El ministro de Minas, Hernán Martínez, decretó el racionamiento de gas. Uno de los problemas es que la infraestructura de transporte del combustible no da abasto para la demanda. Actualmente el país le está mandando mucho gas a Venezuela

ENERGíA

Rogándole a El Niño

La situación que se está presentando con el gas es mucho más grave de lo que se ha dicho. Todo el mundo se durmió en los laureles. Nadie sabe hasta dónde llegará el racionamiento de este combustible.

3 de octubre de 2009

Desde hace dos semanas se está hablando de recorte en el suministro de gas en Colombia. A los millones de consumidores les ha quedado la idea de que este combustible escasea y que en cualquier momento cortan el chorro. La realidad, sin embargo, es que el país tiene suficiente gas. Las reservas alcanzan para 25 años. Entonces, ¿por qué hay que racionar un producto que sobra? Esa es la pregunta del millón.

Detrás de esta crisis del gas hay dos responsables: la naturaleza y la negligencia de algunos actores del sector.

En el primer caso, la presencia del fenómeno de El Niño que trae consigo una escasez de lluvias, está afectando seriamente el nivel de los embalses que permiten a las centrales hidroeléctricas generar la energía. Al disminuir esa capacidad, las termoeléctricas, que funcionan con gas, han tenido que trabajar a mayor ritmo.

En segundo lugar, a pesar de que el país se metió de lleno en el negocio del gas, olvidó una cosa fundamental: expandir la infraestructura para transportarlo. Ahora cuando por las circunstancias del clima se está demandando más de este combustible, el sistema empezó a quedar pequeño.

Los afectados con recortes de gas, inicialmente, fueron los taxistas y algunas industrias, pero el problema se podría agravar.

Para tratar de evitarlo, la semana pasada el gobierno decretó un racionamiento programado, según este orden de prioridades: las viviendas, las termoeléctricas, los carros, la industria y, por último, se exportará a otros países como Venezuela y Ecuador.

Hasta aquí la decisión suena bastante razonable. No obstante, son medidas que se limitan a capotear los avatares de la coyuntura y no resuelven el problema estructural.

Actualmente el país consume cerca de 1.000 millones de pies cúbicos de gas al día, pero, por los anotados problemas de transporte, 30 millones se están embolatando y no les pueden llegar a algunos consumidores. Antes, este problema no se presentaba porque el consumo del país era menor y alcanzaba perfectamente a ser transportado por el gasoducto.

El temor ahora es que la situación empeore por el factor climático. Si el fenómeno de El Niño se vuelve más drástico, y el nivel de los embalses sigue cayendo, las térmicas tendrán que acelerar su generación, y demandar más gas.

El gobierno está presionando para que el agua de las represas se ahorre y no haya sorpresas desagradables de un racionamiento eléctrico, en enero y febrero.

Como se ve, el tema es preocupante. Por ahora todo dependerá de qué tan fuerte sea El Niño y de cuánto gas las termoeléctricas demanden.

Si bien el país se ha blindado contra un racionamiento de energía eléctrica, pues en los últimos años ha hecho grandes inversiones en centrales hidroeléctricas, al punto de convertirse en una potencial regional en generación de energía, se empieza a abrir un boquete en el mercado de gas.

Es clarísimo que nadie previó que se pudiera presentar el actual lío con el suministro. Todos se durmieron en los laureles: las transportadoras, los productores de gas y hasta el gobierno. Ahora la incertidumbre es para los cinco millones de usuarios, domiciliarios e industriales, que han creído en este producto y que van a sufrir las consecuencias si la situación se complica. Por el momento hay que cruzar los dedos para que el verano no sea tan duro. Mejor dicho, hay que rogarle a El Niño. n