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Predial voraz e insensible

¡Cuál equidad y rigor en los cobros! El mismo cuento año tras año: es para corregir el rezago en los avalúos catastrales. Y si no está de acuerdo, mire a ver…

Germán Uribe, Germán Uribe
20 de marzo de 2015

Definitivamente en Colombia estamos forzados a aguantar lo que sea. Es poco, muy poco lo que se nos ofrece para llevar una vida placentera, llena de oportunidades, fácil y feliz. Casi todo anda patas arriba. Locas y loquitos tuiteros proponiendo esto y aquello, insultando y desvariando, y la mayoría de los medios sirviendo de altavoces a las más estrambóticas y en veces incendiarias ideas. Y si alguien piensa que me estoy refiriendo a fulano y a mengana, no se imagina a cuántos zutanos y perencejos también.  

Porque saliéndonos del molde meramente político, veamos: aquí parece que la práctica común de las instituciones y la burocracia no es otra que la de ingeniar para ingenuos, innovar para idiotas. Cada vez que se le asigna la tarea de inventar algo que facilite la vida a los contribuyentes, algún genial yupi de la DIAN, por ejemplo, este tecnólogo “revolucionario” y futurista, quizás embebido en la marca y el diseño de sus corbatas, lo que hace es dejarse venir con alguna fórmula engorrosa y compleja con la que embauca a sus superiores y de paso envaina a los miles de ciudadanos obligados a tributar.

Y en cuanto a la dificultad para entender el monto de lo que se nos cobra por el impuesto predial, ni hablar. Extravagante y confuso. Vaya uno a que le expliquen, digamos, por qué tanto y por tan poca cosa como es mi casa, y entonces se despachan y lo despachan con porcentajes, estadísticas, estratificaciones y “mágicas” operaciones matemáticas entremezcladas habilidosamente por las inteligencias superiores del Catastro, el Concejo y la Secretaría de Hacienda de Bogotá. Quedamos aturdidos sin saber qué hacer, si reír, llorar… o pagar, y también entremezclándolo todo, risas, llanto y billete.   

Y eso mismo ocurre con el resto de los organismos recaudadores del país. No cobran con argumentación convincente, obligan con precisión imprudente. No simplifican, complican. Y si usted pregunta o protesta y deja vencer los plazos, ¡chupe!

Lo del predial, al menos en el caso de Bogotá, aunque sin desconocer lo que sabemos que está ocurriendo en el resto del país, ya está pasando de castaño oscuro, es decir, de propietarios a desplazados y de angustia a tragedia.   

La verdad es que pueden alegar lo que les venga en gana aquellos señores que establecieron o que defienden los sucesivos incrementos en el impuesto predial, pero para cualquier ciudadano del común, constatar que mientras el salario mínimo “sufre” un aumento del 4,6 %, en Bogotá, el impuesto predial para este año alcanza unos aumentos que oscilan entre en 20 %, si le va bien -y muy bien-, y el 100 % o más si continúa siendo el mismo marrano de marras. ¿Cuántos propietarios de los cerca de 2.400.000 predios que hay en Bogotá están hoy por hoy en capacidad de meterse la mano al dril y pagar estos excesos sin alterar su economía familiar? ¿Cuántos contribuyentes, simplemente, sin tener con qué, tendrían que vender su inmueble o refugiarse en ruegos y súplicas al Señor de los Milagros o al Divino Niño para que les de alguna esperanza de sobreponerse y salir airoso de este abuso?  

Como bien señalaba alguien, si algo está uniendo por estos días a los ricos con los pobres es la irritación y el enojo frente a los temerarios incrementos del predial. Y a ninguno de ellos, ni a los potentados, ni a los insolventes, lo podrá convencer el sartal de leguleyadas invocadas en nombre de la justicia, la igualdad y la prosperidad para todos.   

¡Cuál equidad en los cobros! ¿De qué hablan cuando hablan de la valorización de los predios si son ellos mismos los que a través del Catastro la están determinando el valor de su casa? Y el mismo cuento año tras año: es para corregir el rezago en los avalúos catastrales. “El impuesto es justo y Bogotá tiene una da las tablas tarifarias más bajas del país”, repite sin ruborizarse el burócrata de turno. Ayer le correspondía la elocuente, terminante e inapelable exclamación al vocero del establecimiento; hoy lo dice sin pestañear el representante de la desteñida izquierda de la Bogotá Humana. Y todos sabemos que para ambos, desde allá lejos, desde sus relucientes escritorios, lo que importa no es el aspecto humano del ciudadano y su familia, es la meta: “Para este año nos proponemos recaudar por este impuesto $1,4 billones de pesos”.

Es decir, aquí no queda de otra: paga o paga, ¡usted verá!  

guribe3@gmail.com

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