propongo las siguientes reflexiones para facilitar su comprensión:

  1. Buscar espacios de encuentro con el reconocimiento de su identidad y cultura, sin opiniones preconcebidas que son, en muchas ocasiones, negativas. Cuesta mucho trabajo comprender el “pensamiento fuera de la caja” de los jóvenes y su capacidad para desafiar los paradigmas, sin que se vea como una amenaza para los defensores del statu quo. Debemos reconocer, indiscutiblemente, que los espacios de encuentro con los jóvenes se deben propiciar en todo momento y todo lugar, deben ser alternativos, con metodologías y formatos más cercanos a sus formas de comprensión; y es ahí donde los educadores jugamos un papel fundamental.
  2. Propiciar un diálogo real. El envío unidireccional de mensajes carece de legitimidad para los jóvenes, quienes ven en estas prácticas un populismo o imposición de ideas totalmente inaceptables. Todavía existen actores que intentan comunicarse con ellos a través de medios y mensajes estandarizados que no reconocen la diversidad de talentos y vocaciones, enriquecedora para nuestra sociedad.
  3. Responder a los desafíos de la vida cotidiana. Los discursos tradicionales, poco atractivos y sin significado, generan una desconexión inmediata con su interlocutor. Los jóvenes no quieren escuchar discursos genéricos ni aquellos que pretenden impartirles una ideología. Nos falta humildad para reconocer que, en el diálogo con los jóvenes, todos los actores aprendemos juntos. Ellos desean encontrar mensajes con una respuesta concreta a su proyecto de vida y nosotros, como academia, debemos acompañarlos promoviendo herramientas que los ayuden a dicho fin.

Mi recomendación más importante, aun cuando parezca obvia, es buscar una comunicación personalizada. Esta comunicación consiste en reconocer que cada uno de los jóvenes que ha salido a marchar, quienes han expresado su posición al quedarse en sus casas o quienes hacen parte de la fuerza pública, todas son personas con su dimensión académica, cultural, física y espiritual, y merecen respeto y acompañamiento en el descubrimiento del propio yo y del mundo que los rodea.

Dicho esto, nuestra misión como pedagogos es dotar a los estudiantes de herramientas, con el objetivo de canalizar asertivamente sus entusiasmos y demandas, aprovechando la pasión y entrega sin límite de los jóvenes y, de esta manera, construir las condiciones necesarias para el bien común en Colombia.

 

 

 

 

 

 

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