COMUNICACIONES

A los ojos de todos

El correo electrónico recuperó un hábito perdido: el género epistolar. Sin embargo es menos privado y seguro de lo que la gente piensa.

10 de marzo de 2003

finales del año pasado Brian McWilliams, un periodista especializado en Internet, logró entrar al correo privado de Saddam Hussein. Lo interesante no fue la facilidad con que lo hizo sino ver que dentro de los mensa-

jes recibidos el presidente de Irak tenía una serie de cartas que provenían de una compañía californiana dispuesta a hacer negocios con él. En los mensajes el hombre de negocios estadounidense le comunicaba que deseaba encontrarse con Hussein personalmente para venderle tecnología a control remoto que podría usar en la eventual guerra contra su propio país. El Herald Tribune publicó la historia para vergüenza del ejecutivo, quien mostró que estaba dispuesto a hacerlo todo por la plata, incluso traicionar su propio país. Aunque no se sabe si el gobierno estadounidense tomó cartas en el asunto, el tema de la inseguridad de los e-mail quedó de nuevo sobre el tapete.

Los casos abundan. La semana pasada, para no ir más lejos, el periódico británico The Observer publicó la noticia de que el gobierno de Estados Unidos estaba vigilando las comunicaciones electrónicas laborales y privadas de algunos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU para saber cuál era su posición frente a la guerra. Cherie Blair, esposa del primer ministro inglés Tony Blair, también resultó perjudicada por la información que ella enviaba en sus mensajes electrónicos. Hace un par de meses la abogada negó haber utilizado los servicios de negociación de Peter Foster, un australiano que ha pagado condenas en su propio país, Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero Cherie quedó como una mentirosa cuando el Daily Mail publicó mensajes de su correo, en los que quedaba claro que el ex convicto la había ayudado a conseguir un apartamento para su hijo Euan cerca de la Universidad de Bristol.

Los famosos no son los únicos afectados. Las anécdotas con los mensajes electrónicos son pan de cada día entre los usuarios de la red. Hace un par de meses Rosario Martínez recibió un e-mail de un compañero de trabajo en el que compilaba una serie de chistes que no la emocionaron mucho. Ella se lo reenvió a su novio con el comentario: "Qué tal el desocupe de este idiota". Pero cometió un pequeño error. En lugar de poner forward oprimió reply y el mensaje fue a dar al buzón de su compañero, quien respondió furibundo que si le parecían tan idiotas con gusto la iba a borrar de su lista. Desde entonces él le declaró abiertamente la guerra en la oficina.

Lo que preocupa a la mayoría es que estos errores pueden tener consecuencias mucho más perjudiciales para la vida que una simple mala cara de un compañero. En los círculos legales el e-mail se ha convertido en una prueba tan importante como la del ADN, a tal punto que en Estados Unidos para los abogados la e de e-mail significa evidence. En todos los escándalos corporativos del año pasado que involucraron a empresas como Enron y Worldcom e-mails que, desafortundamente alguien había olvidado en cualquier computador, a última hora le dieron un giro total a los casos. En Colombia el e-mail hace parte de los mensajes de datos y como tal tiene efectos jurídicos que pueden ser admitidos como medios de prueba en un juicio. "Se están usando más de lo que la gente imagina", dice el abogado Helí Abel Torrado. A pesar de su carácter confidencial un juez puede ordenar el examen de los mensajes electrónicos de una empresa si lo considera pertinente en un litigio.

De acuerdo con la unidad de delitos informáticos del DAS el e-mail es pieza fundamental en la mayoría de casos que investigan. Los más comunes son las amenazas y extorsiones a través de dominios gratuitos. "Pero caen más fácil que cuando usaban correo aéreo pues con un mensaje electrónico quedan huellas que fácilmente se van identificando", afirmó un funcionario de esa unidad. Aunque se trata de un caso mucho más complejo, un simple e-mail olvidado en una computadora la semana pasada permitió capturar a Khalid Sheikh Mahoma, cerebro detrás del atentado del 11 de septiembre.

Para los expertos el problema no es el e-mail. Esta nueva tecnología se ha convertido en una herramienta poderosa dentro de las empresas porque ayuda a optimizar el tiempo y es mucho más económica que otras formas de comunicación. Lo que sucede es que las personas, por razones que aún se investigan, piensan que el e-mail es la panacea de la privacidad cuando en realidad puede llegar a ser tan público como una tarjeta postal. El halo de intimidad que lo rodea ha sido objeto de estudios. Una investigación de la Universidad de Texas demostró que escribir mensajes por e-mail es algo así como hablar a solas, circunstancia en la que es más factible que las personas se sientan dispuestas a contar sus más íntimos secretos. A esto se suma que la gente cree que es fácil deshacerse de un e-mail y no hay nada más equivocado. Aunque es cierto que con sólo hacer un doble clic en 'delete' una persona puede evaporar el mensaje de su computador eso no garantiza que el destinatario no lo guarde por años en su disco duro o, peor aún, que lo imprima y lo archive, o incluso que los envíe a terceros y le den la vuelta al mundo. "Son esencialmente unos sobrevivientes", dice Nicholas Varchaver en la revista Fortune y por eso se han ganado el apodo de 'cucarachas de la comunicación masiva'.

Si a lo anterior se suma lo fácil que es cometer un error de mecanografía en una dirección u oprimir un comando equivocado en el momento de enviar, responder o borrar un correo, un e-mail puede volverse una bomba de tiempo. A María Restrepo le estalló en el momento en que menos lo necesitaba. Pasaba por el peor momento de su proceso de divorcio cuando recibió un e-mail de una compañera de universidad. Ella le contó la historia con lujo de detalles. "Le dije que me habían dejado por otra, que me sentía miserable, en fin?", cuenta María. Estaba tan aturdida que al poner 'reply' no se percató de que en la casilla del destinatario, además del nombre de su amiga, estaba el listado de direcciones de sus 180 compañeros de clase. Su drama personal terminó conociéndolo todo el mundo y María fue el hazmerreír de la facultad. "Durante dos semanas estuve roja, colorada y achantada", recuerda.

Otro mito muy expandido entre los usuarios de correo electrónico es menospreciar el interés que otros le pueden dar a su correo. "¿A quién le van a importar las bobadas que yo escribo?", se preguntan algunos. Y la respuesta es: a mucha gente, incluyendo a la empresa donde trabaja. Cada vez más compañías están adoptando medidas de seguridad, entre las que se cuenta monitorear el e-mail de sus empleados. Se estima que 47 por ciento de ellas en Estados Unidos lo hacen y aunque en Colombia no hay datos confiables existen muchas sospechas de que esta es una práctica rutinaria. "Yo he oído de mucha gente que queda con la duda y por eso creo que lo hacen aunque sin advertir", dice Juan José Uribe, presidente de la Asociación Colombiana de Ingenieros. Hay muchas maneras de hacerlo. Algunos servidores tienen software que puede rastrear palabras clave para la empresa. También es posible hacer una relación de quiénes le escriben a quiénes. "Lo más frecuente es limitar la capacidad del 'e-mail' para evitar que los usuarios envíen bases de datos con información de clientes o que las personas no puedan ingresar a ciertos dominios", dice el administrador de la red de una importante empresa colombiana.

Estas experiencias han generado una conciencia por parte de los directivos de las empresas sobre la necesidad de establecer normas de seguridad que eviten filtraciones y errores, pero lo más importante es reeducar a los usuarios. La regla de oro, antes de presionar 'send' piense cómo se sentiría usted si ese mensaje que está a punto de enviar apareciera publicado en la primera página del periódico más importante de su país.