¡Que viva la escritura!

Escribir a diario puede traer grandes beneficios para la salud mental y física. No hace falta ser un literato. Una experta dice que cualquiera puede lograrlo.

22 de octubre de 2001

Cuando se fue para Europa en 1990 Erwin Ortiz Latorre encontró en la escritura un excelente interlocutor. En sus momentos de mayor soledad durante su estadía en Francia sentía una necesidad de expresar lo que sentía,contar sus vivencias, pero como no tenía a nadie cercano de su familia a su alrededor no tuvo más remedio que tomar un bolígrafo y plasmar en papel todo lo que quería comunicar. Esa necesidad con el tiempo se convirtió en un hábito que nunca pudo volver a abandonar. Años después de su regreso a Colombia Ortiz Latorre se embarcó en la aventura de escribir una novela. Toda las mañanas este abogado santandereano se levantaba muy temprano y entre 5 y 7 de la mañana se introducía en ese mundo de sueños y sólo lo interrumpía para atender responsabilidades cotidianas. Entonces se alistaba para ir a su trabajo en el Banco Agrario, donde ocupa el cargo de asesor jurídico. En 1999 su novela La aurora tras el muro fue editada por la división de publicaciones de la Universidad Industrial de Santander. “Fue una gimnasia rica. Es como sudar y luego bañarse. Algo que surgió, no por la necesidad de ganar fama sino de expresarme y de prodigarme un goce”. Muchos podrían seguir ese ejemplo pero no lo hacen porque la vida diaria se interpone en el camino. Otros piensan que esta actividad es sólo para grandes escritores. Hay otro porcentaje de personas que se sienten intimidadas frente a un papel en blanco y ese miedo espanta la inspiración. Pero lo cierto es que los expertos están promoviendo la escritura debido a que esta actividad ofrece grandes recompensas a la persona, no sólo emocionales sino también físicas. Una de ellas es Susan K. Perry, una doctora en sicología social, quien escribió el libro Writting in flow, en el que recopila una serie de estudios que soportan la teoría de que escribir, así sea un diario o una historia corta, puede ser saludable no sólo para la mente sino también para el cuerpo. Al mismo tiempo la experta ofrece en su libro una serie de estrategias para incentivar el proceso creativo. El profesor de literatura Luis Fernando Afanador sentía que no tenía sentido escribir poemas si ya existían grandes poetas. Ese pensamiento siempre lo obligaba a abandonar el proyecto. Pero una vez superó ese obstáculo y publicó su libro de poemas sintió que había sido un proceso terapéutico, como una aventura que le ayudó a conocerse más. “La persona que empieza un libro no es la misma que lo termina”, dice. Hay que aclarar que escribir un libro, una historia o simplemente llevar un diario son cosas diferentes. Escribir para publicar libros es un asunto que requiere mucha habilidad, disciplina y más técnicas. Un diario es menos complicado porque no tiene reglas de estilo y por lo general nadie, excepto la persona que lo escribe, puede leerlo. Es de conocimiento general que escribir mejor es una excelente terapia para estar bien consigo mismo. Aunque antes le parecía cursi Ricardo Silva Romero, crítico de cine y autor del libro Relato de Navidad en la gran vía, hace poco comenzó a llevar un diario porque necesitaba escribir algo de lo que le sucedía cada día. “Escribo porque si no me siento mal y triste y confundido. A mí me es indispensable. Tengo que escribir. Me ayuda a respirar mejor. Me desahogo de tantas cosas malas que se llegan a sentir y me reconcilio con todas las personas que conozco gracias a que escribo”, afirma. La propia Susan K. Perry cuenta que escribir un diario le ayudó a manejar la ausencia de su hijo cuando éste se fue a la universidad. “Muchas veces escribir ayuda a entender mejor una experiencia difícil y a darle un significado”, afirma. Los Dietrich, una familia de Estados Unidos, vivieron un drama cuando a Lo, una de sus hijas, le diagnosticaron fibrosis cística. Cuando ella cumplió los 15 años sus padres habían aprendido tanto de la enfermedad que decidieron escribir el libro The spirit of Lo, con el cual buscaban que otras personas que tuvieran el mismo drama pudieran beneficiarse con sus experiencias. Un ejemplo más cercano es el de Leszli Khali, la joven secuestrada por el ELN en un vuelo de Avianca de Bucaramanga a Bogotá, quien durante su cautiverio rigurosamente escribía todos los días para darse ánimo. Sus memorias luego fueron publicadas. Hay también una relación entre la escritura y el desempeño escolar, como lo atestigua un trabajo realizado por un grupo de antropólogos como tesis de grado con niños del Distrito de Aguablanca, en Cali. Los investigadores les ayudaron a escribir sobre sus vidas y encontraron que después de ese trabajo su escolaridad mejoró notoriamente. Kitty Klein, investigadora de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, condujo un estudio que demuestra que escribir libera ciertos procesos mentales. En su trabajo, a quienes se les pidió escribir acerca de momentos estresantes de su vida tuvieron mucho más ganancias en su memoria que a quienes se les pidió escribir sobre hechos triviales. Un trabajo similar entre un grupo de religiosas, que causó revuelo el año pasado, mostró las bondades de esta actividad para prevenir ciertas enfermedades degenerativas del cerebro. El estudio concluyó que las monjas cuyas autobiografías eran más expresivas y ricas en vocabulario tenían menos probabilidades de desarrollar el mal de Alzheimer que aquellas que eran parcas a la hora de relatar sus historias de vida. Pero lo sorprendente es que los beneficios de la escritura van más allá de lo sicológico. Un grupo de investigadores dirigidos por James Pennebaker y Janet Seagal concluyó que quienes escriben acerca de experiencias emocionales personales tuvieron menos visitas al médico y gozaban de mejor salud que quienes no lo hacían. “Una vez la persona toma sus recuerdos más importantes y los pone en una historia la mente no tiene que trabajar tanto para darles un significado a estos eventos”, concluyeron los expertos. Escribir sobre momentos difíciles en la vida puede llevar a menos problemas de asma y dolores. Joshua Smyth estudió 112 pacientes que sufrían de asma o de artritis reumatoidea y que llevaban un diario. En 1999 Smyth reportó en el Journal of American Medical Association que escribir sobre experiencias perturbadoras y estresantes tenía un efecto benéfico en los síntomas de las enfermedades. Para lograr todos estos beneficios la doctora Perry aconseja aprender a escribir sin angustia y frustraciones. Si se trata de un diario no hay reglas. Pero cuando es una historia es muy probable que surjan preocupaciones. “¿Le gustará a alguien? ¿Es lo suficientemente clara? ¿Será buena? El mejor consejo es alejar esas voces de la mente y no preocuparse por lo que la gente va a pensar sino hasta que la historia esté terminada”, dice. Aunque lo importante es hacerlo por placer, por necesidad de contar algo, o simplemente para darle significado a la vida, es posible que con el hábito de la escritura se incrementen las probabilidades de producir una obra maestra. Así lo asegura el sicólogo Dean Simonton, quien en una investigación concluyó que “mientras más trabajo realice un artista en su vida mayores serán las probabilidades de que produzca una obra de calidad”. Página web relacionada Página oficial del libro Writing in flow