Julio Londoño Paredes

OPINIÓN

Victoria electoral ante la desintegración de la oposición

Todo hace prever que, en las elecciones del domingo en Venezuela, el oficialismo logrará una holgada victoria.

19 de noviembre de 2021

El próximo domingo tendrán lugar en Venezuela las elecciones regionales en las que se deben renovar los cargos ejecutivos y legislativos de las 23 entidades federales, así como los de 335 municipios del país. A menos que algo extraordinario ocurra, el gran ganador será el régimen de Nicolás Maduro.

Parece que el procedimiento mecánico de las votaciones en Venezuela evita en principio el fraude. Así lo han atestiguado observadores internacionales desde los tiempos de Chávez y seguramente, lo harán ahora, cuando la mayoría son amigos del régimen.

En Colombia, el “chocorazo”, la alteración de los resultados electorales, fue frecuente. Se presentó por primera vez en 1885 cuando se hicieron aparecer, como sacados del sombrero del mago, en el departamento del Atlántico 20.000 votos del corregimiento de Sabanilla, que no tenía más de 1.000 habitantes,

Sucedió también en 1904 en la reelección del general Rafael Reyes. Sin embargo, los “chocorazos” no pararon ahí. Entre 1946 y 1953 eran algo común en todo el país con la eficiente colaboración del clero y la Policía departamental. Tiempo después se recuerda el caso de la elección de Misael Pastrana Borrero en 1970, cuando el resultado sorpresivamente se modificó de la noche a la mañana frustrando el ascenso al poder del general Rojas Pinilla.

Es más, un precandidato electoral ha señalado recientemente que le robaron el triunfo en las elecciones en las que fue reelegido Juan Manuel Santos. En Venezuela posiblemente no se van a presentar “chocorazos”. El fraude se ha venido gestando de tiempo atrás con diversas modalidades, haciendo imposible el triunfo de la oposición. Algo parecido a lo que sucedió en Nicaragua.

Pero no solamente el triunfo del régimen madurista se deberá a esas acciones sino a que la oposición venezolana se encuentra fraccionada en medio de irreconciliables rivalidades, celos, falta de liderazgo y deseo de protagonismo. Hasta el punto de que algunos opositores prefieren unirse al oficialismo antes que dar su brazo a torcer.

Maduro posiblemente saldrá fortalecido, no solamente ante su propia opinión sino ante la comunidad internacional. Presentará unas elecciones “mecánicamente limpias” y podrá continuar tranquilamente en el poder hasta el 2024, si es que no asegura su eventual reelección. Guaidó, aunque sea reconocido por los Estados Unidos, por Colombia y algunos otros países, cada vez por menos, quedará minimizado.

Se deberá definir si nuestro país continuará como el líder de la oposición internacional al régimen venezolano o se darán pasos para establecer contactos sobre algunas materias, ya que lo tendremos por lo menos por tres años más. No vaya a ser que nos pase lo mismo que a algunos estudiantes universitarios en los años sesenta, cuando apoyaban al pintoresco “doctor” Goyeneche, para presidente de Colombia. Dentro de los puntos de su campaña, figuraban asfaltar el río Magdalena y ponerle techo a Bogotá. Esos enunciados sin embrago, parecen ser ahora más factibles que la unión de la oposición venezolana. Veremos qué sucede el domingo en Venezuela.

(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.

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