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Hablan los expertos

“El suicidio es la punta del iceberg”

La muerte de un estudiante de la Universidad Javeriana prendió las alarmas sobre la necesidad de prevenir el suicidio. El psicólogo Miguel de Zubiría propone una manera diferente de manejar el tema, y no es hablando de él sino de los factores detrás de su aparición: la apatía, la soledad , la depresión y la infelicidad.

1 de octubre de 2018

Un joven de 18 años hizo un examen psicológico que preguntaba por el nivel de infelicidad, apatía, soledad y depresión con el fin de conocer su riesgo de suicidio. En un puntaje de 0 a 100, donde 100 es alto y cero bajo,  el joven registró 60 puntos de infelicidad, un poco menos de 40 en apatía, un puntaje de soledad cercano a los 60 puntos y lo mismo en su nivel de depresión. También registró un evento traumático muy fuerte. La lectura de ese examen daba para pensar que su riesgo de suicidio era alto, lo suficiente como para ponerlo en un programa de seguimiento. Sin embargo, ese joven no se suicidó. ¿Por qué no?

Ese joven es hoy Miguel de Zubiría Samper, un psicólogo de 66 años que preside la Liga colombiana contra el suicidio. Su respuesta a la pregunta es sencilla. “Porque en esa época yo era un hippie y nadie pensaba en los años sesenta en quitarse la vida. Pero si hubiera estado en este momento tal vez lo hubiera hecho. Porque el suicidio es una cuestión cultural también”.

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Tal vez por eso, para él no hay que hablar del suicidio porque este solo es la punta del iceberg. Hay cuatro preguntas detrás de ese impulso que la sociedad no se está haciendo: la apatía, que es la falta de metas e ilusiones, anhelos;  la soledad, que es un factor crucial muy poco investigado, la depresión o la autoevaluación, y la infelicidad. Si aparecen uno o dos, o más el mecanismo suicida se puede activar, dice el psicólogo. “Por eso estamos formulando en grupos grandes esas preguntas para evaluar quienes tienen estos factores y actuar antes de que este mecanismo suicida se active pues después revertir el mecanismo es más difícil”.

El mecanismo suicida es algo que ocurre una vez sucede el evento o los eventos traumáticos. Es lo que lleva el joven a la pregunta de si vale la pena seguir con el juego de la vida, a seguir en este mundo,  a pensar que la única manera de resolver los problemas es el suicidio. Luego de esa pregunta vienen una serie de etapas secuenciales muy precisas que llevan al suicidio consumado.  La Liga Colombiana contra el Suicidio busca detectar el problema antes de que ese mecanismo se active.

Para lograr esto, lo ideal sería hablarles a los jóvenes de estos temas, así como en su momento  se les habló del SIDA, del embarazo adolescente y otras temáticas de esa edad. Pero además, los colegios deberían fomentar la evaluación de esos factores de riesgo una vez al año.  Aún en casa, todo buen padre de cualquier muchacho debe hacerse varias preguntas para saber cómo está su hijo.

La primera es saber si tiene anhelos e ilusiones, porque esa es la respuesta a la apatía. La segunda es si analizar si el hijo tiene amigos y es simpático y amable, porque ese es el remedio para la soledad. La tercera implica tener una buena valoración de sí mismo y creer que se es valioso, pues ese es el antídoto contra la depresión. Lo último es identificar si sonríe y vive la vida plena, con ilusión, que sería el remedio contra infelicidad. “Esas preguntas -dice de Zubiría- siempre deben hacérselas los padres”.

No está demás que los papás también se hagan esas preguntas ellos mismos y conozcan su riesgo de suicidio porque si “yo mismo no entiendo el tema, ¿cómo lo voy a enseñar?”, dice.  “Yo, por ejemplo, tengo 76 por ciento de felicidad. Eso significa que tengo que preocuparme porun 27 por ciento de infelicidad”. Solo al saberlo la persona puede tomar medida para mejorar. El tema debería ser de conciencia nacional así como se sabe quiénes son hipertensos y diabéticos.

Según el experto, hoy estamos en un momento maravilloso de la historia humana, tal vez el mejor. Pero también existe el reto de adaptarse a muchos cambios sociológicos. Antes eran comunes las familias grandes de 10 hermanos, pero hoy hay muchos más hijos únicos.  Muchos niños viven solo con su mamá. “Eso tiene un impacto psicológico. ¿Por qué son apáticos? Por que no tiene un adulto con quien hablar”.