EDUCACIÓN

¿Es posible enseñar a ser feliz?

Están de moda las cátedras universitarias para impartir hábitos que promueven la satisfacción personal. Sus profesores explican por qué lo hacen y a qué se debe su éxito.

17 de febrero de 2018

Recientemente, el diario The New York Times relató que la cátedra Psyc 157 de la Universidad de Yale es la más popular que haya tenido en sus más de 300 años de historia. Según el artículo, 3 días después de que se abrieron las inscripciones, la asignatura tenía 1.200 alumnos en lista, cifra que representa el 25 por ciento del total de estudiantes de dicha alma mater.

Como cuenta su profesora, la psicóloga Laurie Santos, creó el curso porque los estudiantes quieren cambiar la cultura de estrés de las universidades. “Quería ayudarlos a sentirse más felices y menos estresados”, dijo Santos a SEMANA. El padre de esta tendencia es Tal Ben-Shahar, experto en psicología positiva, quien en 2006 creó en la Universidad de Harvard la materia Positive Psychology 1504, para enseñar empatía, amor, creatividad, espiritualidad, humor y otros aspectos relacionados con la satisfacción en la vida. Lo hizo por la misma razón de Santos y con el mismo impacto. Hasta 2015 se habían inscrito más de 1.400 estudiantes lo que la convierte en la más popular en la historia de Harvard.“La felicidad es la gran preocupación de la gente. Todos queremos ser más felices o menos infelices”, dice Ben-Shahar a SEMANA. Hoy, se cree que hay 200 cátedras universitarias en el mundo sobre el tema y Colombia cuenta con al menos 10 según Leonardo Palacios, director de la asignatura Educando para la Felicidad, de la Universidad del Rosario en Bogotá. Algunos colegios han acogido también la tendencia.

Puede leer: Cinco claves para hacer feliz a todo un país

Aunque desde Aristóteles la felicidad ha sido importante hay un renacer del tema debido a “la alta competencia, el excesivo uso de la tecnología, la falsa felicidad, entre otras cosas”, dice Palacios. También tiene que ver con un cambio de paradigma: de estudiar la enfermedad (depresión, ansiedad), la ciencia se enfocó en ver qué hace a la gente tener éxito y sentirse bien. “Además, vamos a vivir más. ¿Quién quiere vivir más años pero infeliz? Yo no”, dice Andrés Ramirez, pionero de estas clases en Colombia con su cátedra en el Cesa, que comenzó a dictar en 2013.

Si bien al principio muchos las escogían como costuras porque “les cuadraba el horario, les parecía chévere el nombre o no sabían que más meter”, hoy Ramírez admite que el 80 por ciento llega a su clase por recomendación de alguien. Solo reprueba la clase quien no asiste o quien se raja a sí mismo porque el examen consiste en una autoevaluación que hasta el sol de hoy solo ha perdido un francés.

Algunos ven esta materia como un producto más de autosuperación personal con empaque de curso universitario. Pero para Andrés Aljure, quien dicta la cátedra de Felicidad en un posgrado de la Universidad de La Sabana, los contenidos son profundos y serios y están apoyados en la piscología positiva, una rama de la academia que ha demostrado tener un impacto no solo en el bienestar del individuo sino de las organizaciones. “Está demostrado que una persona feliz es más productiva y comprometida con la empresa”, asegura.

Le sugerimos: ¿Qué nos hace realmente felices en la vida?

Esos estudios científicos, además, han mostrado que la felicidad se puede enseñar porque los hábitos, comportamientos y creencias de las personas tienen impacto en el 50 por ciento de su nivel de felicidad. “Y como yo puedo modificar los hábitos, también puedo modificar mi satisfacción”, explica Aljure. En estas clases hay muchas lecciones importantes, como que la felicidad es posible, pero requiere de esfuerzo “y más trabajo del que se piensa”, dice Santos. Para Aljure se trata de un traje a la medida y no de una receta mágica. Para Palacios, la felicidad “está más en el corazón que en el bolsillo”. Ramírez, por su parte, cree que la más importante lección de su cátedra es cómo construir relaciones saludables. “Es sobre cómo me relaciono, primero conmigo mismo y luego con mi entorno”. Y un alumno suyo que luego de dos años de no hablarle a su padre decidió perdonarlo después de recibir esta lección, prueba que la clase sirve, y mucho.