Luis Carlos Vélez Columna Semana

Opinión

Petro en campaña

Petro en campaña no es un presidente que gobierna, sino un agitador que juega con fuego.

Luis Carlos Vélez
4 de octubre de 2025

La violencia volvió a las calles de las principales ciudades de Colombia. No es casualidad. Tampoco es un episodio aislado. Cada piedra lanzada, cada bus afectado, cada grafiti y cada ciudadano aterrorizado forman parte de un libreto ya conocido: el de la extrema izquierda colombiana. Un guion que vimos en 2021 con la irrupción de la primera línea y que hoy regresa con más fuerza, legitimado desde el propio poder. Me explico.

Lo que ocurrió en aquel entonces fue una demostración de cómo un grupo organizado podía paralizar al país bajo la excusa de la protesta. El resultado fue destrucción, pérdida de empleos, quiebras empresariales y una profunda herida social. Hoy, cuatro años después, la historia parece repetirse. Los mismos símbolos, las mismas estrategias, las mismas consignas. Pero hay una diferencia sustancial: en 2021, Petro era candidato; en 2025, Petro es presidente. Muy grave. Esa condición cambia todo. Cuando la violencia en las calles coincide con un discurso presidencial que victimiza a los responsables y demoniza a las instituciones, lo que tenemos no es protesta social, sino una campaña electoral camuflada. Petro ya mostró sus cartas: sacar nuevamente a la primera línea como fuerza de choque, rivalizar contra Estados Unidos para capitalizar el nacionalismo más ramplón y estigmatizar a los empresarios como si fueran enemigos del pueblo. Populismo puro y duro. El problema es que este populismo no se queda en la tarima de un mitin ni en los likes de Twitter. Hoy tiene consecuencias reales y devastadoras porque se ejerce desde el poder. No es lo mismo agitar desde la oposición que gobernar. Cada palabra de Petro se convierte en política pública; cada señalamiento, en un incentivo perverso; cada omisión, en una licencia para la violencia.

Poco o nada le ha valido al presidente que esta campaña ya tiene un muerto encima. No ha podido entender que la narrativa violenta se llevó por delante a Miguel Uribe Turbay. Esto ya está manchado con sangre. Debería ser lección aprendida. El caso más reciente lo confirma. Mientras los ciudadanos esperan soluciones frente a la inseguridad, el desempleo o el deterioro económico, la respuesta del presidente ha sido la confrontación. Frente a Estados Unidos, se dedica a romper puentes en lugar de fortalecer la relación estratégica que históricamente ha sido esencial para Colombia. Frente al sector privado, ataca y estigmatiza a quienes generan empleo e inversión, ahuyentando la confianza y sembrando incertidumbre. Y frente a las calles, guarda un silencio cómplice cuando grupos violentos toman el control del espacio público. El cálculo es evidente: Petro y su círculo saben que la narrativa del caos les sirve políticamente. La violencia en las calles le permite victimizarse, mostrarse como el único capaz de canalizar la rabia social y radicalizar a sus seguidores. Es la estrategia clásica de todo populismo: cuanto peor, mejor. Pero lo que para la estrategia de campaña es útil, para el ciudadano de a pie es una tragedia.

La diferencia con la campaña de 2018 y de 2022 es que ahora la izquierda radical cuenta con un respaldo mucho más amplio del establecimiento. Gremios, políticos y sectores que antes se mostraban cautelosos hoy guardan silencio o, peor aún, justifican los excesos. Y al tener la chequera del Estado, el control institucional y la capacidad de premiar lealtades, la campaña de Petro tiene más músculo que nunca. Eso la hace más peligrosa. El precio de este juego político lo pagan los colombianos. Lo pagan quienes no pueden llegar a su trabajo porque el transporte fue bloqueado. Lo pagan los pequeños comerciantes, cuyas vitrinas terminan destruidas. Lo pagan los jóvenes que ven frustradas sus oportunidades por una economía debilitada. Y lo paga un país entero que, en lugar de avanzar hacia consensos, se hunde en la polarización y la violencia. Colombia ya vivió el trauma de 2021 y aún no se recupera de sus efectos.

Repetir ese libreto en 2025, con el agravante de que ahora es el propio Gobierno el que lo respalda, no es solo irresponsable: es criminal. Petro en campaña no es un presidente que gobierna, sino un agitador que juega con fuego. Y en política, como en la vida, quien juega con fuego termina incendiando la casa de todos.

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