CON GUANTE DE SEDA

Un grupo de neurólogos inicia una campaña para hacer del boxeo un deporte más seguro.

2 de julio de 1990

Cada golpe conectado certera mente en la cabeza del oponente hace poner de pie a los fanáticos que gritan con entusiasmo. El boxeador golpeado cae aturdido a la lona. Sólo los neurólogos saben que el golpe produce un pequeño sangramiento en el cerebro y unas pocas células se deterioran y mueren. Esta escena que se repite constante mente en los rings ha enfrentado a seguidores y detractores del boxeo. Cada vez son más numerosos los que consideran que es un espectáculo violento, con graves consecuencias para el futuro de quienes se ganan la vida a físicos puños. Y entre ellos figuran la Asociación Médica Americana y la Academia de Neurología que sostienen que el boxeo debe ser prohibido. Su argumento es contundente: no son pocos los boxeadores que han muerto como consecuencia de los golpes o los que han quedado lisiados de por vida o, como el gran Casius Clay, que acaban víctimas del mal de Parkinson.
Conscientes del problema, pero definitivamente no partidarios de la prohibición del boxeo, un grupo de neurólogos del Hospital para Cirugia Especial de Nueva York ha iniciado una campaña para hacer de esta práctica un deporte más seguro. La idea es adelantar investigaciones y aportar supervisión médica. El especialista Barry Jordan, defiende algunas medidas como guantes diseñados para evitar daños en los ojos, la presencia de un médico en el ring para impedir que continúe una pelea en caso de que vea peligro y, sobre todo, la realización periódica de examenes visuales y encefalogramas que permitan detectar oportunamente cualquier lesión, o, si es el caso, ordenar el retiro del boxeador antes de que sea demasiado tarde.
Para los críticos del boxeo ninguna regulación, por draconiana que sea, puede hacer seguro este deporte. Simplemente no hay forma de proteger al cerebro y de prevenir lesiones. Cada año unos pocos mueren, generalmente víctimas de derrame cerebral o coágulos. Pero la mayor preocupación actual versa sobre las lesiones permanentes, que se producen por una larga práctica. Algunas veces, muchos años después de haber abandonado el ring, los boxeadores profesionales se vuelven propensos a una demencia temprana, parecida en sus síntomas al mal de Alzheimer, o a desórdenes del movimiento parecidos al mal de Parkinson, o a problemas de memoria, coordinación motora, el habla e inclusive el pensamiento. Aunque los entusiastas del boxeo discuten las cifras, algunos expertos sostienen que el 80% de los boxeadores retirados muestran signos de daño cerebral y que cualquiera que enfrente mas de 50 peleas resulta con algún impedimento. Un estudio adelantado hace unos años en Inglaterra demostró que el 17% de los boxeadores profesionales retirados presentaba el "síndrome de demencia pugilística~, la forma más extrema de los problemas cerebrales derivados del boxeo.
Lesiones progresivas del ojo, que generalmente pasan inadvertidas en sus primeras etapas, son muy frecuentes. Se calcula que el 58% de los pugilistas profesionales tienen, a largo plazo, lesiones que pueden afectarles la vista. Esto incluye cataratas y rasgamientos de la retina que predisponen a su desprendimiento. Los especialistas estiman que después de 100 encuentros, virtualmente todos los boxeadores presentarán una lesión de la retina. No hay que olvidar que, en 1984, un año después de haber sufrido una lesión en los ojos, Sugar Ray Leonard arriesgó su visión por defender su título por dos millones de dólares. Y Sugar Ray Seales, que fue campeón olímpico antes que Leonard, quedó ciego como consecuencia de un desprendimiento de retina.
Los neurólogos coinciden en que la mayor parte de las lesiones no fatales son ocasionadas por el estrechamiento y desgarramiento de pequeños nervios y vasos en la masa gelatinosa del cerebro, como resultado de los golpes. El cerebro joven tiene abundancia de células nerviosas, así que el daño con frecuencia pasa inadvertido en los primeros años. Pero con el normal desgaste de las neuronas con la edad, posteriormente muchos boxeadores muestran signos de demencia o perdida de coordinación. Aunque ningun neurólogo se atrevería a decir que ser golpeado en la cabeza es bueno, los estudios muestran que hay un período de relativa seguridad. Podría pensarse, en exigir que se mantengan sobre los boxeadores estrictos controles médicos. Con la sofisticada tecnología de hoy, como el test de resonancia magnética que permite detectar aún los más leves daños, los boxeadores tendrían mayor seguridad si se someten periódicamente a chequeos neurológicos y siquiátricos. Sin embargo, Mike Tyson, por ejemplo, no se los ha hecho.
Otro esfuerzo encaminados a la seguridad en el ring, es entrenar a los árbitros y preparadores para que aprendan a reconocer signos de serios problemas neurológicos. Pero los críticos insisten en que aún los tests más refinados no pueden detectar el daño acumulativo que lleva a problemas neurológicos crónicos. Cerebros de boxeadores que parecian normales, después de las autopsias han mostrado lesiones. Por eso los más radicales insisten en que ni siquiera son aceptables los chequeos anuales.
Para el momento en que se pueda detectar la lesión, puede ser demasiado tarde. Quienes insisten en volver seguro el boxeo, aparte de los controles médicos, proponen cambios en el equipo como los cascos de protección y los guantes que obligan a mantener el dedo pulgar pegado a la palma de la mano. Esto ha disminuido dramáticamente el número de cortadas en la cara y lesiones en los ojos. Pero los escépticos aún dudan de que el casco pueda proteger efectivamente contra las lesiones cerebrales.