PSICOLOGÍA

Los hijos adultos del divorcio

Aunque todo el mundo cree que los niños son los mayores damnificados con la separación de sus padres, también es traumática cuando ya son grandes.

7 de junio de 2014

Una de las grandes preocupaciones del divorcio es su impacto en los hijos. Pero los padres solo piensan en eso cuando estos son pequeños. Aún más, muchos esperan a que crezcan para anunciarles que se separan. La mayoría cree que si sus hijos ya son adultos, pueden resistir el golpe más fácilmente. Gloria, quien tenía 30 años cuando sus papás se separaron cuenta que sus amigas le decían: “¿Por qué está tan brava? usted ya está grande, eso es problema de ellos”. Pero estaba destruida por dentro.

En la medida en que más parejas se separan a mayor edad, algunos hasta después de 30 años de matrimonio, más hijos adultos están afrontando sin guía el duelo de la separación de sus padres. “El divorcio de los papás siempre es devastador y sin importar la edad de los hijos, este va a estremecer de una u otra forma a los miembros de esa familia”, señala Noelle Fintushel, autora del libro A grief out of Season.

Los hijos adultos del divorcio son un fenómeno en crecimiento en el mundo. En Estados Unidos el número de parejas mayores de 60 años que acaba su matrimonio ha aumentado un tercio en los últimos diez años y, según psicólogos colombianos, ese fenómeno también ha crecido en el país. La ruptura, según Victoria Cabrera, investigadora de la Universidad de la Sabana, llega en una etapa de la vida cuando confluyen dos temas cruciales: la jubilación y el nido vacío, momento en que los hijos se marchan de la casa y la pareja vuelve a estar sola. Muchos no logran ajustar su vida conyugal a esa nueva realidad y se separan sin importar si tienen bodas de plata o de oro a cuestas. Como además el divorcio ya no es un estigma, el aumento de la expectativa de vida les hace pensar que aún tienen tiempo para empezar de nuevo.

Pero lo que nadie imagina es que para un hijo recibir ese golpe después de los 20 años puede ser más dañino que cuando es niño porque los padres ya no hacen el menor esfuerzo por protegerlos. Por el contrario, por ser adultos no ponen límites y les revelan intimidades de la relación o buscan en ellos aliados, psicólogos, abogados y amigos. Natalia Gómez, la menor de tres hermanas, cuenta que cuando sus papás decidieron partir cobijas casi la enloquecen pues tuvo que prestarle un hombro a cada uno para ahogar sus penas. “Mi mamá me llamaba a diario a las seis de la mañana a darme quejas de mi papá. Y luego de hablar con ella, timbraba él con su versión de la historia”. Seguramente si ella hubiera sido una niña de 4 años le habrían evitado ese sufrimiento. De adulta, sin embargo, se sintió atrapada entre la lealtad y el amor por ellos hasta que, años después de servir de psicóloga de su madre, Natalia le pidió que resolviera sola sus asuntos maritales. “No me llamó por un tiempo”, recuerda.

A Daniel Corzo el divorcio de sus padres le afectó mucho pero especialmente cuando él se dio cuenta de que se estaba convirtiendo en el papá de ambos. Los regañaba por las palabras hirientes que usaban contra cada uno. “Mi mamá sacó todo lo que había guardado durante 40 años y mi papá se defendió con su artillería”, dice. Ante esto, Corzo los invitaba a la cordura y en muchas ocasiones les propuso, en vano, la reconciliación.

Según la socióloga Constance Ahron, autora del libro We are still a family, algunos hijos adultos sienten la pérdida de la familia tal y como la vive un niño. Es posible que experimenten rabia por el ‘culpable’ de la ruptura; también es frecuente que sientan culpa, sobre todo cuando ellos escuchan de sus padres que vivieron una vida miserable solo por mantenerles a ellos la idea de familia perfecta. Ante esto, los hijos se sienten confundidos porque creen que sus progenitores tenían un buen matrimonio y esa imagen idealizada se rompe en un santiamén. “Muchos de los recuerdos de la infancia se cuestionan”, dijo la experta a SEMANA.

A otros se les desploma el piso. Después de haber sobrevivido tantos años juntos, los hijos adultos creen que sus padres están por encima del bien y del mal y que a esas alturas del partido todas las diferencias entre ellos podrán reconciliarse. “Uno nunca se imagina que la separación pueda ser una opción para ellos”, dice Melisa, una arquitecta que sufrió hace un año el divorcio de sus padres. Y perder ese referente de pareja ideal, ese ejemplo de amor incondicional y duradero, les estremece los cimientos de sus vidas. “Es una tristeza infinita que viene mezclada con incertidumbre y dudas sobre lo que es y significa el matrimonio”, añade Melisa.

Algunos incluso terminan sus relaciones sentimentales porque dejan de creer en el amor o “entran en ellas con una profunda desconfianza y bajo nivel de compromiso”, dice la terapeuta de pareja Nelly Rojas. Observa con frecuencia que los hijos adultos del divorcio que no han vivido el duelo tienen una idea muy práctica sobre las relaciones. “Si estas no resultan, se van”, explica.

Se sabe que el divorcio resquebraja las finanzas porque se requiere de más dinero para mantener a dos personas que antes compartían gastos. Además, si consiguen nuevas parejas, la prioridad en lo financiero cambia. Por eso el tema económico es una dimensión que afecta de manera diferente a los hijos adultos. Ahrons señala que la sensación de riqueza que sentían cuando ellos estaban juntos se perderá pues sus progenitores ya no estarán tan dispuestos a pagar por vacaciones familiares, educación o ayudarlos en otros rubros. “Ya sea la matrícula de la universidad, la salud para los nietos o préstamos para comprar la casa, ese dinero esperado por los hijos ya no está disponible”, dice la experta. En ciertos casos la situación puede ser peor pues los hijos deberán apoyar económicamente al menos a uno de ellos.

Con los hijos adultos también se ven casos de alienación parental, una fuente de fricción diferente a la que se ve cuando son menores de edad. En su intento por conseguir aliados, los padres les hablan mal del otro para que tomen partido. Y cuando hay nietos, es natural que la pelea ya no sea por la custodia de los hijos sino por las visitas a estos. Hermes Tejada, de 65 años, cuenta que su ex se alió con su hija menor y por cuenta de eso no ha podido volver a ver a sus dos nietos. “Mi hija me dice que no me quiere ver porque la hice sufrir mucho pero en el fondo creo que es porque su mamá la ha puesto contra mí”, dice.

Los expertos señalan que tanto padres como hijos tienen mucho que aprender en este proceso pues tener más años no garantiza que la separación se viva con más madurez. El divorcio, como menciona Cabrera, es un duelo tan profundo como el de la misma muerte y requiere de un proceso guiado para sanar el alma. Por eso, lo importante es tener en cuenta que se trata de una ruptura conyugal, nada más, y que el amor entre los miembros de la familia seguirá intacto si se establecen límites claros.

Para padres e hijos


Los expertos señalan qué deben hacer los miembros de la familia para evitar sufrimiento adicional durante el divorcio.

Hijos: No se dejen enredar

Los expertos recomiendan mantenerse aislados de las peleas de sus padres. “No se involucren, no tomen partido ni se vuelvan consejeros o depositarios de los consejos de la pareja”, dice la psicóloga Nelly Rojas. También sugieren que hagan su propio duelo pues si no cierran este ciclo es posible que pasen sus dudas y temores a sus propias relaciones amorosas.

Padres: protejan a sus hijos

La psicóloga Victoria Cabrera aconseja comunicar a sus hijos la decisión de separarse con claridad para que entiendan sus motivos. Pero a ninguna edad les deben revelar detalles de su vida íntima. “Lo ideal es que den ejemplo y le transmitan a sus hijos la idea de que el amor por ellos no cambiará aunque ya no vivan juntos”.