Bernardo Ismael Cañón tiene 36 años y es médico internista del Hospital Méredi. | Foto: Juan Carlos Sierra

INFORME ESPECIAL

“He visto morir a gente de 40 y sobrevivir a gente de 90”

Tras seis meses de pandemia, para el médico Bernardo Ismael Cañón la covid sigue siendo muy incierta. No hay manera de saber quién vive y quién muere y esa presión es tanta que ha tenido que hacer terapias de fortaleza espiritual para mantenerse positivo.

1 de agosto de 2020

Recuerdo un paciente de 44 años, obeso, al cual le hicimos todas las terapias posibles. Había hablado con él a las tres de la tarde y diez horas después tocó intubarlo. Falleció en 48 horas. Me dio muy duro porque en una habitación a su lado había un viejo de 90 años, hipertenso y que estaba muy mal. Ya le estábamos haciendo los últimos tratamientos con corticoides, pero no creíamos que se fuera a salvar. Y se salvó. Fue un gran contraste. Muere el de 42 y el de 92 queda vivo. Esto duele, y más cuando has hablado con ese paciente y parecía que todo iba bien, pero se muere a los dos días. En cambio el otro, que parecía muy mal  y sin opciones, salió de la UCI. Eso habla de que los jóvenes también mueren y que con la covid todo es muy incierto

Desde la vestimenta hasta la medicina, todo ha cambiado. Antes el abordaje de un paciente era muy diferente, ahora veo otro tipo de medicina. Hay muertos todos los días y solo el hecho de intubarlos implica un riesgo de mortalidad. Unos pacientes salen y otros no. Todo paciente obeso, hipertenso o con hipotiroidismo, ya de entrada tiene altísimo riesgo de complicaciones y uno se lo dice a las familias, pero hemos visto morir gente joven sin comorbilidades, pero también hay un viejo que se salva. Esos son diagnósticos muy inciertos.

Yo hacia ronda de pacientes como si nada y ahora es con uniforme. Estar expuesto al riesgo genera tensión porque da temor la posibilidad de infectar a otros. Claro que uno se entrena y se capacita para manejarlo. El miedo de contagiar a mis papás es tal que los veo solo una vez al mes. Viven a tres cuadras de mi casa. A mi papá no le doy un abrazo desde hace dos meses y esa vaina duele. Pero valoro sus palabras y sus mensajes o ‘un Dios te bendiga’.

También los protocolos y cuidados para llegar a la casa son importantes. Mi esposa trabaja en el sector y tenemos un hijo de cuatro años y medio. Solo después de media hora de haber llegado los saludo, pero cero abrazos. 

La pandemia hace valorar los momentos. Me ha cambiado  la vida porque hoy vivimos con lo mínimo. Esa restricción lastima y cuando llego a la casa no hablo de covid para descansar, aunque la tendencia es hablar de ello. Sí hacemos conversaciones muy cortas, pero no queremos tocar el tema. 

Tengo turno en dos días en área covid y debo ir mentalizado a un turno complejo, a ver pacientes llegando en mal estado general, a hacer asistencia respiratoria. Eso es a diario. La posibilidad de que llegue un paciente covid sano es remota, siempre tienen algo y eso es lo complejo. Uno trata de sacar fuerzas. Hice terapia de fortaleza espiritual porque hay tanta carga emocional que necesitas muy buena energía y trato de llamarla porque aquí lo que se necesita es mentalidad positiva.