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| Foto: Archivo SEMANA

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Caso de niña de 3 años muestra crítica realidad del maltrato infantil

Según el ICBF, en los tres primeros meses del año se adelantaron 5.870 procesos administrativos por algún tipo de violencia contra menores de edad, lo que equivale a más de 65 casos cada día. Las cifras, que aumentaron frente al año pasado, son la radiografía de vivir en un país en el que ser niño sigue siendo un peligro.

7 de mayo de 2018

La cara de la menor de tres años abusada y maltratada la semana pasada en la capital del país no se conoce. Sin embargo, su historia es el rostro de una tragedia en la que la población infantil siempre pierde. La pequeña ingresó a un hospital con señales de maltrato: moretones, quemaduras, lesiones en sus genitales y una fractura de cráneo hacían parte de su historial clínico.

Un adulto la llevó hasta el centro de atención en un taxi, y allí se quedó sola, mientras enfrenta la realidad que otros miles de niños padecen diariamente en Colombia. El paradero de esta persona todavía es desconocido. Varias versiones se han conocido sobre el lugar, la autoría o la forma en la que la menor fue agredida, pero la investigación del caso aún es una tarea pendiente de las autoridades.

La historia de esta pequeña se suma a los 1.041 casos que ha recibido el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) de violencia en contra de menores en Bogotá durante 2018. Las cifras de las denuncias sobre violación de derechos de la población infantil en el país son trágicas. Según el ICBF, en los tres primeros meses del año se adelantaron 5.870 procesos administrativos de restablecimiento de derechos relacionados con algún tipo de violencia contra menores de edad, es decir, 65 casos cada día.

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Abandono infantil, maltrato físico y psicológico y abuso sexual, son las agresiones más frecuentes de las que son víctimas los niños colombianos. Las cifras muestran que no son para nada casos aislados. El problema ha alcanzado una dimensión sistemática que la ley ha tratado de controlar, pero que en la práctica sigue siendo un asunto sin luces que indiquen que se resolverá pronto.

Según Gloria Carvalho, secretaria ejecutiva de la Alianza por la Niñez Colombiana, la ruta que el país debe seguir para enfrentar este problema no basta con aumentar penas, sino que debe estar orientada a la solución de situaciones de carácter general y estructural como la falta de educación en muchos hogares en el país, en temas tan básicos como los derechos de los niños.

“Nosotros creemos que es necesaria la judicialización de los agresores, pero de la mano de eso deben ir otras actividades como la generación de oportunidades y la formación en las prácticas de crianza positivas que generen un desarrollo integral de los niños”, indicó Gloria Carvalho.

La formación de quienes tienen a cargo niños debe estar enfocada en prácticas positivas de crianza. Esto, asociado a una pedagogía de protección de los derechos de los menores, ayudará a construir entornos seguros para el desarrollo de los menores. “El castigo físico es un elemento que está en la raíz de todo tipo de violencia, que incrementa, se evidencia y se perpetúa en todos los casos”, aseguró Carvalho.

Cada año la indignación sobrecoge a los colombianos. Los casos de menores abusados por familiares, asesinados por problemas irreconciliables entre adultos o llevados a la extrema desnutrición, abruman a la opinión pública. Las calles se llenan de reclamos y manifestaciones de apoyo hacia la población más vulnerable del país, pero la realidad es que los menores siguen desprotegidos.

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De acuerdo con el ICBF, los menores entre cero y seis años son los más indefensos de la población infantil. Los casos de maltrato se relacionan con prácticas de crianza en las que la violencia que recae sobre los menores es naturalizada muchas veces, justificando el castigo o la corrección de comportamientos que estos demuestran.

Para Carvalho, el contexto de conflicto en el que ha vivido el país deteriora las condiciones culturales de la sociedad colombiana. “Venimos de una cultura de violencia que está demasiado arraigada en nuestra población. El conflicto pesa mucho y se ha naturalizado en todos los contextos y todas las dimensiones”, dijo. Aseguró que esta situación es aún más preocupante cuando en las familias no se entienden las implicaciones que las concepciones negativas tienen sobre los niños.

El estado en el que se encuentran los menores del país no es la única condición que deba examinarse con lupa. Las marcas de cualquier tipo de abuso sobre ellos no se quedan en esta etapa, pueden perdurar y afectar de manera significativa su vida como adultos. En los entornos más cercanos a los niños son los que ellos se encuentran frecuentemente en situaciones más vulnerables. Las agresiones en su contra ocurren principalmente en sus propios hogares o son cometidos por personas relacionadas a la familia.

Las cifras han provocado la reacción de la Alianza por la Niñez Colombiana, que exigió una investigación profunda sobre el caso de la menor en Bogotá. En un comunicado expresaron que "actos como este ocurren a diario, como lo demuestran los registros de 2016 del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, según los cuales el 86 por ciento de las valoraciones por presunto abuso sexual fueron menores". 

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De acuerdo con Carvalho, la violencia de la que son víctimas los niños, genera una situación de estrés permanente que tiene consecuencia en su salud tanto física como mental. “Las experiencias que viven los menores en los primeros años pueden repetirse. Quien es víctima tiene altas probabilidades de volverse victimarios en algún momento de sus vidas”, aseguró, mientras argumentaba que como sociedad podemos estar generando agresores en potencia.

El país parece vivir de espaldas a los derechos de esta población. Atacar el problema de raíz en un desafío en ascenso. El panorama, aunque desalentador, debería ayudar a encontrar caminos que conduzcan a la solución de un flagelo que no da espera.