Aunque parezca difícil de creer, hay personas que no se sienten nada cómodas con las muestras de afecto y, debido a esto, prefieren rechazarlas sin ningún filtro, a veces de manera inconsciente, dejando ver su molestia con un simple gesto o expresión que, enseguida, puede alejar a quien intenta mostrarle su cariño.

No obstante, más allá de ser un acto que refleja frialdad o falta de empatía, puede estar asociado con experiencias personales y factores biológicos o culturales que marcan a cada individuo, según explica la psicología.

La forma en que cada persona responde al contacto también puede estar relacionada con las normas sociales que la rodean y de procesos neurológicos que regulan la percepción del dolor y la seguridad emocional, señala un artículo publicado por el diario La Nación de Argentina.

Por esa razón, comprender estas múltiples dimensiones resulta fundamental para aprender a respetar los límites de cada individuo y promover relaciones más saludables y empáticas, sin necesidad de recurrir a las tradicionales muestras de cariño como lo son los abrazos.

Condiciones como la ansiedad social, depresión o estilos de apego inseguros aumentan la sensibilidad al contacto físico. | Foto: AntonioGuillem

Diversos estudios señalan que el origen de esta conducta puede estar en la infancia, cuando el contacto físico era escaso, negligente o incluso asociado al dolor, —como en hogares donde el afecto no se expresaba con libertad—.

A raíz de esto, el adulto puede desarrollar una tendencia innata a evitar el afecto físico, un patrón que tiene su base en lo que se conoce como apego inseguro, donde la incapacidad de recibir cariño se convierte en una defensa frente a recuerdos o emociones negativas del pasado, explica Tha Daily Star.

Asimismo, la autoestima juega un papel crucial, ya que quienes tienen un estado de ánimo bajo, tienden a sentirse inseguros o dudan de su valía personal, por lo que suelen evitar el contacto físico por considerar que no lo merecen, o por miedo a descubrirse vulnerables ante otro.

Por otro lado, se encuentran las normas sociales sobre la expresión física de afecto, que pueden variar según la cultura, pues mientras que en algunas se valora mucho el contacto físico frecuente, en otras sucede todo lo contrario, optando más por la distancia y respeto al espacio personal.

Vivir en la infancia entornos con falta de apego seguro, abuso o poco contacto físico puede generar rechazo al afecto en la adultez. | Foto: Getty Images/iStockphoto

Otro factor que dificulta aceptar las muestras de cariño es la aversión al control. Según un artículo publicado en Psychology Today, titulado ¿Por qué no puedo dejar entrar el amor?, un estado de ánimo bajo o inseguridad emocional lleva a algunas personas a aislarse y evitar el contacto físico como mecanismo de autoprotección frente a la sensación de vulnerabilidad que esto implica.

Justamente por eso, para las personas que prefieren evitar este tipo de contacto, es complejo crear una relación amorosa que se base en este tipo de muestras de afecto, ya que les aterra la idea de perderse en estos sentimientos y, de algún modo, ser lastimados.

En este sentido, la psicología recalca que el rechazo es un reflejo de la historia personal, influencias culturales, factores biológicos o, incluso, el estado psicológico actual de una persona que dice mucho más de lo que representa esta acción.