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“Me preocupa que el acuerdo humanitario quede en segundo plano después del éxito de la operación jaque”

A LA GUILLOTINA CON GUSTAVO GÓMEZ.

“Tener algo con Gloria Polanco no está ni en la agenda de ella ni en la mía”

Jorge Eduardo Géchem Turbay habla sobre sus recuerdos, su libro sobre su secuestro y sus puntos de vista sobre la paz.

18 de octubre de 2008

El día en que la guerrilla lo secuestró, el 20 de febrero de 2002, Jorge Eduardo Géchem Turbay dio el primer paso de un calvario penoso como pocos. En la medida en que pasaban los meses de su cautiverio, se convirtió en uno de los secuestrados más enfermos. Vive hoy la libertad entre Neiva y Bogotá, arañando con fuerza la actividad política y con la convicción de muchos de los que han recuperado la libertad: hay que hacer algo. Su drama, que terminó costándole hasta el matrimonio, está en el libro El vía crucis de mi secuestro, que publica como un testimonio de aquellos años en que, lejos de la metáfora, sintió que se le venía la guillotina directo al cuello.

GUSTAVO GÓMEZ: ¿El gobierno ha venido olvidándose de los secuestrados después de que se produjeron episodios tan sonados como los del regreso a la libertad de usted, Luis Eladio Pérez, Gloria Polanco e Íngrid Betancourt?
JORGE EDUARDO GÉCHEM: Tengo la preocupación de que el acuerdo humanitario quede en un segundo plano después del éxito de la Operación Jaque. Veo que es un tema muy intrascendente y el gobierno ha hecho gestiones, pero no las suficientes para que este asunto se pueda resolver pronto por la vía negociada.

G.G.: ¿Será que el comisionado Luis Carlos Restrepo ha perdido sintonía con este problema por andar dedicado a asuntos relacionados con el futuro político de su jefe?
J.E.G.: En algunos momentos lo he visto activo, y en otros, más bien opaco.

G.G.: ¿Y qué hay que ofrecerle a la guerrilla para que avance el acuerdo?
J.E.G.: El territorio es clave como espacio de conversación. Hay que pensarlo en una zona donde no haya una densidad de población significativa y con una presencia de fuerzas internacionales.

G.G.: ¿Tropas extranjeras?
J.E.G.: Países que medien diplomáticamente y después garanticen con sus propias fuerzas el avance de los diálogos. Es una propuesta que en su momento alcanzaron a diseñar Francia, España y Suiza, y que fue aceptada públicamente por el presidente Uribe.

G.G.: Pero la película ya la vimos: la guerrilla pide Pradera y Florida porque sabe que el gobierno no va a hacer esa concesión, y el gobierno, en efecto, dice que no. Fin.
J.E.G.: Es momento de que el Presidente lo reconsidere, aunque la posibilidad se desdibuja con los resultados de Jaque, y sobre eso hay que ser realistas y pensar que es difícil que tengamos otra operación del mismo éxito. Una nueva operación de este tipo envolvería la posibilidad de la muerte para muchos de los secuestrados.

G.G.: ¿Qué tanta gratitud le tiene al presidente Uribe?
J.E.G.: Le agradezco que haya respetado la promesa de suspender operaciones militares mientras recuperábamos la libertad. El presidente Uribe es prologuista de mi libro y allí expone sus puntos sobre el acuerdo, como también lo hacen Lucho Garzón y los ex presidentes Samper y Gaviria.

G.G.: El proceso de paz de Pastrana se rompió precisamente por su secuestro. Curioso que no lo haya mencionado. ¿No lo invitó a opinar en el libro?
J.E.G.: Le mandé una carta pidiéndole algunos conceptos muy concretos. Estaba muy ocupado y jamás me respondió, pero hablo de él en el libro.

G.G.: ¿Le da palo por haber roto el proceso? ¿Lo culpa por los años que pasó en la selva?
J.E.G.: Con la decisión del rompimiento perdimos todos: Pastrana, la oportunidad de dejar sentadas las bases de un proceso de paz; las Farc perdieron la posibilidad de ganar espacios políticos y yo perdí más de seis años de mi vida.

G.G.: ¿Responsabiliza a Pastrana por la escasa seguridad que tenía usted de parte de las autoridades después de denunciar en esa época amenazas?
J.E.G.: Cuento en el libro que el fin de semana anterior al secuestro supe que la columna Teófilo Forero había dado la orden de cogerme vivo o muerto. Se lo hice saber al ministro Estrada Villa, al secretario de Presidencia, al ministro Bell y al fiscal Osorio, pero no logré llamar la atención de ninguno. Estaba tan prevenido, que ese día cambié de vuelo: siempre viajaba el martes en el primero, y esa semana compré pasaje para el segundo vuelo del miércoles, con reserva a nombre de otra persona. Para completar, el detector de metales estaba fuera de servicio, así que no les fue difícil entrar armas. Cuando el avión carreteaba, ya habían saltado dos guerrilleros con armas cortas desde atrás, uno hacia la cabina y otro hacia la azafata, y yo ya estaba secuestrado.

G.G.: ¿Ha podido decirle a Pastrana que siente que le falló?
J.E.G.: Desde el día de mi secuestro no he tenido oportunidad de verme con él.

G.G.: Sus contradictores dicen que mientras estaba en la selva floreció en Huila una nueva generación de políticos como Luis Enrique Dussán y Héctor Javier Osorio. ¿Le pasó el cuarto de hora?
J.E.G.: Desarrollé en el secuestro una sensibilidad social a punta de aguantar hambre y necesidades, y creo que me la pasé todos los días haciendo política con la mente y hay que trabajar con mucho ahínco por esos temas, y…

G.G.: Perdóneme, pero cuando un político como usted dice que volvió con ‘sensibilidad social’, eso quiere decir que va a hacer lo que está haciendo: política. La pregunta es: ¿con el liberalismo, con Gaviria o con el prologuista del libro?
J.E.G.: En noviembre haré con unos amigos una gran convocatoria y tomaremos la decisión de en qué lado vamos a estar.

G.G.: ¿Ahora tiene más amigos liberales que de la coalición uribista?
J.E.G.: En Huila los liberales están muy organizados. Cambio Radical y el partido de La U no tienen mayor organización, pero en el nivel de urnas hay un apoyo grande al Presidente.

G.G.: ¿No le parece que sobran tantos ‘amigos’ para que le digan lo que tiene que hacer en política?
J.E.G.: Después de orientar unas mayorías por más de 20 años en una región, y tras seis de desactualización, no puedo ser un aventurero ni invitar a esa gente a que se lance por un despeñadero.

G.G.: ¿Cómo está de salud?
J.E.G.: Tengo controlada la úlcera sangrante que en Venezuela fue de mucha preocupación. La parte cardíaca, que me dio tantas dificultades cuando estuve al lado de Íngrid, de Luis Eladio y de los norteamericanos, está muy bien y no quedé con secuelas. Me fui con una hernia discal y volví con cuatro… me iban a operar en Cuba, pero decidí tratarme en la Cardio Infantil, y luego de tres meses, el doctor Cabrera, su director, me dice que se descarta la cirugía.

G.G.: ¿Pesadillas?
J.E.G.: No, el problema ha sido armonizar el sueño, porque en la selva todos los ruidos lo ponen a uno en alerta y se duerme mal.

G.G.: La que vive una pesadilla es doña Lucy, con quien usted terminó un matrimonio de 24 años. Cuando anunció la separación, ella dejó abierta la posibilidad de una reconciliación ¿Eso en qué quedó?
J.E.G.: A Lucy le reconozco con gratitud su solidaridad durante mi secuestro y todo lo que trabajó por mi libertad, pero hicimos una serie de evaluaciones y ese capítulo quedó cerrado.

G.G.: En Neiva se comenta que la ruptura se dio por lo que usted habría podido interpretar como un manejo no del todo adecuado de unos bienes…
J.E.G.: Obviamente, en las evaluaciones que se hacen después de seis años las lecturas traen distintos puntos, digamos, de vista…

G.G.: ¿Pero sí le molestó lo monetario?
J.E.G.: Tuvimos distintos puntos de vista sobre el manejo de ciertos temas y eso se vio en una evaluación que hicimos de manera muy aterrizada.

G.G.: ¡Tan aterrizada que tuvo parte contable!
J.E.G.: Pero quedó establecido que no íbamos a darles más trascendencia a estos episodios por cuestión de la tranquilidad de los hijos.

G.G.: ¿Se ha sentido alguna vez atraído por Gloria Polanco?
J.E.G.: La respeto y le agradezco su solidaridad. La admiro por todo lo que ha tenido que sufrir.

G.G.: ¿Le gustaría encontrarse en la vida a una mujer como Gloria Polanco?
J.E.G.: Tener algo con Gloria no está ni en la agenda de ella ni en la mía. Mi corazón no es de nadie.

G.G.: ¿Doña Lucy es buena en la actividad política?
J.E.G.: Es entusiasta, trabajadora y siempre ha tenido reconocimientos de la comunidad.

G.G.: ¿Votaría por ella?
J.E.G.: La verdad es que en estos escenarios estoy pendiente de cómo voy a organizar mi tema político y luego daré una mirada a los alrededores.

G.G.: Su respuesta es muy diciente.
J.E.G.: ¿Por qué, Gustavo?

G.G.: Porque me sugiere que no tiene la suficiente confianza en ella como para darle su voto.
J.E.G.: Ah, carambas… ah, carambas… ¿pero cómo le voy a definir eso si ni
siquiera he definido lo mío?