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Nicolás López Martínez

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Si no fue la minga, ¿entonces quién?

La incursión violenta de una turba al edifico de Semana representa el peligroso ambiente al que los medios de comunicación se están enfrentando en Colombia. La dirección del discurso de cierto sector político y social está dirigiéndose alarmantemente contra la prensa. ¿Vendrán más señalamientos y amenazas a su libertad?

4 de octubre de 2023

Quisiera pensar que el ataque a la Revista Semana no viene construyéndose con una intención premeditada. Quisiera pensar que en Colombia se está respetando el papel de la prensa como encargados del control al poder político. Quisiera pensar que a los medios no se les está tildando de “aberrantes” por investigar la polémica campaña de los que hoy gobiernan. Lastimosamente, esos quereres son demolidos por un discurso incendiario y violento que se origina en el Gobierno y en las mismas ciegas y extremas filas que lo apoyan.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver la minga indígena con todo esto? Después de estar presente en la Plaza de Bolívar para manifestarse a favor de las reformas del Gobierno, un grupo pequeño, seguramente impulsado por tantos señalamientos llenos de odio que se han destilado contra la Revista Semana, entró violentamente a sus instalaciones exigiendo la presencia de su directora a manera de un juicio pretencioso y fuera de lugar.

“Abajo la desinformación de Semana”, gritaba el grupo de indígenas. Bajo un contexto en el que las narrativas del gobierno se enfrentan a las denuncias de los medios, pareciera que estas arengas aludieran a que las investigaciones que realizan estos mismos fueran falsas y tendenciosas.

De todas formas, Semana no ha sido el único medio de comunicación tildado de ser enemigo de un “proyecto progresista”. Noticias Caracol, después de publicar una investigación sobre la esposa de un narco que presuntamente financió la campaña del Pacto en Casanare, fue víctima de rectificaciones que no concordaban con el informe y reo de señalamientos absurdos como, en palabras del presidente Petro, que “se está conspirando contra el Gobierno”.

La rápida escalada contra la prensa es una preocupación que enciende las alarmas de la democracia en Colombia. Dentro del listado de los medios descalificados también entran Caracol Radio, La FM, Noticias RCN, la Silla Vacía, y todo por avivar una narrativa que victimiza al Gobierno de la manera más absurda.

En medio de esta guerra de narrativas, la principal víctima es la verdad. Una verdad que ha sido descubierta paulatinamente por los medios y bruscamente obstaculizada por una izquierda radical. En materia de libertad de prensa, pareciera que estuvieran siguiendo los pasos de grandes lideres autoritarios latinoamericanos que silenciaron las investigaciones en su contra y organizaron grupos rebeldes o “revolucionarios”, según su vocabulario, que se encargaban de hacer el trabajo sucio de dichos señalamientos. Quisiera pensar que no estamos ad portas de esas prácticas, sean directa o indirectamente animadas.

Un líder de la minga indígena respondió que el actuar de esos integrantes no representa ni la palabra ni el actuar de su grupo. No obstante, si no fue la minga, ¿entonces quién? La narrativa. Una narrativa construida por sus beneficiados para protegerse de la verdad que los medios han descubierto de ellos. Los integrantes de este movimiento fácilmente podrían estar siendo utilizados por los fabricantes de la narrativa contra la prensa.

No hay necesidad de nombrar a quienes son denunciados por los medios o quienes son los autores de dichos discursos. La ciudadanía, con estos actos, se dará cuenta, sino lo ha hecho ya, de la amenaza tan grande que representan. Hoy fue Semana, mañana puede ser cualquiera. Es urgente una minuciosa vigilancia de los entes de control nacionales e internacionales sobre estas intimidantes prácticas.

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