50 AÑOS NO ES NADA

La edad de la menopausia ha dejado de ser un punto de llegada y está empezando a convertirse en un trampolín

10 de noviembre de 1986

De repente el mundo parece estarse llenando de mujeres de cincuenta años, y el caso es asombroso: no tiene precedentes en la historia. ¿Brigitte Bardot de cincuenta años? Increíble. Y Sofía Loren, y Raquel Welch, y Francoise Fabian y Gina Lollobrigida. Por otra parte, también Raissa Gorbachev tiene cincuenta años: igualmente increíble.
Nunca había sido así en la historia de la Rusia soviética, donde las mujeres de los dirigentes eran siempre poderosas babuchkas de setenta bien cumplidos--al tiempo que, del otro lado del planeta, Ursula Andress nunca tuvo más de treinta. Y ahora las dos tienen cincuenta. Y Diana Ross, y Ann Margret, y Yolanda Pulecio, que ayer no más era reina de belleza. Sacha Guitry explicaba hace ya medio siglo: "Las mujeres no tienen edad. Hay jóvenes y hay viejas: pero ninguna tiene una edad precisa".

Ciertas edades precisas, sin embargo, marcaron siempre una barrera.
Hace un siglo Balzac podía escribir una novela sobre "La mujer de cuarenta años", lo cual era una definición tan exacta como los novecientos años del Matusalén de la Biblia.
De ese límite en adelante se perdía toda esperanza. En Hollywood, durante mucho tiempo, los treinta y cinco años marcaron el momento exacto en que para los grandes estudios cinematográficos una actriz dejaba de ser objeto sexual para convertirse en actriz de carácter: el primer papel dramático que interpretó Marilyn Monroe en su carrera, el de una mujer solitaria en "Los inadaptados" de John Huston, le llegó cuando había cumplido treinta y seis años y poco antes del suicidio. A esa misma edad, Greta Garbo había entrado en su reclusión legendaria, y el mismo día en que cumplió treinta y seis años Lana Turner fue despedida por la Metro. Ava Gardner resumía ese momento en una frase: "Es cuando sientes que llegó la hora en que simplemente tienes que enfrentarte a lo inevitable: que estás acabada".

Si llegar a los treinta y cinco equivalía, para las actrices de cine, a doblar el Cabo de Buena Esperanza para los navegantes, para las demás mujeres esa raya terrible estaba trazada en los cincuenta, con la llegada inexorable de la menopausia. En Europa, en la Edad Media (y esa superstición sigue vigente en muchas regiones campesinas), se creía que con la llegada de la menopausia la mujer empezaba a despedir tremendos vapores vaginales que agostaban las cosechas. Entre las tribus del Rajhastan musulmán la mujer menopáusica no está obligada ya por la costumbre a cubrirse el rosto con el velo: ya para qué... Casi en el mundo entero, y con variaciones apenas de detalle, la mujer en esa edad veía de un golpe su horizonte cerrado y limitado a las tareas domésticas, las disputas con las criadas, los chismes de comadres, los nietos, la misa, o en el más interesante de los casos la brujería. El más peligroso también: a la segunda cosecha quemada no quedaba ya más salida que la hoguera. No había sino dos edades: jóvenes y viejas--Julieta o las tres brujas de Macbeth. Todos los poetas, desde Ronsard hasta don Luis de Góngora, advertían sobre la necesidad de "cortar las rosas frescas": en la juventud. Y a ese destino sólo escapaban aquellas que disponían del poder absoluto: Isabel I de Inglaterra o Catalina II de Rusia.

Pero ya no es asi. Y si así lo demuestran los casos mencionados de actrices cincuentonas (ver entrevistas con Ursula Andress y Ali McGraw), también lo confirma una pequeña encuesta adelantada por SEMANA.
Media docena de colombianas célebres que rondan los cincuenta años (como en tiempos de Sacha Guitry, la cifra sigue siendo imprecisa) estuvieron de acuerdo en que el medio siglo no es un final, sino más bien un principio. La actriz Fanny Mikey afirma: "Personalmente, fue sólo a los cuarenta años cuando me empecé a sentir segura de mí misma y de mi trabajo". Para la periodista Clara Zawadsky los cincuenta "son una cumbre a la que todas llegan, y produce una sensación de satisfacción porque nadie puede arrebatarle a uno lo que ya ha vivido y tiene como experiencia". Alicia Baraibar, directora de la galería de arte Belarca, asegura: "Ahora me ha ido mejor, porque existe mayor respeto por la edad y por el mismo hecho de ser mujer y trabajadora". Maruja Pachón, periodista de televisión, quien no obstante de estar a algunos años de los 50, responde sin ambages: "El desarrollo integral de las personas y su madurez están en los cincuenta años. Me siento muy cómoda dentro de la actividad que desarrollo con la experiencia necesaria para poder realizarla". Yolanda Pulecio ex reina de belleza y hoy representante a la Cámara, explica: "Si uno logra conservar un espiritu joven, cuando llega a los cuarenta y cinco o cincuenta está en la plenitud por la experiencia y por la capacidad ". Y añade: "A esta edad me siento con más armas para poderme defender". Estrella Nieto, modelo y actriz, empieza por aclarar que ella "no ha llegado a los cincuenta", pero agrega que el verlos cerca "no la afecta para nada".
"Creo que la edad crítica de la mujer son los treinta años. Se siente que ya uno deja de ser una niña, ya no vuelve a ver la cifra veinte, y se empieza a ver en cambio las primeras arrugas. Ahora, uno es más seguro, más consciente del valor de uno mismo, con arrugas o sin ellas: es otra clase de vanidad la que se empieza a valorar. En mi caso personal, ni la edad que tengo ni la que se está acercando me han afectado para nada. Al contrario. La que sí me dio duro fue la cifra treinta".

El siquiatra Alvaro Villar Gaviria consultado por SEMANA, opina exactamente lo mismo: "Actualmente nada tiene por qué afectar a la mujer de cincuenta años, aunque en ciertos grupos sociales existan tabús con respecto al sexo. Pero tampoco el llegar a esa edad debería afectar la vida sexual de una mujer. Al contrario, puede incrementarse. La mujer está ya más allá de cierto tipo de preocupaciones, ya no tiene por qué angustiarse por un posible embarazo, ya ha sacado a los hijos adelante y su hogar ya está organizado, sea rica o pobre.
Las mujeres que rondan los cincuenta están fuera del bien y del mal".

Puede parecer curioso que en países más desarrollados y con una más larga tradición de liberación femenina, como es el caso de los de Europa Occidental, el optimismo de las mujeres con respecto a la edad de cincuenta años sea bastante menos marcado que en Colombia, país, como señala Maruja Pachón, "machista, en donde una mujer se demora más en ser aceptada como persona".
En Holanda, por ejemplo, se publicó recientemente la encuesta hecha por una socióloga entre sus alumnos, hombres y mujeres, pidiéndoles que escribieran cómo se imaginaban a sí mismos a los cincuenta años. Los muchachos escribieron viéndose como médicos, abogados, gerentes: como personas activas. Las niñas, en cambio, dejaron la hoja en blanco.
No podían imaginarse con cincuenta años, no lo comprendían, era un misterio. En París, la oficina municipal encargada de las relaciones entre vecinos hizo una investigación que reveló que la mayoría de las mujeres miran los cincuenta años con terror, especialmente si no son profesionales o carecen de una educación adecuada (aunque esto es igualmente cierto de los hombres: es la edad en que el desempleado no puede volver a conseguir empleo). Una de las interrogadas dijo que esa edad era para ella "una anticipación de la muerte". Otra comentó: "Sé que esta crisis que sufro está en mi cabeza, que los síntomas no existen realmente, que me los invento yo: pero la sufro". Otra declaró que de su edad lo que le mortificaba era ver que los hombres ya no la miraban en la calle y preferían a las más jóvenes: "Es una humillación", dijo. Otra más dijo que la culpa de los problemas que tienen las mujeres de cincuenta años es de la prensa, que ha hecho mucho escándalo con el tema "sin darles a las mujeres la opción de descubrir por si mismas qué es lo que les está ocurriendo".

Pues lo cierto es que la crisis existe, así sea sicológica y no biológica. En muchos casos --dice un sicólogo-uno de los síntomas, o de las consecuencias, es la drástica reducción de las relaciones sociales de las mujeres afectadas: se sienten demasiado viejas para estar con las jóvenes, y demasiado jóvenes para estar con las viejas --aunque en algunos casos compartan los síntomas de éstas. Un siquiatra alemán explica que muchas mujeres optan por encerrarse en una especie de gueto para esconder al mundo, y especialmente a sus maridos y a sus hijos, la ansiedad que padecen. "Más que un miedo a la vejez --dice un especialista--es un temor al final de la fertilidad y de la sexualidad. Es cierto que se presenta un desequilibrio hormonal, pero los sintomas no son ni extraños ni preocupantes. Si la mujer entiende que las sensaciones nuevas que experimenta son, en cierta forma, similares a las que tuvo cuando llegó a la pubertad y despertó a la sexualidad, podrá manejar mejor su situación ". Los ginecólogos señalan que los trastornos siquicos tienen que ver con la idea errónea de que a esa edad los deseos sexuales desaparecen, cuando no es asi: "A los cincuenta años la mujer está en estupendas condiciones físicas y su capacidad intelectual está intacta".

Pero lo que es indudable es que las actitudes han cambiado. Para muchas mujeres la menopausia era un "hueco negro" en el cual todo desaparecía, empezando por ellas mismas.
Según un especialista, "padecían del sindrome del nido vucío": se sentían relegadas, amadas menos, deseadas sólo un poco, como esos muebles de museo que están ahí sólo para ser mirados, pero no usados. Era un periodo en el cual no era normal ser comprendidas por sus maridos, ni por sus hijos, ni por sus amigos. Y lo peor es que no existía medicina que lo aliviara porque no era una enfermedad: era un trance. Hoy, el hecho de que la mujer se ha convertido en casi la mitad de la fuerza laboral, ha hecho que muchas de las grandes satisfacciones lleguen a los 50, que es cuando llega normalmente la consagración profesional. Por otro lado la revolución sexual de los años 60, 70, acabó en gran parte con los tabúes que existían en generaciones anteriores, donde la sexualidad era asociada con la juventud y la juventud era sublimada. Existen estudios que alegan que mientras la sexualidad de los hombres llega a su punto máximo alrededor de los 20 años, en el caso de las mujeres es alrededor de los 40 y de ahí para adelante. La proliferacion de separaciones y divorcios ha hecho que las personas que están en esta categoría pasaran de ser en 20 años, las aves raras del paseo a la manada más numerosa; esto a su turno ha cambiado el concepto tradicional de abandono por el de independencia o inclusive soberanía. Por otro lado, con el vertiginoso aumento en el cambio de parejas, muchas mujeres a los 50 años están más felices en su segundo matrimonio de lo que estaban a los 25 en el primero.
La actriz Francoise Fabian opina sobre este cambio: "A los cincuenta años, sigo trabajando y amando como si tuviera veinticinco", afirma. Y coincide con lo expresado por sus colegas colombianas Fanny Mikey y Estrella Nieto: "El verdadero cambio me llegó a los cuarenta: es entonces cuando el cuerpo y la mente exigen más de la mujer". Fanny Mikey, por su parte, aclara que casos así "no se pueden generalizar. Yo soy actriz, y el actor no tiene edad. Cuando tenía veinte años hacía papeles de vieja y me sentía de sesenta años. Eso depende del papel: si es de joven me siento joven. Y si es de vieja, vieja". Pilar Moreno de Angel, directora de la Biblioteca Nacional, lo confirma desde su ángulo: "La edad no tiene importancia. Si sicológicamente se está en buenas condiciones no debe haber preocupación.
Los cincuenta son una edad muy bella por la experiencia y por los conocimientos a que se puede haber llegado". Estrella Nieto insiste: "No creo que la edad tenga que ver, creo que solamente cuentan las ganas, atreverse". Clara Zawadsky, comparando lo que sucede hoy en día con otras épocas, subraya que "ahora existe mayor independencia de la mujer, hay mayor facilidad de expresión, hay menos inhibiciones, y además hay una total naturalidad frente al amor. Es totalmente lo contrario de lo que pasaba antes". Y el siquiatra Villar Gaviria concuerda con todo lo anterior: "Pienso que, evolutivamente, los cincuenta años son una edad muy favorable para la mujer. Hasta se puede decir que es una edad punto de partida para el desarrollo real de la mujer como mujer".

No un final, pues, sino un principio. No es a los cuarenta, como en la manoseada frase, cuando la vida empieza, sino a los cincuenta. O si no la vida, al menos olras vidas. Yolanda Pulecio, que ha tenido ya varias sucesivas--reina de belleza, protectora de gamines, madre de familia, diplomática--considera que ha llegado el momento de iniciar no ya su primera, sino su segunda carrera política: "Ahora soy más consciente de las responsabilidades que cuando fui concejal, siendo muy joven. Además pienso que hay muchas cosas en la vida que todavía no he podido realizar. Son sueños y metas que uno se fija, y es ahora cuando hay que ponerse las pilas para realizar esos sueños".

Por si lo anterior fuera poco, esta disticamente hablando una mujer de cincuenta años tiene todavía unos treinta más de vida normal por delante. Casi diez más que un hombre. --

ALI MC GRAW
"¿EL ROMANTICISMO? UN CURSO SUPERADO"
Ronda los cincuenta años, pero nadie lo creeria. O al menos no lo creían los que la miraban de cerca en el festival de cine de San Sebastian, en el País Vasco español. Sigue teniendo la misma sonrisa, la misma expresión ingenua, las mismas ganas de hacer bromas cuando arguien le formuIa una pregunta complicada. Paciente y cordial con los fotografos que la hacían caminar por la playa, voltearse, detenerse, cruzar las delgadas piernas, abrir los brazos. Nunca perdió la calma en medio del tumulto que provocaba cada vez que aparecía en público.
SEMANA estuvo allí y hablo con ella.

SEMANA: Siempre insisten en preguntarle por su papel en Love Story ("Historia de amor"), que se filmó hace más de quince anos...

ALI MC GRAW: Perdóneme la expresión, pero es siempre la misma mierda con esa película. La sensación que me dejan es que en todos estos quince años que han pasado no ha ocurrido nada en mi carrera.

S.: ¿Como si usted se hubiera congelado en el espacio y el tiempo?
A.M. G.: Exacto: como si estuviera en uno de esos viajes a las estrellas en que uno se queda dormido durante muchos años y entonces despierta y, claro, hay que seguir hablando de lo mismo porque nada ha cambiado.

S.: ¿Cómo ve usted el cine norteamericano actual?
A.M.G.: Pienso que hay demasiadas películas para los jóvenes, para los muchachos. Creo que Hollywood está dirigiendo todos sus esfuerzos a captar esos millones y millones de adolescentes que antes se quedaban mirando televisión o practicando deportes. Algunas son excelentes, pero muchas son detestables, muy agresivas, muy violentas. Y el problema que veo es que las mujeres maduras, especialmente las que ya nos acercamos a los cincuenta, no tendremos la más mínima opción en esta nueva clase de cine, a menos que hagamos de mamás o de abuelas.

S.: A propósito de abuelas, uno se pregunta cómo conserva usted ese cuerpo y ese rostro y esa vitalidad a pesar de sus...
A.M.G.: ¿...A pesar de mis cuarenta y siete años? Bueno, lo que pasa es que llevo una vida sana. No uso estimulantes, no me drogo, no participo en las famosas fiestas de cuatro días con la gente del cine, me someto a una disciplina intensa, tengo una dieta especial. Y me cuido. Porque sé que el día que este cuerpo no tenga esta apariencia, el cine--si es que me necesita--buscará un sustituto.

S.: ¿Siempre es tan realista, diríamos, tan cínica ante su carrera?
A.M.G.: Fui romántica durante los primeros años de mi juventud, fui romántica con los hombres, con el cine con los temas que me ofrecían. Pero es un curso superado.

URSULA ANDRESS
"LOS HOMBRES ME QUIEREN DEVORAR"
Ella sabe que los fotógrafos se estremecen de estupor cuando se agacha, sea para firmar un autografo o para arreglarse un zapato, sabe que los flashes estallan tan pronto sus enormes senos pugnan por zafarse y brotar, los mismos senos que ella, superados los 50 años, sigue ostentando como prueba de belleza y vitalidad.
SEMANA estuvo con esta mujer en la ciudad española de San Sebastian, en ocasiones a solas y otras-con mas de un centenar de reporteros que buscaban, inútilmente, alguna reacción airada de quien durante todo el tiempo fue mirada simplemente como un objeto hermoso: Ursula Andress.

SEMANA: Le molesta que la sigan tomando como un objeto sexual? URSULA ANDRESS: Más que molestarme, me halaga que, pasados los cincuenta años, los fotógrafos no pierdan un solo gesto, un solo movimiento, con el fin de pescar una pose "atrevida" de una mujer que es igual a todas las demás y que sólo tiene la ventaja de estar en este oficio, que al parecer, es uno de los más antiguos del mundo... a juzgar por la picardía que despierta en todos.

S.: Pero durante su larga carrera usted siempre ha sido mirada como, perdone la expresión, una "hembra" y no como una actriz...
U.A.: La verdad es que yo entré al cine más como diversión que con sentido profesional. O sea, no es que desprecie el trabajo de los actores, me parece una profesión digna y respetable como cualquier otra; pero, en mi caso, nunca he querido que me vean como una gran actriz, como un ser dramático que le saca toda la esencia a los personajes. No, el cine y la televisión para mí siempre han sido eso, una diversión, un pasatiempo, una forma de divertirme y, por supuesto, de ganar dinero.

S.: Lo que muchos se preguntan, viéndola tan hermosa, es cómo hace usted para conservarse así...
U.A.: Bueno, para conservar este cuerpo que, repito, no tiene nada de excepcional, puede ser igual a cual quiera de estas reporteras que quieren destrozarme con sus preguntas, me limito a seguir una disciplina física y mental que no he interrumpido nunca, ni siquiera mientras esperaba a mi hijo. Como apenas lo indispensable a pesar de ser glotona, creo que es uno de mis grandes vicios, comer y comer bien y eso me ha alegrado de estar en España, porque podré adquirir un buen jamón para llevarlo a mi casa en Roma. Le decía que sólo con disciplina puede conseguirse una vida más tranquila, más moderada y más larga.

S.: ¿Hasta cuándo seguirá usted en el cine?
U.A.: Hasta cuando los productores me busquen. Fíjese que semanalmente me llegan ofertas de películas para el cine y la televisión.

S.: En la pantalla usted es una mujer sensual, devoradora de hombres...
U.A.: Yo no devoro a los hombres (se ríe), los hombres más bien me quieren devorar...

S.: ¿Cómo se siente una mujer al saber que es deseada por millones de hombres?
U.A.: De eso se trata. Creo que el cine y la televisión y en ocasiones los libros lo que logran es crear un mundo artificial, un mundo falso, y las personas que están al otro lado, o sea, los parroquianos, entonces se inventan historias y proyectan sus deseos y ansiedades cuando uno aparece en la pantalla. El cómo lo hacen, depende de las obsesiones de cada uno.

S.: ¿Pero no le molesta, por ejemplo en la calle, que la miren y la detallen tanto?
U.A.: Sé que no soy fea, que atraigo a los hombres. Entonces, qué puedo hacer...

S.: ¿Usted sí cree en el amor?
U.A.: Completamente. Por eso me arriesgué a tener un hijo pasada cierta edad.

S.: Ante la presencia en el cine de tantas actrices nuevas y jóvenes, ¿se siente usted relegada?
U.A.: Puedo mostrar la cantidad enorme de guiones que me ofrecen, si es que eso puede responder esa pregunta.

S.: ¿Cree que su carrera, su belleza, pueden ser un estímulo para las mujeres que ya pasaron los cincuenta?
U.A.: Puede que sí, puede que las mujeres con más de cincuenta años, que no es una edad fácil de llevar, al mirarme en el cine o en persona piensen que si yo sigo tan activa, tan viva, por qué ellas mismas no pueden conseguirlo también... No como ejemplo, como estimulo.