Con cerca de 47.623 graduados, 38 programas de pregrado y más de 100 posgrados, la Universidad El Bosque lidera una transformación del sistema educativo colombiano. Este cambio está impulsado por la irrupción de la inteligencia artificial y por el desafío de adaptar la formación docente y los currículos a las nuevas demandas profesionales que marcarán la próxima década.
De acuerdo con la Doctora Marta Montiel Chamorro, Decana de la Facultad de Educación, esta transformación implica romper con el modelo tradicional basado exclusivamente en la transmisión de conocimiento, para incorporar enfoques interdisciplinarios, colaborativos y adaptativos.
La decana destacó los retos que enfrenta el país frente al futuro del aprendizaje y explicó cómo la Universidad avanza en sus planes estratégicos y curriculares para promover programas más inclusivos y pertinentes, orientados a formar docentes capaces de responder a los desafíos del siglo XXI.
En este contexto de transformación impulsado por la IA en el aprendizaje, ¿cómo está integrando la Facultad de Educación de la Universidad El Bosque esta tecnología en sus programas de formación docente para preparar a los futuros educadores?
Marta Montiel Chamorro (M.M.C.): La IA llegó para quedarse y no podemos dejar de lado a nuestros maestros en formación frente a esta realidad. Nuestra responsabilidad es asegurarnos de que aprendan a utilizarla de manera adecuada, porque en la medida en que sepan hacerlo, también podrán transmitir esas competencias de buen uso a sus propios estudiantes llegado el momento.
En la Facultad de Educación trabajamos con la premisa de preparar a los docentes para que integren la IA de forma efectiva en sus procesos de enseñanza y aprendizaje. Los formamos para que le saquen el máximo provecho siempre con un enfoque ético y pedagógico.
¿Y cómo ha sido ese proceso de adaptación dentro del cuerpo docente? ¿De qué manera los profesores también se han transformado frente a la llegada de la inteligencia artificial?
M.M.C.: Como profesores hemos transformado nuestra visión y buscamos reinventarnos. La IA es una herramienta muy útil a la hora de preparar nuestras clases; no la prohibimos, al contrario, promovemos su uso responsable. La usamos como apoyo pedagógico y como un recurso que enriquece la experiencia de enseñanza y el proceso de aprendizaje. La llegada de la IA también nos ha llevado a reflexionar sobre nuestras propias prácticas y a comprender que enseñar hoy implica acompañar en la exploración de nuevas herramientas y formas de pensar.
Más allá de adaptarse a la IA, ¿cómo promueven que los docentes en formación mantengan una actitud de aprendizaje permanente a lo largo de su carrera?
M.M.C.: Uno de nuestros referentes es la taxonomía de Fink sobre el aprendizaje significativo, especialmente su dimensión de “aprender a aprender”, que orienta el trabajo académico en todas las facultades de la Universidad El Bosque. Entendemos que la formación no termina al finalizar los estudios; nuestro compromiso es brindar a los docentes en formación las herramientas para continuar aprendiendo y adaptándose a lo largo de su vida profesional. Sabemos que no se trata de formarlos durante cuatro o cinco años y despedirlos, sino de acompañarlos para que puedan trascender, mantenerse actualizados y seguir construyendo conocimiento. Esa es la esencia de nuestra labor: preparar docentes capaces de aprender siempre.
¿Cuáles son las principales tendencias y transformaciones que han identificado en la educación superior de cara al 2030?
M.M.C.: Hace rato que la educación entró en un proceso imparable de transformación. Nos ha costado hacer ese tránsito como sistema educativo en general. Venimos de un modelo positivista, centrado en la transmisión del conocimiento, y hoy la tendencia se orienta hacia ecosistemas abiertos, colaborativos y sostenibles. Esto implica repensar la forma en que enseñamos y aprendemos. Ya no se trata de tener a los niños, niñas y jóvenes sentados ocho horas al día recibiendo información, sino de desarrollar en ellos competencias humanas, pensamiento crítico y capacidad para desenvolverse en contextos cambiantes.
A partir de esta transformación del modelo educativo, ¿cómo cambia el papel del docente frente a estas nuevas dinámicas y tecnologías como la IA?
M.M.C.: El rol del docente cambia radicalmente. Ya no es el transmisor de contenidos que solía ser, porque para eso existen otras herramientas y oportunidades, ahora, el verdadero desafío es acompañar a cada uno de nuestros estudiantes en la propia construcción del conocimiento y fomentar su desarrollo integral. El profesor debe convertirse en un guía que promueva competencias socioemocionales, digitales y éticas, indispensables en el mundo actual. En este sentido, la innovación y el compromiso social son claves para facilitar experiencias de aprendizaje más personalizadas y significativas.
¿Qué papel juegan la inclusión y la sostenibilidad en esa visión de la educación superior hacia 2030?
M.M.C.: Édgar Morin, el sociólogo francés, dijo en algún momento: “Es necesario aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certeza”.
Pienso que esos archipiélagos de certeza son el compromiso de cada docente para desarrollar en los estudiantes competencias de “aprender a aprender” y de pensamiento crítico teniendo en cuenta las diferencias individuales. En ese sentido, fomentar procesos de inclusión y garantizar la sostenibilidad son fundamentales en la educación superior, pues se debe procurar que cada individuo desarrolle su máximo potencial a partir de sus diferencias, mientras se desarrolla también el respeto por el otro, por el medio ambiente y nuestros ecosistemas. Hacia 2030, la educación tiene que formar ciudadanos capaces de seguir transformando el mundo, y eso implica reimaginar la educación.
Más allá del uso de la IA, ¿qué otros enfoques pedagógicos e innovadores está explorando la Universidad El Bosque para fortalecer los procesos de enseñanza y aprendizaje?
M.M.C.: En todas las facultades, contamos con herramientas para promover el trabajo colaborativo con base en la educación inclusiva, lo que nos permite, no solo tener en cuenta la neurodiversidad, sino trabajar también con personas con discapacidad y talentos excepcionales. Se trata de ser capaces de trabajar y enseñar en entornos diversos y colaborativos. Hoy la educación también debe funcionar como un ecosistema de aprendizaje interdisciplinario, que integre la ciencia y la tecnología, pero sin dejar a un lado las humanidades. Lo que necesitan los estudiantes, entre otras, es desarrollar la capacidad de resolver problemas, y en ese sentido los estamos preparando para que trabajen con flexibilidad. ¿Cómo lo hacemos? Flexibilizando también nuestros currículos creando, por ejemplo, rutas de formación personalizadas con base en la variedad de disciplinas que caracteriza a la Universidad El Bosque.
Usted mencionaba la importancia de la inclusión y la pertinencia. ¿Cómo se materializan estos principios en los programas y proyectos de la Universidad?
M.M.C.: La inclusión y la pertinencia son ejes fundamentales de nuestra propuesta educativa. Queremos que los futuros docentes comprendan la diversidad en todas sus dimensiones y estén preparados para enseñar en contextos heterogéneos.
Esto implica no solo adaptar metodologías, sino también promover una educación más humana, flexible y contextualizada, que responda a las necesidades reales de las comunidades.
¿Qué papel juegan hoy las alianzas nacionales e internacionales como parte de la estrategia de transformación?
M.M.C.: Juegan un papel fundamental, pues no estamos solos y juntos somos más fuertes. Queremos además que nuestros programas salgan del ámbito local y se vuelvan internacionales. No limitarse al entorno local, permite generar apuestas educativas pertinentes a nivel global y permite a los estudiantes ampliar su visión del mundo y diversificar la forma de resolver problemas complejos. Nuestro propósito es que el impacto de nuestros programas trascienda fronteras.
¿Qué programas se destacan en la Universidad que ayudan al proyecto educativo de Colombia?
M.M.C.: No hablaría de un programa o programas en específico. Contamos con una amplia gama de disciplinas desde las cuales se puede hacer investigación en diferentes contextos, responder a necesidades particulares o resolver problemas concretos. Ese es nuestro objetivo: salir al territorio, generar impacto y dejar una huella. Creo que la educación debe transformar vidas. Puede sonar cliché, pero realmente nosotros lo creemos, lo vivimos y nos sentimos muy satisfechos cada vez que sabemos que hicimos una diferencia para alguien.