TRABAJO

La estrategia del último día para ser feliz

Esta técnica de visualización negativa ayuda a incrementar su felicidad, y a recuperar el interés por su vida. Andrés Aljure Saab, profesor y experto en felicidad explica cómo volverse un experto en ella.

3 de junio de 2018

Corría la década de los noventa y ya pasaba casi un año de estar vinculado a la Veeduría Distrital de aquel entonces cuando, repentinamente para quienes allí trabajábamos, la cúpula directiva de esta entidad cambió. Llegó lo que algunos de los 50 funcionarios que trabajábamos allí denominamos  “el régimen del terror”. Todo cambió a partir de ese momento. El estilo de liderazgo era totalmente autocrático, descortés y con una visión del empleado propia de la primera mitad del siglo XX, en donde era visto como tramposo y perezoso.

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A pesar de haber vivido un satisfactorio primer año en mi trabajo, y de haber realizado investigaciones y propuestas para mejorar la eficiencia de las entidades del Distrito, este cambio trajo consigo la vivencia de cosas aberrantes,  como las siguientes: cada empleado debía ‘marcar tarjeta’ al llegar en la mañana, al salir a almorzar, al volver de almorzar y al salir al final de la jornada. El segundo a bordo de esta cúpula directiva, el Viceveedor, subía pasmosamente al segundo piso de la Veeduría, en la casa de la calle 76 con carrera 11, y estando ya al final de las escaleras, con una libreta en mano y señalando con su dedo índice, iniciaba un conteo de cuántos funcionarios estábamos sentados en los respectivos escritorios. Esto era lo que este personaje consideraba como su medición de eficiencia laboral. ¡Increíble desde todo punto de vista, pero cierto!

Podría seguir describiendo más situaciones pero creo que con las anteriores se puede entender claramente que aquello era algo desestimulante, inapropiado y descontextualizado. Fue así como mi sueño de ser un “hombre público” murió. Tras haber realizado varios e infructuosos intentos de presentar ideas y argumentos para adaptarme, inicié un proceso de búsqueda laboral que tomó cinco meses.

En aquella época, cuando las búsquedas de empleo se centraban fundamentalmente en la revisión de los anuncios clasificados, empecé a enviar hojas de vida para las opciones que creía viables. Como consecuencia, fui convocado en varias ocasiones a procesos de selección. Fue una época en la que aprendí mucho de entrevistas y de estos procesos al participar en no menos de 25. Por cierto, cuando usted esté en procesos de búsqueda de trabajo, presente siempre cada hoja de vida, cada prueba y cada entrevista, como si fuera la única. Usted ni nadie sabrá cuál de todas las puertas que se golpean se abrirá.

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En ese momento, a través del teléfono fijo, recibí una llamada de una empresa de reclutamiento y selección de talento humano que me invitaba a participar en un proceso de búsqueda de un jefe de organización y métodos para una compañía farmacéutica. Emocionado colgué, aunque algo confundido porque no había entendido a qué compañía aplicaría a pesar de que me habían dicho el nombre. En una segunda llamada, días después, logré captar el nombre de la empresa donde iniciaría el proceso de selección. Esta compañía tenía en ese momento 32.000 empleados en cerca de 60 países en el mundo y aproximadamente 500 en Colombia. Había sido la compañía líder del sector en 1997 y 1998 en el ranking que emite la IMS (International Marketing Service)

Tuve la enorme suerte de ser el escogido luego de realizar varias pruebas técnicas y psicológicas y de presentar cinco entrevistas. Ingresé en ese momento a una organización maravillosa. Eran parte de los beneficios un paquete que incluía auxilio para gafas, casino, medicina prepagada, planes de desarrollo, excelentes oportunidades de capacitación y pago de bonos por logros de metas extraordinarias entre otros.

Sin embargo, luego de mi vinculación a la empresa y en la medida que pasaban los días, noté algo que llamaba enormemente mi atención. Observé algo que era totalmente incomprensible para mí e, incluso, increíble: ¡había empleados que se quejaban! Yo me preguntaba cómo era posible que esto pasara con tantas prebendas y con la existencia de tan buen ambiente de trabajo, en especial, cuando yo venía de vivir las situaciones aberrantes ya descritas. Incluso llegué a rotular a algunos de mis colegas y compañeros de trabajo como desagradecidos.

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Hoy tengo muy clara la explicación de este fenómeno que observé en 1997. Esta situación se generaba sencillamente por nuestra capacidad de adaptación. Dicha capacidad tiene un lado muy bueno porque nos permite adaptarnos a las consecuencias de eventos no deseados como la pérdida de un trabajo, de un ser querido o de una facultad física, entre otros. Sin embargo, su lado negativo y altamente perjudicial para la felicidad, al que se le denomina adaptación hedonista, es la capacidad que también tenemos de acostumbrarnos a situaciones y condiciones positivas cuando se presentan de manera frecuente y repetida. Esto explica porque, por ejemplo, podemos llegar a pensar que nuestra relación de pareja ya no es tan buena o que nuestro trabajo ya no vale la pena.

La adaptación hedonista es sin duda uno de los enemigos más grandes de la felicidad. Es en este tipo de contexto donde viene muy bien el uso del refrán popular ‘nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde’. Ser consciente de la existencia de este fenómeno, y combatirlo, es valiosísimo para favorecer el incremento de nuestros niveles de felicidad y bienestar en cualquiera de los ámbitos de nuestra vida y no solo en el ámbito laboral o profesional.

¿Qué se puede hacer para eliminar o atenuar los efectos negativos que genera la adaptación hedonista? Comparto algunas opciones a continuación. En primer lugar, genere intencionalmente situaciones y actividades que le permitan experimentar contrastes. Así como valoramos significativamente el poder comer un sencillo pedazo de pan, después de la contrastante experiencia que conlleva un ayuno obligado por la preparación y realización de un examen médico, así mismo podemos mantener el interés vivo en lo que hacemos cuando generamos contrastes en nuestro portafolio de actividades rutinarias asegurando así su diversificación. No en vano, y en este contexto, en la variedad está el placer.

En segundo lugar, usted puede definir y realizar intencionalmente nuevos proyectos con su pareja, amigos, familia o en su trabajo, de manera que despierten nuevos intereses, experiencias y retos y eliminen o atenúen este tipo de adaptación.

Por otra parte, cuando padezca insatisfacción o esté teniendo desavenencias, puede usar la táctica de visualización negativa denominada “el último día”. Consiste en pensar, por ejemplo, que el siguiente fin de semana será la última vez en que tendrá oportunidad de ver a su esposa o a su hijo con quienes ha venido discutiendo recientemente, o será el último día en su trabajo actual del cual ha venido renegando o, en general, el último día de algo que usted tiene o puede hacer pero que le ha perdido el interés. Al ponerle a pensar en lo que perdería y extrañaría,  este ejercicio le permite recobrar la consciencia de esas cosas valiosas que tiene y que subestima al darlas por sentadas. Ahora bien, no sobra mencionar que si lo que pudiera llegar a extrañar no es significativo frente a lo que no le gusta o no le satisface, bueno será entonces evaluar ajustes o, incluso, otras alternativas.

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Finalmente y como cuarta opción, desarrolle la gratitud. Si no suele tenerla o brotarle espontáneamente, y sabiendo que esta no se puede adquirir a través de una inyección intravenosa o del implante de un chip, entonces, cada ciertos días, 10 o 15, usted puede sentarse en soledad o con compañía y hacer una lista de las cosas vividas en ese periodo y por las cuales siente agradecimiento. Esta es otra forma, complementaria al ejercicio del último día, de hacer consciente y reavivar el valor de cosas importantes que ya están presentes en su vida.

@andresaljure