TRISTEMENTE CELEBRE

Se abre investigación de muertes por envenenamiento con Tylenol. La compañía destruye 22 millones de frascos.

15 de noviembre de 1982

Cuando en la última semana de septiembre algunos medios de información en los Estados Unidos empezaron a especular con la posibilidad de que varias muertes por envenenamiento, registradas en Chicago durante esos días, estarían relacionadas con el uso del analgésico Tylenol, pocas personas se imaginaron que el caso produjera repercusiones de tanta magnitud como las hasta ahora observadas.
Introducido al mercado en 1975 por la compañía Mcneil Consumer Products (una subsidiaria de la archiconocida Johnson y Johnson), el Tylenol tuvo uno de los más meteóricos ascensos dentro de las drogas de su clase. Su ingrediente principal, el acetaminofen, evita a quienes lo toman molestias estomacales, como acidez o irritaciones, generadas por medicamentos similares como la aspirina. Ideal para las afecciones como el dolor de cabeza, la fiebre leve o la gripa, y apoyado por una agresiva campaña publicitaria, el Tylenol llegó en escasos 7 años a dominar el mercado de analgésicos estadinenses cuyas ventas globales se calculan en 1.200 millones de dólares por año-- al lograr una participación del 37%, una cantidad superior a las ventas reunidas de remedios competidores .

UN LOCO O ALGO ASI
Para la policía de Chicago, el sorpresivo incremento de personas envenenadas accidentalmente no dejó de llamar la atención. Sin embargo, fue tan sólo unos días después de que se presentaron los primeros casos que dos miembros del cuerpo de bomberos relacionaron el hecho de que varias víctimas habían ingerido Tylenol antes de morir. Una vez comprobada la hipótesis los acontecimientos se desarrollaron rápidamente. Los medios de comunicación alertaron a las gentes sobre los peligros de consumir el analgésico y en el área del problema se incautaron miles de frascos del producto. La rápida acción de las autoridades impidió que las muertes superaran el número de 7 a finales de la semana: dos frascos que no llegaron a ser comprados contenían dosis suficientes para matar a más de 50 personas. Una vez superado el campo de las especulaciones sobre la contaminación de las píldoras, los investigadores procedieron a trabajar sobre la conjetura más factible: al parecer alguien ("Un loco o algo así...", dijo el jefe del escuadrón investigador) colocó en el mostrador del supermercado donde fueron vendidos, una serie de frascos de cápsulas de Tylenol de la clase extra-fuerte de la que se había removido el contenido de las cápsulas para reemplazarlo por una dosis letal de cianuro de potasio.
Las manos criminales que llevaron a cabo tal labor procuraron que el reemplazo fuera lo menos notorio posible, pues el veneno fue mezclado para imitar el color del verdadero medicamento.

HONDAS REPERCUSIONES
Más allá de la trágica consideración de las muertes mismas, el caso del Tylenol ha preocupado, y de qué manera, a los productores de drogas y a las agencias del gobierno norteamericano. La amenaza de que el día de mañana sea cualquier otro producto vendido en cápsulas la potencial fuente de envenenamiento, implica que van a tener que producirse cambios radicales en las industrias del ramo. La mayoría de las críticas hechas hasta ahora, y en las cuales se basan las demandas que presentaron los familiares de las víctimas y que oscilan entre 10 y 15 millones de dólares, radican en que este tipo de medicamentos son vendidos sin ningún sello protector que impida abrir los frascos sin dejar vestigios, con lo cual queda explícito el camino para que cualquiera vuelva a intentar lo ya ensayado en Chicago. Otras propuestas más audaces se encaminan a buscar un diseño de píldoras en el cual las cápsulas queden herméticamente selladas haciendo imposible reemplazar su contenido. Tales soluciones de costo elevado se plantean a mediano plazo.
No obstante, para los ejecutivos de Johnson y Johnson el problema es más inmediato. El cómo conservar a su producto líder en el mercado es una pregunta que pocos pueden contestar exitosamente. Desde el mismo día de la declaratoria de emergencia la compañía ha tratado de preservar su imagen por todos los medios posibles: el ofrecimiento de 100.000 dólares de recompensa a quien denuncie al envenenador anónimo, se ha unido a la promesa de que quien lo desee podrá enviar por correo sus cápsulas de Tylenol y le serán cambiadas por tabletas. Asimismo, la compañía se comprometió a destruir 22 millones de frascos del producto cuyo costo al detal se estima en 79 millones de dólares.
Sin duda, la historia del Tylenol dejará más marcas en los consumidores que los escándalos relacionados con drogas como la tristemente célebre Talidomida. El comprobar que una de las sociedades más desarrolladas del mundo se encuentra desprotegida a la hora de la verdad, es algo que intranquiliza a muchos. Lamentablemente, lo cierto es que una economía que creció basada en la desconfianza mutua se ve resquebrajada por situaciones como la presente. Tal como decía en la televisión un industrial norteamericano: "El problema del Tylenol nos compromete a todos y créame que ni para industriales ni para consumidores eso es bueno. En absoluto".
Ricárdo A vila, corresponsal de SEMANA en USA