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Sí al aborto sin restricciones

La despenalización es un imperativo ético porque reconoce que la mujer es un sujeto de derechos.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
22 de febrero de 2020

En un país donde la vida no vale, resulta todo un desafío ético hablar sobre la despenalización del aborto. El premio al cinismo se lo llevan los antiabortistas que se autodenominan "provida". Por un lado, se rasgan las vestiduras cuando se abre el debate de la despenalización del aborto; pero por el otro, recurren a la amenaza y a los actos vandálicos contra instituciones como Profamilia. Así defienden la vida: amenazando y estigmatizando a las mujeres que abortan, y hostigando a las instituciones que cumplen con su deber. Recurrir a la violencia para defender la vida, esa es su errada premisa.

Esta comedia de la doble moral también tiene como protagonista principal al expresidente Álvaro Uribe. Su pantomima es monumental: resulta que Uribe, el mismo que habla con una facilidad pasmosa de “buenos muertos”, que todavía justifica los falsos positivos sin pestañear –esa práctica macabra que se hizo bajo su mandato en varios batallones y que acabó con la vida de cerca de 4.500 jóvenes colombianos– ahora se opone a la despenalización del aborto porque dizque privilegia la vida. ¿Se puede ser un provida cuando en su discurso se justifica la muerte de colombianos? ¿Qué tiene eso de ético?

Esa doble moral la exhibió en todo su esplendor la semana pasada cuando salió a proponer un referendo para preguntarle al pueblo colombiano –a sabiendas de que en su mayoría es católico– si el aborto debería despenalizarse. 

Es evidente que el referendo de Uribe es una propuesta descabellada que, probablemente, se puede caer en la Corte, ya que la Constitución no permite hacer referendos que puedan restringir los derechos y las libertades de las minorías. Por eso creo que su propuesta es más una amenaza a la Corte Constitucional, la misma que él quiere acabar, para que los magistrados sepan a qué atenerse si acogen la ponencia del magistrado Alejando Linares, quien planteó la posibilidad de que las mujeres puedan abortar en las primeras 16 semanas de embarazo sin ninguna restricción, lo que implicaría despenalizar el aborto en Colombia.

Esa amenaza ya se siente en la Corte, donde todavía está muy peleado el tema: los magistrados José Fernando Reyes, Alberto Rojas y el ponente que es Alejandro Linares están a favor de la despenalización del aborto. Con ese bloque siempre votaba el magistrado Antonio José Lizarazo, un hombre que parecía de mente abierta y liberal, pero que al parecer en estos temas no lo es tanto. En esta oportunidad no está de ese lado de la mesa. Los que se oponen a la despenalización del aborto son los tres magistrados más conservadores: Luis Guillermo Guerrero, Carlos Bernal y Cristina Pardo, los dos últimos postulados paradójicamente por el "castrochavista" Juan Manuel Santos. Me cuentan que la decisión final parece estar en manos de dos magistradas mujeres, Diana Fajardo y Gloria Ortiz, quienes siguen indecisas.

Curioso, por decir lo menos, que sean precisamente las mujeres las que estén con más dudas cuando deberían ser las que debían estar picando en punta. Si yo estuviera en sus zapatos no dudaría: despenalizar el aborto, como lo dice la ponencia de Linares, le da a la mujer la posibilidad de decidir qué quiere hacer con su cuerpo en plena libertad. No se trata de convertir el aborto en un método de natalidad, como suponen los que se oponen, ni de incentivarlo, como también sostiene el dogma de los "provida". A ninguna mujer le gusta abortar, que quede claro. Se trata de despenalizar el aborto para proteger los derechos de la mujer y para evitar que se sigan muriendo más mujeres en las clínicas clandestinas. Según las cifras, cerca de 70 mujeres mueren al año por esa causa.   

Yo estoy a favor de la despenalización del aborto y creo que el país está listo para dar ese salto. Y coincido con Linares cuando en su ponencia dice que la penalización no ha servido sino para estigmatizar y discriminar más a la mujer, sobre todo a la de bajos recursos. Por eso creo que la despenalización es un imperativo ético porque reconoce que la mujer es un sujeto de derechos y que como tal debe tener la posibilidad de decidir sobre lo que hace con su mente y con su cuerpo.

No hay nada más aberrante que la arrogancia de quienes hablan en nombre de la “moral y de las buenas costumbres” sin contar con la estatura ética para hacerlo. Y en este tema, la doble moral campea como una gran vergüenza.

Yo respeto a los colombianos que piensan que la despenalización del aborto va en contravía de sus creencias religiosas. Pero no respeto a los que se presentan como los defensores de la moral y de las buenas costumbres, mientras que en la penumbra justifican la muerte de colombianos.

No se dan cuenta de que el país no es bobo y que sus contradicciones y manipulaciones se reflejan en la pobreza de sus argumentos. Para los que quieren penalizar el aborto, la mujer no es un ser sujeto de derechos, sino una costilla del hombre que tiene por objeto procrear; es casi una cosa que no tiene identidad ni independencia. 

En estos tiempos, todos esos preceptos resultan indignos para la mayoría de las mujeres. Incluidas las dos magistradas de la Corte que todavía dudan. 

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