Masako: ¿Otra Lady Di?

Las feministas japonesas sufren su más grande derrota por cuenta de la futura emperatriz.

22 de febrero de 1993

EL REGOCIJO DE LAS JAPONESAS DURO bien poco. Si bien el anuncio del próximo matrimonio del príncipe Naruhito del Japón con una joven diplomática puso fin a una larga y angustiosa búsqueda de la mujer ideal para el heredero al trono del Crisantemo, también significa el más duro golpe recibido por las feministas japonesas. Cuando empezaban a liberarse de una milenaria tradición de sumisión, Masako Owada, una joven exponente de los logros del feminismo, anuncia que deja su brillante carrera para convertirse en la sombra de su marido, el futuro emperador.
La elegida por el príncipe Naruhito, de 32 años, es una atractiva joven de 29 años, graduada con honores (magna cum laude) en la Universidad de Harvard, quien domina tres idiomas -inglés, francés y alemán-, experta en asuntos económicos, funcionaria de la Cancillería y representante de su país en las relaciones comerciales con los Estados Unidos. Para el mundo y para sus compatriotas, Masako Owada es un claro ejemplo de otro "milagro japonés": los logros obtenidos por la última generación de mujeres que son mucho más educadas, independientes, liberadas y cosmopolitas incluso que la vasta mayoría de hombres japoneses de mayor edad. Sin embargo, el martes pasado, al anunciar su compromiso oficial con el heredero nipón, Masako Owada confesó que siente tener que dejar su prometedora carrera profesional, pero que lo hará por amor. Esto ha hecho reaccionar a las feministas japonesas -quienes la han comparado con Hillary Clinton- y que ahora se preguntan si esa decisión no significa un retroceso en su larga lucha por la igualdad de sexos.
Desde que se conocieron en 1986 -en una cena ofrecida por el principe Akihito en honor de la infanta Helena de España-, el príncipe Naruhito quedó impresionado con Masako. Ella, sin embargo, parecía más interesada en cerrar negocios para el Japón con los fabricantes de computadores gringos que en convertirse en princesa de una de las dinastías más antiguas del mundo. En 1988, cuando él le confesó su amor, ella puso su carrera por encima de la propuesta de convertirse en emperatriz y aceptó una comisión para estudiar finanzas en Oxford durante dos años. Después dejó de verlo por mucho tiempo porque las exigencias de su trabajo la mantenían montada en un avión. En agosto pasado la pareja se reunió por primera vez en cinco años en casa de unos amigos. Luego de un segundo encuentro en octubre, Masako volvió a declinar la propuesta de matrimonio del príncipe. Entonces señaló a sus amigos que el honor no valía tanto como su libertad.
Pero la insistencia de Naruhito finalmente logró convencer a Masako Owada que si bien profesionales exitosas pueden haber muchas en su país, emperatriz hay una sola. Y que este papel podía ser el más alto cargo en su carrera diplomática. En diciembre pasado Masako dio el "si" al imperio. La noticia fue celebrada con bombo y platillos, pues desde hace casi tres años, cuando el príncipe Aya -segundo en la línea de sucesión al trono- contrajo matrimonio con una sicóloga, la gran preocupación nacional era conseguirle una novia al futuro emperador.
Pero mientras Naruhito no parecía mostrar mayor interés por ninguna de los centenares de candidatas que los asesores del imperio seleccionaron para ocupar el honroso puesto, Masako, por su parte, no sólo no parecía interesada sino que estaba entre las menos opcionadas. Para los expertos, era demasiado "occidentalizada" para convertirse en emperatriz de una dinastía de 2.600 años. Ella ha vivido en el exterior -Moscú, Nueva York, Boston y Oxford- más tiempo que en Japón. Y se libró de la estricta educación japonesa al estudiar en una escuela pública de los Estados Unidos (Belmont).
Finalmente el deseo del emperador Akihito, de que su hijo consiguiera esposa por la vía "natural", se hizo realidad. Naruhito se enamoró de la hija mayor de un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores. Una mujer con suficientes atributos para ser coronada: virgen, proveniente de una prestante familia, y no más alta que el diminuto príncipe, que apenas alcanza los 1,50 m. Pero además es una brillante funcionaria diplomática con una prometedora carrera en el servicio exterior. A partir de junio de este año, cuando se celebrará la boda, Masako Owada se convertirá en la primera mujer profesional -y la segunda plebeya (la emperatriz Michiko fue la primera)- en ser coronada princesa y futura emperatriz de Japón.
Sin embargo su brillante carrera quedará en el pasado. Durante los próximos meses Masako debera abandonar su cargo en el Ministerio de Asuntos Exteriores para aprender los complicados formulismos del protocolo real y convertirse en una esposa sumisa, dedicada exclusivamente a la crianza y educación de los sucesores al trono, sometida a las estrictas reglas del protocolo imperial como la exigencia de no salir del palacio sino exclusivamente para acompañar a su marido en los actos oficiales. Sus conocimientos de inglés, francés y alemán apenas le servirán para cruzar unas cordiales palabras con las esposas de los representantes del mundo diplomático que asistan a los banquetes del palacio.
Tal perspectiva no sólo ha desatado las protestas feministas, también ha hecho pensar a muchos si la exigente y aburrida vida palaciega no convertirá a Masako Owada en otra Lady Di. Hay que recordar que hace 30 años, la hoy emperatriz Michiko tuvo que ser recluída en una clínica de reposo debido a una fuerte depresión ocasionada por las excesivas demandas impuestas por la vida imperial.