Entrevista
Karina, la desmovilizada de las Farc que más persiguieron las autoridades, escribió su biografía: reveló cómo un guerrillero trozó el brazo de su jefe y lo entregó al Ejército
Elda Mosquera, conocida como Karina o “el monstruo de la guerra”, fue la jefa guerrillera más perseguida por el Ejército, pero se desmovilizó, es modista y escribió un libro titulado Volver a ser Elda. Sus secretos son estremecedores, entre ellos, cómo un subversivo le trozó la mano a Iván Ríos y la mostró como un trofeo.

SEMANA: ¿La llamo Elda Neyis Mosquera o Karina, como la conocían en las Farc?
ELDA NEYIS MOSQUERA: Llámeme Elda. Por eso, mi libro se titula Volver a ser Elda, porque Karina se quedó en la selva. Desde el 18 de mayo de 2008 me desmovilicé y volví a recobrar mi verdadera identidad. Alias Karina, reitero, se quedó en el monte colombiano.
SEMANA: ¿A qué se dedica?
E.M.: Trabajo confeccionando ropa a terceros. Ahí vamos en el proceso de reintegración a la vida civil, que es un poco duro por la actitud que tiene la sociedad de no permitir que uno vuelva a la vida civil. Tengo 58 años, los cumpliré el 15 de octubre. Cuando miro hacia atrás, digo: lamentablemente, fueron mis años desperdiciados. Fueron 23 años, 8 meses y 15 días en las Farc. Y otros 10 años, 8 meses y 15 días en la cárcel. Es una vida perdida, perdí mi juventud, pero de eso me quedan experiencias. Tampoco me lamento. Fue un error entrar a las Farc, pero son las consecuencias que tomé cuando era jovencita.
SEMANA: ¿Es cierto que, después de ser el terror de los militares, les arreglaba sus uniformes en una guarnición?
E.M.: Cuando estuve internada en la Brigada 17 tras la desmovilización, aprendí a coser porque era la única manera de sostenerme y conseguir algunos recursos. Terminé trabajando con los militares arreglando la ropa. Como tenía idea de hacer cartucheras y bolsitos de guerra, me dediqué a eso. Estuve como dos años en eso. La costura me dio para comprar mis aparatos. Empecé con una máquina portátil y otras electrónicas.

SEMANA: ¿Por qué decidió escribir un libro?
E.M.: Quiero que la sociedad conozca mi verdadera historia. Sobre mí hay muchísimos mitos. Por eso, mi biografía está escrita desde mi niñez.
SEMANA: ¿Por qué se convirtió en una mujer cruel?
E.M.: Fui estudiante, adolescente, una joven campesina. Tenía sueños de ser una gran profesional, una enfermera, confeccionista, pero la situación del conflicto y la necesidad que tenían las Farc, como ha sido siempre, de ingresar o reclutar a los jóvenes me hizo cambiar la historia. Llegué a la guerrilla sin pensar que me tocaba combatir, que me iban a castigar, a sancionar; jamás pensé que sería comandante. Solo quería irme de mi casa sin tener en cuenta las situaciones que se vivían en la guerra.
SEMANA: ¿Cuál fue el capítulo más difícil de escribir?
E.M.: Cuando mi familia sufrió las consecuencias de mi ingreso a las Farc, cuando fueron víctimas del paramilitarismo. No es fácil contar el desplazamiento de mi familia, las muertes de mis hermanos, el secuestro de mi hija.
SEMANA: Fue abusada sexualmente a los 12 años por la expareja sentimental de su hermana y, según escribió en el libro, tenía que confesárselo a ella. ¿Ya lo hizo?
E.M.: No he tenido la oportunidad de contárselo a mi hermana, pero sé que es una necesidad. No he querido hablar por teléfono; ella no está en la ciudad, quedó de venir en los próximos días. Será una situación dolorosa. Seguramente, cuando le quiera contar, se habrá enterado primero por SEMANA. La persona que abusó de mí murió hace muchísimos años. Por eso me dolía tanto cuando ocurría violencia sexual con las combatientes y las mujeres de la población civil.

SEMANA: Reveló detalles sobre cómo un guerrillero, Rojas, asesinó a su comandante Iván Ríos, le cortó la mano y la entregó al Ejército como prueba de su ataque.
E.M.: Lo viví de cerca. Reviví y cuento esa historia muy dolorosa. Días atrás de los hechos, yo fui jefe de seguridad de Iván Ríos y la pegué bien con el viejo. En esos días murieron Raúl Reyes y Manuel Marulanda Vélez. En algún momento me disgusté con Ríos porque dijo que quien debía estar muerta era yo y no su compañera sentimental, pero en mi corazón no cabía rencor hacia él. Yo le había advertido a Iván Ríos, le había dicho que Pedro Pablo Montoya, más conocido como Rojas, era un infiltrado, por eso nunca lo tuve a mi lado. En el libro conté que Ángela, entonces novia de Rojas, quemó unas ráfagas en el patio de formación mientras que su pareja mataba a Iván Ríos y a su compañera sentimental. Rojas gritó: “Todo el mundo a sus trincheras”. Ángela también gritó lo mismo. Allí se quedaron los guerrilleros apaciguados, esperando una nueva orden. Durante ese tiempo, Rojas debió cortarle la mano al cadáver de Ríos. Los comandantes asignados de cada grupo llamaban a Ríos y a Rojas por radio y no obtenían ninguna respuesta.
SEMANA: ¿Por qué desconfiaba de Rojas?
E.M.: Rojas era supremamente machista; era un mando medio, pero se creía con el poder. En algún momento me expresó que jamás le cumpliría órdenes a una mujer. Y, cuando yo lo hacía, se indignaba. Expuse el tema a algunos comandantes y no me prestaron atención.
SEMANA: Fue señalada de asesinar a 56 niños. ¿Es real?
E.M.: En la organización había una política de los consejos revolucionarios de guerra. Hubo una etapa cuando sí se dieron muchos asesinatos. Los he contado ante la Justicia. Lamentablemente, en el frente 47, a donde yo llegué, se hicieron esas ejecuciones. En este momento no recuerdo la cantidad, pero creo que sí fueron más o menos 50.
SEMANA: ¿Es cierto que jugó varias veces con la cabeza de los militares caídos en combate?
E.M.: No es cierto. Dios lo sabe. Mis excompañeros saben que eso no ocurrió. Ese es uno de los mitos que hay sobre alias Karina. Elda les cuenta que no es cierto, porque mis principios y valores, que me enseñaron mis padres, no llegaban hasta allá. La guerra lo vuelve cruel a uno, pero mi corazón no llegó hasta allá, a decapitar a una persona y jugar balón con su cabeza. Justicia y Paz confirmó que digo la verdad.
SEMANA: ¿Cómo logró salvar su vida? En las Fuerzas Militares se habló de pactos suyos con el diablo.
E.M.: Jamás. En las Farc no se permitía ni siquiera hablar de Dios, tampoco esa clase de brujería. No sé si algún combatiente lo haría, pero nunca lo hice. Dios fue el único que me guardó dentro de la guerra. Los militares decían que yo tenía pacto con el diablo, que tenía las siete vidas del gato. Mire, había cosas que yo encontraba en los operativos: árboles marcados, papeles, cajas, todos escritos con mi alias (Karina) y cosas muy malucas.
SEMANA: ¿Cree que la fuerza pública utilizó santería para ubicarla en la selva?
E.M.: No puedo decir eso acá porque sería juzgar. Hubo muchísimos operativos. Nos vimos muy encerrados. No sé si sería santería o no, pero sí trataron de buscarme mucho. Y siempre esquivaba los operativos, como cuento en mi libro. Unas veces, ellos adelante; en otras, yo atrás. En ocasiones me angustiaba, sentí muchísimo miedo de morir, de que me capturaran. Pero siempre salía de los lugares donde estaba el ejército.

SEMANA: Si mira hacia atrás, ¿cuál es el hecho que más la lleva a arrepentirse?
E.M.: Me arrepiento de todo, de todo mi pasado, de todo el dolor que le causé a la sociedad. Algo que me dolió en el alma fue cuando me comprometí con una joven que era infiltrada (del Ejército) y me dio una información. Le prometí que no sería fusilada. Ella me daba la información de otros. Por último, mi jefe decidió que había que fusilarla. Todos los casos son dolorosos, pero ese me dolió porque me había comprometido con ella. Por mí, cumplo la promesa.
SEMANA: ¿Ofreció perdón a los colombianos?
E.M.: Les ofrecí perdón desde el 19 de mayo, el día siguiente de mi desmovilización. Les pedí perdón a la sociedad colombiana, a las víctimas, a mi familia, a mi hija. Conocí de Dios a los ocho días y le pedí perdón por las actitudes negativas que tuve en la organización. Y les sigo pidiendo perdón a las víctimas y a la sociedad. No me canso de pedir perdón. Es la única manera que tiene un país para reconciliarse.
SEMANA: ¿Cómo ve la paz total de Gustavo Petro?
E.M.: Apuesto por la paz de Colombia. Cuando el presidente Gustavo Petro habló de la paz total, le aposté a eso. Me mantuve en oración para que la paz se diera, pero es muy difícil cuando no se desarman los corazones y cuando se está negociando con personas que tal vez no la quieran hacer. Es muy difícil convencer. La paz viene del corazón de cada individuo. No solo se debe hablar con los mandos superiores, sino con los mandos medios, los combatientes de base. Sé que cuando la Ley 975, que desmovilizó a las AUC, se extendió a los movimientos guerrilleros, fue muy efectiva, porque era el sentir individual de cada combatiente. En esa ley hay excombatientes de Farc, ELN, AUC, entre otros. Además, para una paz total habría que resolver algunas cosas del pasado, en las anteriores desmovilizaciones, porque hay muchas personas que hoy están al margen de la ley que no están creyendo en estos procesos, porque no se han podido resolver situaciones de atrás.

SEMANA: ¿Se equivocó Petro en su política de paz total?
E.M.: A mí la política no me llama la atención. Además, no tengo en este momento ni siquiera el derecho a votar. Nosotros, como desmovilizados de la Ley 975, no tenemos derecho al voto ni a opinar nada. Y los firmantes de paz (con Juan Manuel Santos), sí. Yo no puedo participar en política. Si me llamara la atención, no podría. Muchos de los que se regresaron a la selva fue porque el Gobierno no ha cumplido.
SEMANA: ¿Cómo ve a las disidencias de las Farc?
E.M.: Eso podría traerme problemas de seguridad.
SEMANA: ¿Qué le dice a Iván Mordisco?
E.M.: Recuerdo la primera entrevista que di cuando me desmovilicé (19 de mayo de 2008) y un periodista me preguntó qué mensaje le enviaba a Manuel Marulanda Vélez. Respondí supremamente asustada: “No le digo nada porque no se va a desmovilizar”. Pero después de muchos años uno no puede pensar en que lo hagan o no. Lo único que pienso es que el daño a la sociedad es mucho más grande cuando uno está en armas que desarmado.
SEMANA: ¿Qué opinión tiene de Álvaro Uribe? Fue uno de sus enemigos más grandes cuando estuvo en las Farc.
E.M.: Fue uno de mis enemigos fuertes. Le agradezco que, en su época, nos hubiera dado la posibilidad de desmovilizarnos. Dos meses antes de mi desmovilización, Uribe habló en una emisora y dijo que me respetarían la vida. Y aquí estoy. No tengo nada contra Álvaro Uribe. Tampoco contra Gustavo Petro. He dicho que puede que digan muchas cosas contra Álvaro Uribe, pero puede ser igual como cuando se decían cosas de mí. Por eso solo sé qué he hecho y en qué he fallado, y pido perdón.
SEMANA: ¿La guerra le dejó heridas físicas?
E.M.: Una vez me hirieron en combate. Varias heridas físicas: la pérdida de mi vista izquierda, unas cicatrices en mi cuerpo porque me estaba ahogando en la sangre y me tuvieron que hacer una cirugía, varias señas de esquirlas en el cuerpo.
SEMANA: ¿Se ha visto con Rodrigo Londoño, Timochenko?
E.M.: No me he visto con él y los demás exjefes de las Farc. Siguen viéndome como traidora y, por lo tanto, no he tenido ningún contacto. En algunos eventos me he cruzado con algunos de ellos, pero no hemos cruzado palabra. Me convertí en la enemiga porque decían que había traicionado la causa. Para ellos fue muy difícil que abandonara la organización. En un evento, cuando estaba en la Comisión de la Verdad, me encontré a uno de ellos y solamente hicimos un cruce de palabras. Le dije que siempre me juzgaban, pero jamás habían preguntado por qué había salido de las Farc. Yo en el libro cuento que, más allá de la fuerza pública, quienes me llevaron a dejar la organización fueron mis excomandantes.

E.M.: Cuando pasó ese suceso, recordé cuando dejé a mi hija, cuando ella nació. Cómo me habían sacado de las Farc y, supuestamente, no podía regresar porque había quedado embarazada y estaba sancionada. Cuando dieron esa noticia, sabía lo doloroso que era dejar a su hijo. Tenía conciencia de que yo la iba a dejar, pero Clara, como secuestrada, no tenía esa conciencia y creyó, seguramente, que le dejarían a Emmanuel al lado. Esas cosas me motivaron a sentir esa empatía por ella.
SEMANA: Fue de confianza de Iván Márquez, quien está herido en Venezuela. ¿Qué le dice?
E.M.: Es una decisión de él. Solo en su corazón sabe; él conoce lo que es la vida en la guerra y en la civil. Tuvo la oportunidad de experimentar esa nueva vida que Dios le dio. Experimentó qué es vivir en la guerra y afuera. En mi caso, jamás volvería a tomar un arma en mi mano. La última vez que hablé con Iván Márquez fue cuando sucedió lo de Iván Ríos. Lo hice por radiofrecuencia.
SEMANA: ¿Se arrepiente de haber pertenecido a las Farc?
E.M.: Sí, me arrepiento de haber pertenecido a las Farc. Hubo momentos maravillosos, pero fueron más los de sufrimiento de los combatientes y de uno, y el daño que se le causó a la sociedad. Creía en ese tiempo que lo que hacía estaba bien, pero, cuando me desmovilicé, me di cuenta del dolor que les generé a las personas.