Julio Londoño Paredes

OPINIÓN

Soberanía, colonización y migraciones

La preservación del medioambiente está cambiando tradicionales conceptos sobre la soberanía nacional.

15 de octubre de 2021

Durante muchos años se consideró que la colonización era sinónimo de soberanía. Ahora, con la vocación sobre la conservación de los recursos naturales y la preservación del medioambiente, la situación ha cambiado dramáticamente.

Cuando el presidente del Perú, Fernando Belaunde Terry, fue derrocado en octubre de 1968 por un golpe militar liderado por el general Velasco Alvarado, se decía en ese país que al derrocamiento había contribuido la obsesión del mandatario por la carretera marginal de la selva. Precisamente, cuando la colonización en la Amazonia era emblema de pujanza y la “tumbada de selva”, símbolo de soberanía y progreso. Colombia no fue ajena a ese criterio.

Las actividades de los colonos eran coadyuvadas por comunidades religiosas que cubrían a las indias de sus “vergüenzas” y las incorporaban en internados en los cuales, después de bautizadas, debían asistir a misa dos veces al día y confesarse semanalmente, con el lascivo misionero que se encontraba en el lugar.

En los años setenta, el gobierno militar del Brasil emprendió la desastrosa carretera transamazónica de cerca de 5.000 kilómetros, para unir su costa Atlántica con la frontera con el Perú. El objetivo era no solo dar un paso más en su propósito geopolítico de salir al Pacífico, sino el de promover la presencia de colonos para “ejercer soberanía”, como los “bandeirantes” portugueses.

El síndrome de la colonización para “ejercer soberanía” fue seguido en el Perú por sucesores de Belaunde. Incluso se construyó la carretera interoceánica de 2.600 kilómetros, desde la frontera con Brasil hasta el océano Pacífico, que era lo que se proponían los brasileños. El enjuiciamiento a varios presidentes peruanos se derivó de esa obra.

Ahora en nuestro país, algunas “colonizaciones” las hacen delincuentes que abren vías en la mitad de la selva para la extracción de la minería ilegal y para la producción y comercialización de cocaína.

También se ha incrementado el paso de haitianos, cubanos, venezolanos, africanos y asiáticos que atraviesan nuestro territorio con rumbo al Tapón del Darién para tratar de llegar a los Estados Unidos. Como dijo la canciller de Colombia, “estamos en la mitad del sándwich”.

Sin hablar del complejo problema de la migración de algunos venezolanos, perdón de “extranjeros”, que encubiertos con los miles que trabajan honrada y denodadamente, forman parte de bandas que están arrinconando a la gente, llevando la inseguridad urbana a niveles nunca vistos.

No obstante, un alto funcionario venezolano, acerbo enemigo de nuestro país, que ha ocupado todas las posiciones en el funesto régimen madurista, ha dicho que los que están entrando a Colombia son los colombianos que residían en Venezuela. No los venezolanos “de raíz”, como lo expresó, porque ellos viven muy contentos. ¡Qué maravilla!

El problema de la migración es el tema de los encuentros con mandatarios y organismos internacionales. El Gobierno de Colombia recibe palmaditas en la espalda de gobiernos y organismos internacionales, que expresan admiración por nuestra vocación altruista y algunos ofrecen ayudas simbólicas que les da cierta tranquilidad de conciencia.

Como sucede con los fieles que salen de las iglesias después de oír misa y encuentran en la puerta a un menesteroso.

Noticias relacionadas

Noticias Destacadas