Doctora Carmen Alegría. | Foto: SEMANA

Hablan los expertos

“Sentí tos, fiebre, dolor generalizado y luego dificultad para respirar”

La española Carmen Alegría pasó de atender en urgencias a ser paciente de covid-19. Durante su recuperación en casa relató en Twitter que lo peor fue no poder respirar y que el virus la tumbó a la cama. Hoy dice que el mejor remedio es mantener la calma. Esta es su historia.

25 de marzo de 2020

Todos le dicen la doctora Alegría. Es Carmen Alegría, médica de urgencias desde hace 30 años, acostumbrada a atender a todos los que llegan con cualquier tipo de patología. Hace un par de semanas en el servicio de Urgencias donde trabaja en España empezaron a llegar muchos casos de personas con síntomas respiratorios. El personal de salud sospechó que podía ser coronavirus. A pesar de llevar mascarillas de papel y guantes ella se contagió con un paciente. “Está claro que cuantas más barreras pongas y precauciones tengas, mejor. Pero hay que reconocer que este virus es muy contagioso”, dijo en conversación con SEMANA. Este es su relato:

“Yo empecé a sentirme mal justamente el viernes 13 de marzo y por mal digo: tos que fue el primer síntoma, luego un poco de malestar y enseguida apareció la fiebre y muy enseguida apareció un dolor llamativo generalizado. Apareció la dificultad respiratoria pocos días después, perdí el gusto y el olfato y sobre todo me dio mucho cansancio, similar al que a uno le da luego de muchos días seguidos de estar en guardia, sospeché desde que empecé con los síntomas y solo tuve confirmación hasta que me hicieron la prueba tres o cuatro días después.

Cuando me empecé a sentir mal solo tenía en mente un objetivo: proteger a mis seres queridos que formaban parte de la población que tiene riesgo adicional por patologías previas. No quería seguir trabajando, pero tampoco tenía los suficientes síntomas de urgencia como para ir al hospital. Entonces el primer paso que tuve que decidir fue la sanación en el domicilio. Una vez resuelto eso, reconozco que enseguida mi cuerpo se permitió el lujo de decir ‘estás malito’ y enseguida me empecé a sentir mal. Solo quería estar tumbada y así estuve dos o tres días.

No llamé a ningún colega, a nadie. Los primeros días no tienes fuerza ni para llamar. Yo les digo siempre a mis pacientes que el cuerpo es sabio y hay que hacer lo que él diga. Los primeros días me pedía solamente reposo, no me pedía otra cosa. Reposo, algo para la fiebre y para el malestar. Y es que no hay más tratamiento que el tratamiento sintomático. Poco a poco vas saliendo de esa especie de túnel bastante oscuro. En esos momentos ser médico ayuda muy poco. Ves que los síntomas no son baladís sino serios, ves que el oxigeno no llega, puedes ponerte el fonendo y ver qué cosas están complicadas. Pero lo mejor fue practicar lo que llevaba 30 años diciéndole a mis pacientes: hay que, sobre todo, mantener la calma.

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El tratamiento es sintomático. Ojalá haya tratamiento curativo como hay para diabetes o hipertensión arterial, pero para el virus no hay vacuna y la están intentando conseguir. Si uno está enfermo lo que hay que hacer es un tratamiento que ayude a palear los síntomas, la fiebre el malestar general, la diarrea (con suero), pero nada es curativo. Es un traje a la medida de la persona y de cada síntoma.

El cuerpo para mejorar necesita mucha tranquilidad, mucha confianza, que le dejemos que haga su propio trabajo. El cuerpo está diseñado para la salud y cuando empezamos a respirar con ansiedad lo que hacemos es aumentar los síntomas. Entonces puedo asegurar como paciente que todo aquello que mejorará el sistema inmune es un tratamiento estupendo. He ido mejorando y mejorando. Estuve yo sola. Tengo aún tos. Y el cansancio sigue, pero siento que cada día el cuerpo va ganando la partida y se trata de eso.

Yo diría que cada persona es diferente frente a cada patología. Hay personas que están asintomáticas y aunque no lo saben son capaces de infectar. Puedo ser bolsa andante de virus porque estoy sano y puedo seguir haciendo todo lo rutinario, pero sí que puedo transmitirlo. Ese es un grupo y no se les hace pruebas porque no tienen síntomas. Luego están las personas leves que viven este covid-19 similar a una gripa. Esto es como subiendo escalones.

Después hay un grupo de personas con síntomas gripales multiplicados por diez. Si hay siete escalones por mis propios síntomas he tenido la suerte de parar la batalla en el escalón 3 o 4. He tenidos dos o tres días de muchísima dificultad respiratoria. Pero felizmente hoy estoy aquí. Aun me esfuerzo por tomar aire. Respirar es un milagro fantástico y no somos conscientes de que está ahí y el cuerpo lo hace por sí mismo, solo hasta que notamos que hay algo que nos impide hacerlo. Para mí, respirar ahora es un acto de gratitud porque he sido capaz de aprender que a veces es difícil poder hacerlo.

Siempre he sido la doctora Alegría. Ese es el apellido de mi madre, pero ya hasta mi padre me llama así. Por una razón. Porque uno de los tratamientos que más mejora cualquier tipo de enfermedad es la alegría. Entonces cuando voy a visitar a mis pacientes con mi bata y mi nombre puesto en ella, mis pacientes me ven con el nombre doctora Alegría y la mitad del dolor desaparece. Y aun incluso en mitad del dolor si uno sonríe, en el momento el cuerpo entiende que las cosas no están tan mal y las células se ponen en otra longitud de onda, en otra vibración. Ahí entendemos que así es más fácil curarse. Yo llevo años practicando la medicina tradicional que necesita de recetas, de radiografías, pero se queda corta si no miramos al otro como un todo.

Detrás de un dolor de tripa hay un nombre, un paciente con dolor, hay miedos emociones, un alma. Si no somos capaces de tener en cuenta eso, podemos ir poniendo parches a las enfermedades. Pero hay diferencia entre poner parche y la sanación absoluta. Eso es lo que puse en práctica en esos días. La meditación, medicina y meditar tiene misma raíz etimológica y ayuda en eso y en todas las cosas de la vida. Este es un bache del que cada uno va a sacar lo mejor y lo peor de sí mismo. Aprovechemos para sacar lo mejor. Saquémoslo, es el momento.

La magia de las redes es fantástica. La desconocía. Habitualmente no tengo tiempo para invertir mucho en Twitter, pero apenas me mejoré un poco se me ocurrió decir por ahí que estaba a disposición de quien lo necesitara. Y recibí mas de 2000 mensajes. Personas de todo el mundo. El virus no entiende de países de fronteras, de edades, ni religiones. Un gracias de alguien que te llama desde Panamá, desde todas partes, me sirve para mejorar yo misma. Me encanta sentirme útil y eso mejoró mi sistema inmune porque el cuerpo entiende que si estás ayudando, estás mejor.


No tengo tiempo para contestar a la velocidad que me gustaría. Hay personas que están esperando siete horas a que yo les responda. Ahora tengo menos tiempo porque ha sido un boom de llamadas. No sabía que esto iba a tener tanta trascendencia. Por primera vez contesto llamadas y es otro mundo para mí. Quizá también es que tengo que aprender de redes sociales y se trata de aprender en la vida. Nos sentimos vivos.

Está demostrado o así recomiendan que una vez desaparecen los síntomas hay que esperar dos semanas para estar libre de virus. Estoy esperando el momento en que yo ya no sienta cansancio, tos y otros síntomas que me impiden sentir al 100 por ciento, y en ese momento contaré dos semanas. Luego de eso me volveré a poner mi bata y a urgencias, porque ese es mi trabajo.

No soy inmunóloga, pero parece ser que una vez que pasas la enfermedad felizmente eres inmunes. Incluso puedo contactar sin equipos de protección a los pacientes. Lo cual será un gran alivio.

He aprendido que a veces es bueno ser paciente porque aumenta tu empatía hacia ellos. Es bueno: todos los médicos deberíamos serlo para entender la enfermedad desde el otro lado de la mesa. Aprendes humildad, aceptación, aunque estás mal no sirve de nada enfadarte con el mundo ni con la vida ni ponerte nervioso, aprender a abrazar la vida desde la confianza porque no te queda otra. En la ambulancia cuando el paciente falla yo hablo con el alma del paciente y le digo ‘te estoy trasladando con mi amor y mis cuidados, ya no puedo hacer más, si te quieres marchar te vas con mi cariño, pero si quieres vivir, pon de tu parte. Como los llevo monitorizados es genial ver cómo el electro empieza a estar mejor, la saturación a subir. Ahora comprobarlo como paciente ha sido increíble.


Me encantaría decirles cuándo acabará esto, pero no lo sé. Aun quedan semanas y meses, como es una pandemia mundial tenemos que responder de forma mundial, debemos olvidarnos de las fronteras, actuar como si fuéramos bloque y hacer todo lo que está a nuestra mano. Basta ya de hablar de muertes. Eso no ayuda a los enfermos. Como médico con neumonía quiero transmitir esperanza: a pesar de que se van a infectar, van a salir adelante. Cada uno puede hacer llegar un abrazo virtual. No olvides mandar una dosis extra de vitamina C, es decir de cariño.

Pues sin abrazos no es posible vivir. Y puedo afirmar que los abrazos mejoran la respuesta ante cualquier enfermedad pues cuando hay muestra de cariño se ponen en marcha sustancias curativas en el cuerpo.

No hay vacunas. No hay otra forma que quedarnos en casa no solo por mi sino por solidaridad”.