Alberto Donadio  Columna

Opinión

Manojo de recuerdos

“Petro, consumido por su fiebre mesiánica, ha sido agitador populista sin precedentes, tanto en el país como en el exterior”: Jaime Castro.

Alberto Donadio
22 de noviembre de 2025

Los periodistas y los ciudadanos en general tenemos una deuda con Jaime Castro. Es el único político que se interesó por ampliar y consolidar el acceso a los documentos públicos. Es autor de la Ley 57 de 1985 sobre publicidad de actos y documentos oficiales, aprobada cuando él fue ministro de Gobierno de la administración Betancur.

Jaime Castro, nacido hace 87 años en Moniquirá, Boyacá, acaba de publicar Manojo de recuerdos, un libro de breves viñetas sobre su vida. En la página 126 hay una pregunta que amerita el precio del ejemplar: “¿Quién hará la reforma que divorcie la política del delito?”.

Vitervina Castro fue su mamá. Ella y sus tres hijos vivían con los abuelos: “La casa era más o menos amplia, con un huerto, un corral de gallinas, algunas matas de café, unos cuantos frutales y flores, en especial orquídeas, que yo le llevaba de regalo a Clara cuando nos hicimos novios”. La magistrada Clara Forero, fallecida el año pasado, fue durante más de 60 años la esposa del exalcalde de Bogotá. A ella le dedica estos versos de Álvaro Mutis: “A la sombra del tiempo, amiga mía, / un agua mansa de acequia me devuelve / lo que guardo de ti para ayudarme / a llegar hasta el fin de cada día”. Pero regresemos a Vitervina Castro. Ella cosía faldas y blusas para las mujeres del mercado de Moniquirá en una máquina Singer de pedales y con una amiga hacía colaciones, mantecadas y panelitas de leche. Con ese magro provento envió a su hijo a Tunja a iniciar el bachillerato en el Colegio de Boyacá. Siguiendo a su hermana Hilda, que estudió secretariado y se radicó con su esposo en Bogotá, Jaime Castro llegó a la capital. Pero el esposo de Hilda fue trasladado a Manizales y Jaime Castro se quedó sin vivienda, aunque tenía cupo para terminar el bachillerato en el Colegio de San Bartolomé. Durmió varias noches en cafés de la carrera Séptima. Desde las 5 de la mañana, hora en que abrían el colegio para el aseo, dormía sobre el pupitre. Un compañero, Carlos Cañón, lo descubrió y le ofreció su casa. Con dos mudas de ropa, el uniforme y unos cuantos libros, Jaime Castro se mudó a la casa de la familia Cañón, donde vivió ocho años. “Me convertí en el segundo hijo de Lía de Cañón y ella fue para mí como una segunda madre. A mí, que no disfruté de la presencia de un padre, me sonrió la fortuna y me brindó dos madres”. Con una beca, Jaime Castro se graduó de abogado en el Colegio del Rosario. Con otra beca del Gobierno francés por seis meses entró en París a la Escuela Nacional de Administración. Le fue renovada en tres ocasiones, por eso sus compañeros lo llamaban Rebeca Castro, por las re-becas.

Jaime Castro fue ministro o secretario jurídico de cuatro presidentes: Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen y Belisario Betancur. Conoce a todas las figuras políticas desde el Frente Nacional. El departamento de historia de alguna universidad debería grabar sus memorias orales, porque él puede hacer un retrato agudo de todos los parlamentarios, ministros y figuras nacionales de su época. Hace 30 años, Gustavo Petro encabezó el movimiento de revocatoria de Jaime Castro, alcalde de Bogotá. Petro adujo estas razones, que hoy se leen con rabia y con burla: “Su fracaso en la alcaldía demuestra que no tiene calidades de ejecutivo ni de administrador”. En el libro, Jaime Castro llama a Petro “populista autoritario” y anota sobre la alcaldía del hoy presidente: “Gustavo Petro probó que no era gerente ni administrador, calidades que no le interesaba acreditar ni mejorar, porque la alcaldía fue apenas el trampolín de su aspiración presidencial”. Agrega Castro: “Petro, consumido por su fiebre mesiánica, ha sido agitador populista sin precedentes, tanto en el país como en el exterior. Prometió un cambio profundo, pero no ha logrado hacer realidad su sueño de las reformas que anunció con bombo y platillo, en buena medida por la inestabilidad interna de él y sus ministros, por su incapacidad y la de sus copartidarios, de sumar en vez de restar”.

No aparece en el libro, pero conozco esta anécdota de Jaime Castro y Petro. Recién posesionado Petro como alcalde, envió dos emisarios para que le ofrecieran a Jaime Castro el cargo de asesor de la alcaldía en el ramo que él escogiera y con los honorarios que él fijara. El exalcalde no se pronunció. Petro lo llamó por teléfono para reiterar el ofrecimiento. Jaime Castro le contestó, palabras más, palabras menos: “Alcalde, le voy a responder con un lenguaje que a usted no le gusta, el de la fiesta brava. En las corridas de toros, el torero entra con su cuadrilla. En las alcaldías, el alcalde entra con su cuadrilla”.

Noticias Destacadas