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Todo por la papa

¿Vale la pena subir las tasas de interés para controlar la inflación? Los voceros de los empresarios ya han dicho que no. El Banco de la República tiene la palabra.

20 de abril de 2003

La que comienza sera una semana de suspenso. Este viernes 25 de abril se reunirá la Junta Directiva del Banco de la República para decidir si sube las tasas de interés o las deja como están. El asunto se discute intensamente entre quienes creen necesario el incremento y los que, con el recuerdo vivo de los intereses astronómicos que se pagaron en Colombia en 1998, creen que la medida echaría por la borda la recuperación de la economía.

El origen de la discusión esta vez es la inflación. Entre 1999 y 2001 el crecimiento de los precios había estado muy por debajo de las metas del Banco de la República, pero en 2002 esta tendencia se revirtió. La inflación, que en abril del año pasado llegó a estar en 5,65 por ciento, empezó a subir hasta 6,99 en diciembre. En los primeros meses de 2003 siguió subiendo, hasta alcanzar 7,6 por ciento al cierre de marzo. ¿Qué la está impulsando?

Aunque suene curioso buena parte de la explicación tiene que ver con la papa. Esta se encareció 90 por ciento en 2002 debido al clima, que hizo que cayera la producción de este alimento, que pesa mucho en la canasta familiar. El año pasado la inflación total fue de 6,99 por ciento. Excluyendo la papa, sin embargo, sólo fue de 6,1 por ciento. Esto quiere decir que, de no haber sido por la inesperada subida de precio del tubérculo, el Banco de la República prácticamente habría cumplido la meta de inflación en 2002.

Claro está que también hubo otros productos que subieron de precio más de la cuenta. Entre ellos algunos otros alimentos que estuvieron escasos, y también las materias primas importadas que se volvieron más costosas por cuenta de la devaluación. Hay que recordar que el año pasado el dólar inició con un precio de 2.291 pesos y cerró a 2.864 pesos el 31 de diciembre.

La devaluación normalmente tiene un efecto rezagado sobre los precios internos. Primero se encarecen las materias primas importadas y luego los empresarios le trasladan poco a poco el incremento al consumidor final. Hay algunos indicios de que esto es lo que ha estado sucediendo en Colombia en los últimos meses. El Banco de la República suele seguir de cerca los precios de los bienes importables (o transables, que llaman los economistas). La inflación de este grupo de productos subió de 5,4 por ciento en septiembre de 2002 a 6,6 en diciembre. Entre los rubros que más subieron de precio están los combustibles, las medicinas, los productos de aseo y algunos alimentos procesados.

Este repunte de los precios inducido por la devaluación preocupó al Emisor, que tomó cartas en el asunto. En enero pasado subió en 1 por ciento las tasas de interés que les cobra a los bancos por prestarles plata. Fue una movida que tomó a todo el mundo por sorpresa. En su momento el Banco de la República explicó que su propósito era influir sobre las expectativas del público y darle mayor credibilidad a la meta de inflación de este año, que es de 5,5 por ciento. Este porcentaje se ve cada vez más difícil de cumplir si se tiene en cuenta que en los 12 meses terminados en marzo pasado el índice de precios al consumidor aumentó 7,6 por ciento (más de 2 puntos por encima de la meta).

En todo caso, esa primera subida de tasas no tuvo prácticamente ningún efecto. Desde mediados de 2002 el Emisor les estaba prestando a los bancos al 5,25 por ciento anual, cuando la inflación era del orden de 6 por ciento. Esto quiere decir que las tasas eran negativas, pues no alcanzaban ni para compensar el crecimiento de los precios. Cuando la inflación subió a 7 por ciento en enero el Banco ajustó sus tasas a 6,25, con lo cual siguieron igual de negativas. De otro lado, la tasa de referencia que le interesa al público, que es la DTF, no se movió.

Pero la historia podría ser distinta si el Banco llega a subir una vez más sus tasas. El efecto podría sentirse, esta vez sí, en la DTF y en el interés que los bancos le cobran al público por los créditos. Es posible que un aumento adicional de 1 por ciento no se sienta mucho. Lo que preocupa a la gente, sin embargo, es que no sea el último. ¿Hasta dónde va a llegar el Banco en su empeño por controlar la inflación?

La mayoría de los economistas suele estar de acuerdo en que es importante controlar el crecimiento de los precios. Incluso un aumento leve en la inflación, como el que ha habido recientemente en Colombia, tiene efectos indeseables (como la desvalorización de parte de los TES). Por eso el debate no se ha centrado tanto en el objetivo de controlar los precios sino en la manera de lograrlo.

¿Para qué se suben las tasas, al fin de cuentas? En circunstancias normales lo que impulsa la inflación es la demanda. Cuando hay mucha gente gastando mucho los precios tienden a subir, y en ese caso tiene sentido que la autoridad monetaria restrinja la cantidad de dinero en circulación para evitar el desbordamiento de la inflación. La subida de tasas es una manera de ponerle freno a esta espiral.

Pero este no es el caso de Colombia en la actualidad. La causa del crecimiento en los precios no ha sido la demanda sino la reducida oferta de algunos productos. Cuestiones como la de la papa están por fuera del control de la autoridad monetaria. Por eso el Banco de la República no suele reaccionar ante aumentos transitorios en los precios de los alimentos. La reforma tributaria también puede haber impulsado un poco la inflación en los primeros meses del año. Pero este es un efecto que se da una sola vez, y tampoco es controlable por la vía de la restricción monetaria.

En cuanto a la otra causa de la inflación, que es el dólar, el Banco de la República sí puede hacer algo. De hecho, ha venido actuando exitosamente en este frente mediante un mecanismo de opciones de compra de divisas. Desde fines de febrero pasado, cuando empezó a intervenir el mercado, el precio de la divisa ha estado estable, con una leve tendencia a la baja.

Habiendo controlado la devaluación, que es la única causa de inflación sobre la que puede hacer algo, ¿de qué le sirve al Banco subir las tasas? De muy poco. El único efecto que tendría la medida sería sicológico: generar en el público y en los empresarios unas menores expectativas de inflación y de esa manera moderar el crecimiento futuro de los precios. Esto es importante, y de hecho fue la principal justificación que el Emisor le dio a la subida de tasas en enero. Ahora, sin embargo, la pregunta es si se justifica frenar la poca demanda que hay para lograr un efecto puramente sicológico.

Si la inflación se estuviera trepando otra vez a niveles de dos dígitos se justificaría hacer algo al respecto. Pero hay que recordar que aún hoy, después de los aumentos de los últimos meses, el crecimiento de los precios sigue estando entre los más bajos de los últimos 30 años. Al subir las tasas para controlarlo, el Banco de la República estaría incurriendo en un costo político alto por algo que quizá no vale la pena.