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¿Será que no pudimos?

A nadie en Colombia le conviene que este proceso de paz fracase, ni siquiera al uribismo que ya se ve ganador. Por eso, molesta que algunos de ellos se froten las manos y hasta se emocionen con el derrumbe del proceso.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
14 de abril de 2018

¿Nos quedó grande la paz a los colombianos y se nos está de nuevo escapando de entre las manos? Esa pregunta me la vengo haciendo desde que he visto la falta de grandeza que han tenido casi todos los estamentos del país en este momento crucial.

La clase política se opuso a casi todas las reformas que se derivaron del acuerdo de paz –que en su mayoría no tenían nada que ver con las Farc– porque afectaban sus privilegios: no hubo reforma electoral, ni reforma política, ni reforma de justicia, ni reforma agraria integral. La defensa del estatus unió a tirios y troyanos, mientras que por debajo de cuerda se beneficiaban del cartel de la toga y de la hemofilia.

El gobierno Santos que tanto esfuerzo hizo por sacar adelante un acuerdo de paz se está rajando en su implementación. En mala hora el presidente le entregó esta difícil tarea al Partido Liberal de César Gaviria, y este sin ningún reato moral terminó convirtiendo el posconflicto en su botín electoral, en contra de las víctimas y de los colombianos que viven en esas regiones olvidadas. A dos años de firmado el acuerdo, el Estado no ha podido comprar las tierras para los proyectos productivos en las zonas donde están asentados los excombatientes de las Farc; los famosos PDTS están demorados y, por cuenta de esos retrasos, se corre el riesgo de que en junio –la fecha en que los subsidios acordados para cada excombatiente terminen– muchos de ellos queden en la física calle.

¿Cuál es el mensaje que la dirigencia política le va a dar a estos excombatientes? ¿Les van a abrir las puertas o les van a decir que como el No ganó, ellos no tienen derecho a reincorporarse porque ni siquiera son colombianos? Si gana Iván Duque, ¿qué va a pasar con estos excombatientes que esperan que el Estado les dé la oportunidad de ser productivos? ¿Los van a reincorporar socialmente o a convertir en informantes?

Las Farc también tienen su cuota de responsabilidad así hayan cumplido con su desarme. Han hecho una política dirigida a las bases de sus excombatientes y poco les ha interesado interlocutar con la sociedad. Y, desde luego, la captura de Santrich, acusado por intentar armar una operación para enviar 10 toneladas de cocaína a Estados Unidos, es un duro golpe al proceso porque demuestra que hay una fracción de las Farc que podría estar incumpliendo los acuerdos.

Aunque Timochenko ha enviado un mensaje a las bases llamando a la calma para impedir la desbandada en las zonas, es evidente que los excombatientes se están saliendo de esos lugares. Y esa es una noticia que todos los colombianos deberíamos lamentar. A nadie en Colombia le conviene que este proceso de paz fracase, ni siquiera al uribismo que ya se ve ganador. Por eso, molesta que algunos de ellos se froten las manos y hasta se emocionen con el derrumbe del proceso. Que la sociedad no haya sido capaz de entender este momento no deja bien parados ni a la clase dirigente, ni a los medios, ni al gobierno, ni a la oposición,y desde luego tampoco a las Farc. Así de simple.

Por eso, vuelvo a mi pregunta: ¿será que nos quedó grande la paz y no pudimos superar tantos años de guerras y de confrontación? ¿Será que nos pudo más la indiferencia por la vida y la mezquindad que el anhelo de miles de colombianos?