OPINIÓN

¿Para qué sirve el Consejo Nacional Electoral?

Las democracias fuertes lo son, cuando el aparato electoral merece y brinda credibilidad absoluta. En Colombia hoy es muy cuestionado el sistema electoral porque los ciudadanos no advierten del CNE acción alguna que brinde credibilidad de los candidatos a escoger.

Marco Tulio Gutiérrez Morad, Marco Tulio Gutiérrez Morad
5 de agosto de 2019

Recuperar la credibilidad en el aparato electoral es una necesidad de absoluto apremio en cuanto que la crisis institucional se gesta en el mismo instante en que el desprestigio de nuestras autoridades electorales se torna en sinónimo de dominante desconfianza de todo nuestro sistema democrático. La noticia de hoy sobre un movimiento político con tres meses de vida otorgando tres mil avales de candidatos no puede pasar inadvertido.

El origen político de los miembros o magistrados del Consejo Nacional Electoral sin duda es el primer factor que ataca la certeza de la neutralidad del órgano de control electoral. Antes de 2009, sus miembros eran elegidos por el Consejo de Estado en sala plena y hoy se eligen en el seno del Congreso de la Republica de listas elaboradas por los partidos con asiento en el mismo Congreso, de ahí resulta imperativo realizar la siguiente reflexión; ¿Cómo actuará de manera independiente el consejero que es nominado y elegido por su propio partido político? Pero así mismo, la naturaleza propia de una elección en sede del legislativo no solo se materializa en esta presunta inhabilidad o incompatibilidad, sino que ha de ser ponderada con la realidad de este tipo de proceso de elección en el que las respectivas campañas están matizadas con lobby, almuerzos, “detallitos”, cocteles y en fin.  

Toda suerte de ejercicio de cabildeo que se configura como un claro impedimento para que un consejero electoral cumpla sus funciones constitucionales que básicamente lo obligan a ejercer la suprema inspección y vigilancia de la organización electoral; conocer y decidir definitivamente los recursos que se interpongan contra las decisiones de sus delegados sobre escrutinios generales; servir de cuerpo consultivo del Gobierno en materias de su competencia.

En este entender en Colombia terminamos transformando en un certamen político la elección de los magistrados que tiene como fin velar por la transparencia misma de la politica, es absurdo pensar que el Consejo de Estado, organismo encargado de la Justicia Contenciosa Administrativa y ente rector consultivo del Estado, no sea el organismo que a través de su sección quinta se encargue del análisis, evaluación y nombramiento de los concejeros electorales.

Es necesario consolidar una idea básica, los miembros del Consejo Nacional Electoral tiene rango constitucional de magistrados, situación que no es fortuita, sino que obedece precisamente al rigor jurídico de las funciones legales y jurisdiccionales que son de su resorte, por ello estos cargos no pueden provenir de una vertiginosa y contra reloj carrera de cabildeo; nuestra seriedad institucional se ve gravemente lacerada en la medida que tornamos en rey de burlas la concepción inicial de nuestros constituyentes, quienes idearon este cuerpo electoral como un órgano autónomo capaz de mitigar las perennes vicisitudes que han gobernado el sistema electoral colombiano desde el mismo inicio de nuestra vida republicana.

Ahora bien, es ridículo que al interior del sistema electoral colombiano, la Fiscalía General de la Nación  no cuente con un eficaz aparato de investigación de las conductas electorales que impute de manera dinámica y logre sin mayor dilación llevar ante un juez la conducta contra el suceso electoral; es inverosímil que las denuncias reiteradas de alteraciones de formularios E14, no trasciendan de sanciones sociales dentro de las mismas redes y sistemas de medios de comunicación. 

Si queremos devolver la fe en las instituciones, lo primero que tenemos que realizar es otorgarle al ciudadano creer en la claridad de sus ejercicios electorales.

Los asuntos electorales son temática que imprime la fe en las instituciones, un sistema electoral sin credibilidad del ciudadano no permite que la ley realice su alcance con la garantía absoluta que él, que redacta la norma, es él escogido en un proceso garante de ser el que permite escoger los mejores o por lo menos el que brinde claridad y credibilidad.

Las democracias fuertes lo son, cuando el aparato electoral merece y brinda credibilidad absoluta. En Colombia hoy es muy cuestionado el sistema electoral porque los ciudadanos no advierten del Consejo Nacional Electoral acción alguna que brinde credibilidad de los candidatos a escoger.

Con absoluto pesar, hoy me planteo la pregunta ¿para qué sirve el Consejo Nacional Electoral? Pues desafortunadamente, hoy en día en mi condición de exmagistrado de dicha entidad, no comprendo en qué quedó su dinámica.

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