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Procuraduría, drogas y hombre de paja

El libro publicado por la Procuraduría, sobre el debate alrededor de la política de drogas, pretende oponerse a la despenalización refutando argumentos que nadie ha defendido.

Semana
25 de mayo de 2012

El mes pasado la Procuraduría publicó el libro 7 mitos de la legalización de las drogas, en el que pretende demostrar, con base en “hallazgos científicos y estadísticas”, que siete de los argumentos más comunes a favor de la despenalización de las drogas no son más que relatos fantasiosos. Sin embargo, en su intento por lograrlo, incurre en argumentos engañosos.

Por el título, y sabiendo que al Procurador Ordóñez no le gustan ni poquito las ideas de la despenalización y la legalización de las drogas, no extraña que cada frase del libro esté dedicada a rechazarlas. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, lo que no es útil al debate, es que para refutar la idea de que deben estudiarse alternativas a la política actual contra las drogas se caricaturicen las alternativas en debate.

Para ponerlo en otros términos, el autor del libro incurre en la falacia del hombre del paja. Esto es que, en vez de tomarse en serio los argumentos de los “defensores de la legalización”, la Procuraduría crea una caricatura de los argumentos a favor de la despenalización de las drogas para luego poder destrozarlos con facilidad. Quienes incurren en esta falacia, por supuesto, no responden realmente a las objeciones de sus opositores, sino únicamente al argumento creado por ellos mismos. Con ello no solo no aportan al debate, sino que crean una cortina de humo que no hace más que confundir a los demás.

Así, los 7 mitos de los que habla el libro, y que en la portada son representados con el dragón de siete cabezas del apocalipsis, no corresponden a las ideas más serias y vigentes presentadas por académicos y activistas, colombianos y extranjeros. Me explico:

Para preparar la falacia a la que me refiero, el autor afirma que no tiene sentido diferenciar entre “despenalización” y “legalización” de las drogas, pues la Junta Internacional de Legalización de Estupefacientes –JIFE- (el organismo internacional que vigila la aplicación de los tratados de fiscalización internacional de drogas), “hace ya 20 años (…) no hacía distinción entre despenalizar y/o legalizar las drogas”.

El argumento es muy débil, pues es justamente por la evolución del debate sobre drogas que hoy se considera que despenalización y legalización no son lo mismo. La primera supone únicamente dejar de considerar delito lo que antes lo era, lo cual no elimina la posibilidad de que se regule por medios no penales las condiciones bajo las cuales la ley permite realizar la acción antes prohibida. La segunda, en cambio, implica darles una libertad ilimitada a los ciudadanos para realizar dicha conducta.

Por eso, cuando el libro critica las ideas de académicos y políticos serios como Alejandro Gaviria y Daniel Mejía (Decano y profesor de economía de Los Andes, respectivamente), el expresidente César Gaviria, y de varios de los miembros de Dejusticia que hemos participado de distintas formas en el debate, metiéndonos a todos en la canasta de “defensores” o “promotores de la legalización”, incurre en una confusión enorme, pues ninguno de los que menciona ha planteado la insensatez de liberalizar las drogas hasta el punto de permitir que cualquiera pueda comprarlas en cualquier esquina.

Todo lo contrario, el mérito de estas personas está en reconocer que la despenalización de las drogas debe acompañarse necesariamente de fuertes medidas regulatorias, que tengan en cuenta tanto el enfoque de salud como el de seguridad pública. Por el primero, habría que pensar en cuáles podrían ser las medidas de prevención y tratamiento de adicciones más efectivas y respetuosas de los derechos humanos. Por el segundo, estudiar de qué manera se presenta la relación drogas/criminalidad, y cuál podría ser la fórmula más efectiva y menos dañina de romper ese vínculo.

El libro está lleno de tergiversaciones como la explicada. Agrego dos ejemplos más. Según el autor, los defensores de la legalización no mencionan “el daño que hacen las drogas ilícitas por sí mismas, además del causado por su tráfico”. Basta mirar las columnas de opinión de cualquiera de los “defensores de la legalización”, para notar que la afirmación es falsa. Igualmente, el que haya un número mayor de hombres que mujeres en las cárceles por delitos de drogas, prueba para la Procuraduría que es una “ligereza” de los defensores afirmar que ha habido una “feminización” de tales delitos. Ello, sin embargo, omite que un porcentaje cada vez mayor de las mujeres encarceladas lo está por delitos de drogas, lo cual no ocurre tan marcadamente en el caso de los hombres.

Le pregunto entonces a la Procuraduría, ¿en vez de estar lanzando puños al aire, por qué no se le mide a darle el debate a sus verdaderos contradictores y no a la caricatura que de ellos ha creado?
* Investigadora del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad - Dejusticia


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