Para su debut profesional en Colombia, Daniel Díaz tuvo que esperar hasta el sábado 5 de octubre del año pasado. Ya era mayor de edad: acababa de cumplir 18 años. Nació el 11 de septiembre de 2005. Hoy tiene 19 años.

Lo hizo en grande durante el tradicional concierto de sábado de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, dirigida por su titular, Joachim Gustafsson, en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional, con el desafiante Concierto n.º 1 en mi bemol mayor de Franz Liszt*. Terminó aclamado.

*‘Concierto n.º 1 en mi bemol mayor’ de Franz Liszt

Probablemente, salvo un par de amigos de infancia y su familia, muy pocos entre el público hubieran siquiera oído su nombre.

Llegar a tocar con una orquesta del nivel de la Filarmónica –una de las más importantes de Hispanoamérica– no es asunto sencillo. Sin embargo, ya habían recibido documentos y videos muy elocuentes, especialmente uno de la televisión rusa que registraba su participación en el Concurso Internacional de Jóvenes Pianistas de Nóvgorod 2023, la ciudad natal de Rachmaninov, donde resultó ser uno de los galardonados.

“Cuando recibimos ese material, lo estudiamos y revisamos a fondo con el maestro Gustafsson y con el director filarmónico. Tomamos entonces la decisión de programar su presentación, solo que debíamos esperar a su mayoría de edad; así lo determina la ley”, le declaró David García, director general de la orquesta, a SEMANA.

Díaz ratificó su categoría el pasado sábado 30 de agosto, también con la Filarmónica y Gustafsson, en el Concierto en la menor de Edvard Grieg. Más que aclamado, terminó ovacionado con el auditorio de pie.

Ahora, para llegar a donde está llegando, Daniel Díaz ha recorrido un camino digno de una novela.

Daniel Díaz ovacionado por el público en el Auditorio León de Greiff. | Foto: Kike Barona. Cortesía de la Orquesta Filarmónica de Bogotá

Una infancia y YouTube

“Yo vengo de una familia normal: no éramos ricos, nunca me faltó nada, tampoco hubo de sobra, salvo el total apoyo de mis padres”. Ni en la familia de su padre, Aristóbulo Díaz, matemático, ni en la de su madre, Luz Míriam Padilla, ingeniera de sistemas, había antecedentes musicales. Sin embargo, cuando creyeron que el niño podría tener cierto talento –sin imaginar lo que iba a ocurrir–, lo inscribieron a los 5 años en una academia que practicaba el método Suzuki, donde conoció los rudimentos del piano y el violín. Aunque era factible que lo fuera, nunca se puso sobre el tapete la posibilidad de que se tratara de un niño prodigio. Además, tuvo clases en el Conservatorio de la Universidad Nacional y en la Universidad de los Andes, pero nada que pudiera calificarse de enseñanza sistemática.

Interesante que no haya habido ningún tipo de presión de sus padres: mucho apoyo y libertad de decisión. En cierto momento, ante la evidencia de que el gusto por el piano no decrecía, empezaron a buscar la posibilidad de un colegio en Bogotá en el que el estudio de la música fuera prioritario. Desde luego, eso no existe en el país.

“¿Mis manos?... Casi alcanzo a cubrir 12 notas, pero eso no es importante. Lo importante es la plasticidad para lograr hacer música”.

Nadie contaba con que el niño empezara a aficionarse a ver en YouTube los videos de grandes pianistas: no de Lang Lang o Yuja Wang, sino de figuras de la talla de Grigory Sokolov en el Concurso Chaikovski de 1966 y de grandes pianistas de los últimos 100 años. Daniel, secretamente, empezó a abrigar la ilusión de que, si decidía estudiar profesionalmente el piano, sería en el Conservatorio Chaikovski de Moscú.

Tampoco hubiera imaginado terminar secundado por sus padres. Su madre se comprometió al sostenimiento de la familia, una tía paterna les facilitó un préstamo y, cuando tenía 10 años, padre e hijo se trasladaron a Moscú para presentarse en la Escuela Central de Música, paso previo al Conservatorio. “Ante el jurado toqué obras de Czerny, Glinka y Bach. Mi nivel técnico era muy bajo. Creo que me aceptaron por mis buenos resultados en el examen de solfeo y armonía”. La suerte estaba echada: con su padre se instaló en Moscú en condiciones precarias. “A los seis meses ya hablaba ruso con fluidez”.

Con su primer maestro, Alexéi Viktorovich Komarov, los progresos fueron evidentes. Cuando la visa de su padre expiró, se quedó solo en Moscú. Llegado el momento, pudo presentarse al mítico Conservatorio Chaikovski de Moscú, donde tuvo la inmensa suerte de ser aceptado como discípulo de una de las grandes maestras del Conservatorio, Natalia Trull, medalla de oro del Concurso de Belgrado y medalla de plata del Concurso Chaikovski de 1986.

“Mi maestra dice que aprendo rápido. El futuro no me presiona. Para mí no es importante ser famoso o cosa por el estilo. Sí me interesa llegarle a la gente”, explica el músico. | Foto: Kike Barona. Cortesía de la Orquesta Filarmónica de Bogotá

Gracias a la intervención de Trull, en su vida musical han ocurrido acontecimientos inesperados, como haber debutado el año pasado en la gran Sala del Conservatorio, la misma donde Chaikovski tocó por primera vez su famoso Concierto para piano y orquesta, o donde ocurrió el legendario regreso a Rusia de Vladímir Horowitz. Su maestra ha sido la artífice de su participación en concursos internacionales: primeros lugares en el I Concurso Juvenil Internacional Rachmaninov de la Academia Gnessin de Moscú (2020); Concurso Internacional Yamaha D (2020); primer lugar en el III Concurso-Festival Internacional Hungría-Rusia (2020); Concurso Nacional de Piano Antonina Dimitrievna Lvovoi en Yaroslav, Rusia (2020); Concurso Mark Nikolaevich Zhikov en el Conservatorio Estatal de Moscú (2021); XXVIII Concurso Internacional para Jóvenes Músicos Dmitri Kabalevski, en Samara, Rusia (2022); Premio Especial de la Gobernación de la región de Nóvgorod en el Concurso Internacional de Piano Rachmaninov (2023)*; y ganador del Premio Enrico Pratti en el Concurso Internacional Silvio Bengalli (2025).

*Concurso Internacional de Piano Rachmaninov (2023)

Es decir que cuando se produjo su debut en el León de Greiff, hace un año, lo hizo precedido de una experiencia difícil de igualar para alguien de su edad y prueba de un talento excepcional. No olvidar que se está hablando de quien está en la mitad de sus estudios en el Conservatorio, solo que el suyo, en materia de piano, muy probablemente sea el mejor del mundo, porque es el que preserva en línea directa la tradición de Liszt, que en su momento fue el primer pianista del mundo y supo, por su cuenta, aprender lo mejor del arte de Chopin. Liszt fue alumno de Czerny, el más famoso discípulo de Beethoven, quien, a su vez, se formó en la disciplina de Carl Philipp Emanuel Bach, hijo de Johann Sebastian y desde luego su maestro.

Hace apenas unos meses, el 6 de agosto, en el Teatro Mayor, el público rindió un sentido homenaje a Blanca Uribe, Teresita Gómez y Helvia Mendoza, tres grandes del piano. Cuando todo el mundo se pregunta quién puede ser llamado a sucederlas, Daniel Díaz parece ser el elegido.