ARTE
El renacer del grafiti bogotano
Lo que tiempo atrás pudo ser considerado vandalismo, hoy se configura como uno de los grandes atractivos turísticos de la ciudad. Bogotá se suma a la lista de destinos de arte callejero más notables del mundo.

Todos los días, llueva o salga el sol, un grupo de al menos 15 extranjeros -reconocidos así por sus pintas mochileras y algunos ojos claros y cabellos rubios- se juntan bajo el domo de la Plaza de los Periodistas, en el centro de Bogotá. El motivo de su reunión: conocer de cerca las muestras más relevantes de arte callejero de la capital; y es que para ellos, el grafiti se ha convertido en una importante razón para visitarla. (Vea: El hombre que transforma los rayos del sol en arte)
El tour empieza a las 10 a.m. con una breve explicación del nacimiento del grafiti bogotano en la que Reinaldo García, apodado Rey, se refiere a composiciones indígenas como las primeras muestras de arte sobre pared vertical de la ciudad. Él, un guía experimentado con más de dos años de bagaje, pide a todos en inglés nativo -pues pasó la mayor parte de su vida en los Estados Unidos- que se mantengan juntos y no crucen las angostas calles del centro histórico sin antes mirar a ambos lados, les advierte que el único riesgo que enfrentan es el tráfico y los invita a tomar fotos con tranquilidad.

Las primeras paradas permiten una diferenciación importante. Hay arte callejero y hay rayones o tags. Estos últimos, no muy creativos de por sí, pertenecen a hinchas del fútbol colombiano o a enamorados que dejan sus ‘cartas’ en las paredes de la ciudad. Más adelante, sin embargo, como gigantescas piezas dignas de detenerse y admirar, se encuentran obras de grafiteros con sus respectivos seudónimos: el australiano Crisp, el mexicano Guache, el español Pez y los colombianos Stinky Fish, DJ LU, Carlos Trilleras y Lik Me, entre otros. Cada uno, desde su técnica, ya sea esténcil, muralismo, pintura con brocha, o papel pegado sobre la pared, expresa una idea. (Vea: La cicloruta de energía solar inspirada en Van Gogh)
Según Rey, “el trabajo del artista es ser el espejo de la sociedad, mostrar las cosas que están sucediendo y que a veces no son tan bonitas. También, ayudar a transformar la perspectiva que tienen los extranjeros del país. Hay personas que vienen acá por el grafiti, y no por cocaína o prostitución. Les gusta el café, el arte, la cultura, y llegan por eso”.
Bogotá Graffiti Tour empezó hace cuatro años por iniciativa del australiano, ahora radicado en Colombia, Christian Petersen. Su éxito es tal que se llevan a cabo dos tours diarios con el mismo promedio de asistentes, y cada uno funciona como muchos recorridos a pie del mundo, a base de donaciones. Una vez finalizado, los turistas se acercan con billetes de no menos de 20.000 pesos y pagan por lo que consideran un excelente trabajo de difusión. (Vea: Animales increíbles gracias al arte del Amezaiku)
“Empecé el BGT porque quería ayudar a exponer el arte urbano colombiano en todo el mundo. El grafiti en Bogotá es especial y único por tres razones: primero, las leyes de la ciudad son más tolerantes con estas iniciativas; dos, existen muchos aspectos sociopolíticos en los que inspirarse, hay inequidad, corrupción, crimen organizado y una política intensa, todos estos son temas poderosos para los artistas callejeros; y tres, Colombia tiene una gran belleza estética, las costas, los Andes, el Amazonas… es una combinación potente”, asegura Petersen.

El recorrido no finaliza en La Candelaria, en donde la mayoría de piezas hablan de la riqueza artística del autor o del colectivo. Más hacia el centro del comercio, cerca de la calle 19 con quinta, una pared abiertamente política creada por cuatro manos distintas se levanta ante los ojos de los transeúntes. Imposible de ignorar. En ella, Guache, DJ LU, Toxicómano Callejero y Lesivo interpretaron a su manera temas como los falsos positivos, la guerra, la indigencia y el control que ejercen los medios de comunicación.
“En el espacio público hacen falta muchos mensajes. No es posible que solo haya cabida para los avisos publicitarios, debe haber lugar para las expresiones de las individualidades y colectividades”, afirma Andrés, líder de Toxicómano Callejero, quien también se dedica a la creación de iniciativas editoriales que apoyan el arte urbano en Bogotá.
Además de estas zonas, en la calle 26, sobre la carrera 30, en algunos barrios del norte, y en varias localidades del sur, el grafiti continúa su movida como arte emergente. Con técnicas cada vez más refinadas, ideas más contundentes y artistas más preparados, es también usado para reactivar áreas de la ciudad que han sido abandonadas y condenadas a la inseguridad. Podría decirse que, además de ser un atractivo turístico, el arte callejero se convierte, poco a poco, en una manera de darle vida, color y sentido de pertenencia a Bogotá.