
Opinión
Sotaquirá: castillo de naipes agropecuario y verborrea cuántica
¿Cuál es la sobreoferta agropecuaria de la que Petro hace alarde? No es por la producción nacional, sino por las importaciones, que vienen por los TLC que no se renegociaron y por el contrabando en cuyo control fracasó el Gobierno petrista.
Sotaquirá es un municipio boyacense de menos de 10.000 habitantes, ubicado a 35 kilómetros de Tunja, fundado en 1582 sobre un asentamiento chibcha prehistórico, en el que la mayor parte de la población se dedica a la ganadería de leche. El pasado 14 de agosto, su plaza principal fue escenario de un acto público del presidente Gustavo Petro.
El evento tuvo como propósito la entrega de 2.016 títulos de tierra, que sumaban 7.597 hectáreas, con un promedio de 3,7 por título. Forman parte del programa de formalización que busca cubrir 3,9 millones de hectáreas entre 2022 y 2026. Sin embargo, a julio 15 de 2025, a menos de un año de concluir este Gobierno, esa formalización va en 1,732 millones de hectáreas, que representan solo el 44 por ciento de la meta, menos de la mitad, un ritmo que anticipa claramente que no se cumplirá.
De ese total, 1,3 millones son constitución, ampliación y saneamiento de territorios étnicos. Asimismo, otras 318.000 hectáreas tituladas provienen de baldíos de la nación. La formalización de la propiedad privada rural precaria, como la de los campesinos de Sotaquirá, apenas va en 54.822 hectáreas, que equivalen a una por cada 32 en dicho programa (Contador Reforma Agraria). Y eso que dicho “reconocimiento”, necesario en el 67 por ciento de 2.439.361 predios rurales (Elac Uniandes, 2013; Igac, 2024), es propósito superior del Gobierno.
La politiquería del Pacto Histórico aprovechó el evento con pancartas y consignas, y también zascandiles como Carlos Amaya, el gobernador de Boyacá, a quien Petro le entregó el ICA para su explotación burocrática y contractual. Amaya actuó de “amigable componedor” en los paros de parameros y de pequeños mineros de carbón, a quienes, cabe recordar, Petro les incumplió la promesa de comprarles su producción. Tampoco podía faltar Felipe Harman, el de la Agencia Nacional de Tierras (ANT), que paga estos actos, como hizo en Chicoral y en Barranquilla.

Al componente politiquero, una clara alteración de la misionalidad de la ANT, Petro le agregó cháchara sobre la agroindustria y argumentó que, debido a que la agricultura creció 10 por ciento en 2024, se generó un exceso de producción que debe transformarse en productos procesados. Propone nuevas factorías operadas por cooperativas campesinas, las cuales, según él, funcionarán con “fibra óptica y energías limpias”, para lo cual la juventud de Boyacá sería capacitada en física cuántica en la Universidad de Tunja, como sería en Usme, Zipaquirá, Manizales y la UIS.
Esta cháchara, adobada con el discurso agrocuántico, no pasaría de ser una quimera, como la de Owen, de los “socialistas utópicos” del siglo XIX, si no fuera porque se funda en cuentas alegres sobre los supuestos excedentes agrícolas. Así lo evidencia la evolución, en los primeros semestres de 2023 a 2025, de la producción de los géneros básicos, que cubren entre el 65 y el 70 por ciento del PIB agropecuario.
Ahí se derrumba el castillo de naipes agropecuario de Petro, porque en ese lapso estos alimenticios primordiales, quizás aparte del plátano, disminuyeron la cantidad cosechada. El maíz amarillo, la papa, el arroz tecnificado, la caña de azúcar para moler y la leche para acopio industrial arrojan variaciones negativas.
El único producto de la lista que ha crecido es el café, el que así sería el único responsable de esa “gran transformación productiva”. Como es habitual, este incremento se debe a un ciclo de buenos precios internacionales, ciclo que, por cierto, está empezando a cerrarse y en el que el Gobierno del cambio, el de turno, nada tuvo que ver. En el segundo trimestre de 2025, la producción cafetera registró una disminución de -1,58 por ciento y, en lo que va del año, el crecimiento es de solo 6,4 por ciento, mientras que en el último trimestre los costos al productor subieron 45 por ciento (Dane, IPC).
¿Cuál es la sobreoferta agropecuaria de la que Petro hace alarde? Como se ve, no es por la producción nacional, sino por las importaciones, que vienen por los TLC que no se renegociaron y por el contrabando en cuyo control fracasó el Gobierno petrista. Son verdades no dichas en el delirante discurso ante el pueblo de Sotaquirá. Al final, solo hubo verborrea y una ruana bonita.