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En algunos colegios, como en el Gimnasio Los Caobos, algunos alumnos participan en el proceso de elección de los títulos que leerán a lo largo del año. oto: Nathalia Angarita - semana

LECTURA

¿Qué libros leen hoy en los colegios de Colombia?

Varios colegios del país le apuestan a un nuevo modelo pedagógico: pasar de la lectura obligatoria a otra que privilegie el placer de leer. Como consecuencia, ya no les imponen a los alumnos de hoy muchos de los títulos de ayer.

22 de septiembre de 2018

Beatriz Caballero Holguín tiene una anécdota que se ha vuelto famosa con los años. De pequeña, sus compañeros de clase llamaban a su casa para hablar con su padre, el escritor Eduardo Caballero Calderón, para preguntarle por una lectura obligatoria en los colegios de los años sesenta: Siervo sin tierra. Sin embargo, los jóvenes no buscaban profundizar la lectura, sino ahorrársela: muchos le pedían al escritor que les resumiera la novela completa. Esta historia pone de relieve una vieja disyuntiva escolar: ¿obligar a leer ciertas obras clásicas hace que los jóvenes desarrollen tedio y aburrimiento?

La situación no comenzó ayer. Hasta hace poco, los planes de lectura de los colegios consistían en leer obras del canon literario colombiano. Con Eduardo Ca-ballero, Fernando Soto Aparicio o Eduardo Zalamea Borda, los maestros esperaban que los estudiantes se acercaran a la historia del país.

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En cuanto a los clásicos, ciertamente ganaron un espacio que se ha mantenido hasta hoy. Títulos como la Ilíada, la Divina comedia, Don Quijote, Fuenteovejuna o El carnero, entre otros, permanecen en las lecturas obligatorias sin mayores cuestionamientos, debido a que, a pesar de su antigüedad, mantienen valores universales que atraviesan las épocas y las culturas.

Sin embargo, la profundidad y reconocimiento de dichas obras no bastan para que los alumnos se conecten con ellas. Debido a los múltiples arcaísmos, contextos históricos lejanos y traducciones de baja calidad, los estudiantes por lo general las rechazan y buscan otros medios (resúmenes en línea, adaptaciones cinematográficas, pedirles a otros compañeros que les cuenten la trama) para cumplir con la obligación de la materia, mas no para cultivar el hábito de la lectura. Según Enrique González, presidente de la Cámara Colombiana del Libro, si los alumnos no disfrutan de la lectura, la comprensión se verá comprometida. En ese sentido, de nada sirve imponer la lectura de un gran clásico si la comprensión va a ser nula.

Docentes como Adriana Her-nández, de la Institución Educativa Técnico Industrial Comuna 17 de Cali, sostienen que debería existir un equilibrio entre las lecturas que son un disfrute para los estudiantes y las tediosas: “Yo sigo incluyendo a los clásicos en el plan lector porque tienen una profundidad humana impresionante. Pero también hay textos contemporáneos que sin duda resultan ser un espejo para los alumnos”. Incluso, estudiantes como Sebastián Hoyos Hoyos, del Gimnasio Moderno, se sienten identificados con los clásicos, aunque reconoce que la mayoría de sus compañeros no le ven sentido a la lectura de Virginia Woolf o Albert Camus.

Para impulsar el vínculo entre lectura y placer, muchos colegios han cambiado las obras literarias incluidas en sus planes de lectura para que los estudiantes decidan qué quieren leer, dependiendo de sus inquietudes, gustos o intuiciones.

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En cuanto a escritores contemporáneos, se destacan casos como los de Mario Mendoza y Ricardo Silva Romero en el panorama literario colombiano. Varios colegios han incluido los libros de Silva En orden de estatura y Todo va a estar bien en el plan lector, sobre todo en grados de primaria. El escritor cree que si los jóvenes leen literatura actual, seguramente luego llegarán a los clásicos sin la sensación de que es una lectura difícil o para unos cuantos elegidos. La percepción de dificultad ha sido un gran error histórico. En el panorama internacional, libros fantásticos como la saga de Harry Potter o incluso best sellers en español como las novelas de Carlos Ruiz Zafón demuestran que los jóvenes sí leen.

También ha contribuido a fortalecer la lectura como un disfrute la participación de los estudiantes al momento de escoger cuáles títulos leerán y cuáles no. Jennifer Klein, rectora del Gimnasio Los Caobos, comenta que desde agosto la institución implementó un nuevo modelo de plan lector. Sobre todo en los grados de bachillerato, propone leer obligatoriamente un título literario cada trimestre y otro escogido por los estudiantes de una lista elaborada por los docentes. Hay tres listas diferentes, por lo que crean tres grupos de lectura para que comenten y analicen su libro. “Con este sistema hemos visto que la motivación de los estudiantes va para el cielo. Si hay motivación, la comprensión es mucho mayor”, puntualiza Klein.

Por último, las dinámicas editoriales de años recientes influyen en las decisiones de los docentes y en el gusto de los lectores. Es el caso de las publicaciones ilustradas o novelas gráficas. Mercedes Consuegra, profesora de lengua castellana desde hace más de 20 años, asegura que muchos de sus alumnos les prestan mayor interés, sin importar el grado que cursen o la edad que tengan. Por eso, adaptaciones de novelas clásicas como La vorágine a un formato ilustrado resultan altamente llamativas para los docentes. Saben que con casos como la novela de Rivera, adaptada e ilustrada por Óscar Pantoja y José Luis Jiménez, la atención y el interés de los alumnos crece por tener dos elementos clave: trama de aventura e ilustraciones de calidad.

Aunque estas novelas ilustradas han tenido ventas altas, muchas instituciones, sobre todo oficiales, no las incluyen en sus planes lectores por su alto costo. Si bien el gobierno en varios colegios impulsó programas como Leer es mi Cuento (que llevó colecciones de 100 títulos diferentes, literarios e informativos a las bibliotecas públicas y escolares más apartadas del país), muchas veces los libros se dañan con facilidad o no pueden leerlos al tiempo varios estudiantes, pues usualmente solo hay un ejemplar por cada título. Para muchas familias, comprar un libro sin descuento resulta imposible, y ahí reside otra de las razones por las que los clásicos sigan siendo parte del plan lector: al estar sus derechos liberados, las ediciones suelen conseguirse por un bajo precio.

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No hay un solo camino para que la lectura deje de ser una obligación. Técnicamente, los docentes tienen la última palabra sobre el plan lector, ya que los lineamientos del Ministerio de Educación sobre los contenidos de las asignaturas, en el caso de español, son temáticos (literatura colombiana, literatura universal, clásicos grecolatinos, etcétera) y eso abre la posibilidad de hacer selecciones muy variadas.

Fundalectura, la institución privada que promueve la lectura, creó hace unos años la lista de “Libros altamente recomendados”. Esta lista busca, a partir de un comité compuesto por editores, docentes, escritores, entre otros, presentar una selección de títulos que por su calidad y temáticas pueden tener acogida entre los lectores jóvenes. Tan solo en la selección de libros colombianos para estudiantes de 15 años en adelante hay títulos por fuera del canon clásico: la adaptación a novela gráfica de Tanta sangre vista, de Rafael Baena, y 29 cartas: autobiografía en silencio de Julio Paredes.

Aunque algunos profesores se ciñen al viejo mandato de que la letra con sangre entra para leer obras literarias, ya hay esfuerzos que demuestran un viraje hacia otros modelos. Puede que enfocar la literatura como un placer y privilegiar la lectura de autores contemporáneos deje atrás los tiempos en que se llamaba al autor para preguntarle el resumen del libro.