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Al cierre de esta edición, el presidente Juan Manuel Santos estaba a la espera de su colega venezolano. Su tarea será convencerlo de lograr un buen acuerdo comercial.

Coyuntura Nacional

La espada de Damocles

El presidente Hugo Chávez llega a Colombia con una nueva propuesta comercial. En qué consiste y cuáles son sus verdaderos alcances.

30 de marzo de 2011

La visita del presidente Hugo Chávez a Colombia para dialogar con su colega Juan Manuel Santos sobre comercio y seguridad tiene alborotado al sector empresarial. Y no es para menos: la reunión coincide con la cuenta regresiva que arrancó con motivo del vencimiento de las preferencias comerciales entre ambos países a partir del jueves 21 de este mes. Ese día se cumplen cinco años de la salida de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y termina el periodo de preferencias arancelarias.

La expectativa es creciente entre quienes esperan que el presidente Chávez anuncie una 'reversa' del proceso y prolongue por más tiempo el acuerdo que permite el intercambio comercial entre ambos países bajo un esquema arancelario privilegiado, hasta que se logre un nuevo acuerdo.

Pero esas expectativas parecen no tener gran asidero. Aunque muchos han interpretado esta visita como una señal del buen rumbo que está tomando la relación binacional, los empresarios que siguen de cerca el proceso creen que Chávez llegó al país con las manos vacías. ¿Cuáles son sus razones?

Para comenzar, la reunión que tuvieron los empresarios colombianos con altos funcionarios del Ministerio de Comercio el pasado 25 de marzo. En ella se presentó la respuesta de Venezuela -enviada el jueves 24- a una propuesta de Colombia que se entregó un mes atrás, en la que el país ponía sobre la mesa sus necesidades en materia comercial: programas de desgravación arancelaria, estabilidad de inversiones, garantías de pago y reglas claras en materia de servicios y normas técnicas, entre otras.

La respuesta de Venezuela -en un documento de 9 páginas y 48 artículos titulado Acuerdo de complementariedad económica y productiva entre el Gobierno de la República Boliviariana de Venezuela y el Gobierno de la República de Colombia- fue más que decepcionante.

Para empezar, el documento venezolano elude el tema de un acuerdo bajo condiciones de libre comercio y plantea un tipo de comercio administrado. Hace énfasis en que las nuevas relaciones se deben dar en el marco del proceso socialista que vive esta nación; es decir, con acuerdos de cooperación y complementación, y reafirma que el Estado será el gran comprador.

En las disposiciones finales del capítulo 11, señala que el nuevo acuerdo binacional tendrá un plazo de vigencia de cinco años prorrogables, lo que genera inestabilidad e incertidumbre en los empresarios.

Para algunos expertos en asuntos de integración, la propuesta tampoco es clara en el tema de desgravación y mantiene elementos de incertidumbre, como la alta discrecionalidad para decidir qué productos son de interés para el gobierno y cuáles no. Incluso, en el capítulo 4, de tratamiento arancelario preferencial, señala que para proteger la producción nacional y la industria naciente, cualquiera de las partes podrá modificar las preferencias arancelarias otorgadas.

Se sabe que los funcionarios venezolanos han dicho que no tienen interés en designar jefes de negociación ni estructurar el proceso alrededor de mesas temáticas, sino que prefieren una sola mesa de coordinación y cooperación que sería la encargada de canalizar los intereses de una y otra parte.

Pero, quizá el tema que mayor temor despierta es la falta de un ámbito de aplicación de la propuesta. Es decir, no habla de convertir este acuerdo en una norma supranacional -como ocurre con las decisiones de la CAN-, lo que lo hace vulnerable porque podría ser derogado por una ley interna de cualquiera de los países.

Incluso, en temas de antidumping y medidas compensatorias, así como salvaguardias, proponen que las investigaciones y los procedimientos se guíen por las legislaciones internas de cada país.

En el fondo, mientras Venezuela quiere un sistema de comercio administrado, Colombia busca un marco amplio y con garantías para el intercambio comercial, dos visiones que parecerían muy distantes.

Trabajo de filigrana
Más allá de las dificultades para unificar criterios alrededor de las características del nuevo acuerdo, hay quienes creen que no todo está perdido y que la respuesta de Venezuela es un paso en el camino de la construcción de una nueva relación.

Los más optimistas recuerdan que hasta el 7 de agosto 2010, cuando se posesionó el presidente Juan Manuel Santos, nadie apostaba por el restablecimiento de la relación binacional. Sin embargo, las cosas comenzaron a cambiar tras el encuentro presidencial del 10 de agosto, que le dio un nuevo aire a las relaciones entre Colombia y Venezuela.

Por eso, muchos esperan que esta visita del presidente Chávez sea una oportunidad para que el presidente colombiano logre tres objetivos que permitirían avanzar en el ámbito económico: en primer lugar, conseguir una prórroga de las preferencias arancelarias que vencen el 21 de abril -mientras se llega a un acuerdo definitivo-; en segundo término, proyectar un relacionamiento económico en condiciones más estables para los inversionistas -por ejemplo, a través de un acuerdo de protección de inversiones- y, en tercer lugar, definir cuál es el ámbito de acción que tendrá esta negociación.

Estas condiciones, según empresarios colombianos, no son difíciles de cumplir y sí darían un tiempo prudencial para solucionar los escollos que se presentan. Para algunos expertos, mientras Venezuela ha otorgado un amplio acuerdo comercial a Argentina, ofrece uno mucho más limitado a Colombia. En el ámbito de inversiones, su propuesta señala que no se requieren acuerdos de protección de inversiones porque la legislación venezolana ampara de manera suficiente este tema, aunque recientemente firmó este tipo de acuerdos con Rusia y Francia.

Lo que está claro hasta ahora es que no existe forma de ensamblar las propuestas presentadas por uno y otro país y que llegar a un acuerdo podría tomar más de los 20 días que restan para el vencimiento de las preferencias.

Pero, de aprobarse estos tres objetivos clave para el tema económico, los dos presidentes podrían comenzar a caminar por una nueva senda de entendimiento que traerá beneficios mutuos. El tiempo es el principal enemigo de ambos.