La visión empresarial ya no puede limitarse a lo local. Viajar, observar y comprender el mundo se han convertido en herramientas estratégicas para liderar, innovar y construir empresas con impacto real en Colombia. No se trata de turismo corporativo ni de acumular millas; se trata de abrir la mente para operar con criterio global en un país que necesita urgentemente líderes que miren lejos para transformar cerca.

Colombia ha avanzado en su integración internacional, pero aún enfrenta un desafío fundamental: la mentalidad empresarial promedio sigue siendo mayoritariamente doméstica. Según datos del Ministerio de Comercio, solo el 17 por ciento de las pequeñas y medianas empresas colombianas exportan. La economía del siglo XXI pertenece a quienes entienden el mundo como una red interconectada. Según el McKinsey Global Institute, el 80 por ciento del crecimiento económico proyectado para la próxima década provendrá de mercados emergentes y de nuevas dinámicas globales de comercio y consumo. Una de las razones es la falta de exposición internacional: la mayoría de los tomadores de decisión no conoce directamente cómo operan los mercados que aspiran a conquistar. Y nadie puede competir en una cancha que no ha pisado.

Viajar abre ventanas que no se pueden sustituir con informes. En los aeropuertos, en las fábricas, en los mercados tradicionales, en las ferias internacionales y en las conversaciones con otros líderes se desvela la realidad empresarial del mundo. Se aprenden reglas no escritas, patrones culturales, estilos de negociación, tendencias de consumo y dinámicas productivas que ningún libro transmite con precisión. Ver el mundo con los propios ojos permite entender lo obvio: competir globalmente exige pensar globalmente.

En ciudades como Shanghái, Estambul, París o Nueva York los negocios se mueven con una velocidad que obliga a quienes lideran a desarrollar una disciplina mental distinta: anticiparse, no reaccionar; innovar, no imitar; construir, no improvisar. Son ecosistemas que entrenan el músculo estratégico. Y cuando alguien regresa a Colombia después de haberlos vivido, vuelve transformado. No con soberbia, sino con perspectiva.

Esa perspectiva es clave para el país. Los líderes que viajan entienden que no basta con producir: hay que entender qué está comprando el mundo, cómo está cambiando la logística global, qué tendencias están moldeando las cadenas de valor y cuáles son las oportunidades en tiempo real. Según la UNCTAD, Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, las cadenas globales de suministro se están reconfigurando a la mayor velocidad en dos décadas. Esa disrupción representa una oportunidad única para países emergentes como Colombia, pero solo para quienes tienen la capacidad de leer el momento.

Viajar también ayuda a romper los sesgos internos. Desde afuera, el país se ve con una claridad distinta. En ferias internacionales, Colombia no es el lugar de problemas recurrentes, sino un territorio fértil con talento creativo, biodiversidad única y productos con enorme potencial. El cacao fino de aroma, las flores, el café especial, los superalimentos, el software y las industrias culturales despiertan admiración real en escenarios donde competimos de ‘tú a tú’. Esa validación externa tiene un poder silencioso, pero transformador: reafirma que el país no es el límite, sino la plataforma.

Además, quienes viajan comprenden el valor profundo de representar a Colombia con responsabilidad. Hacer empresa desde este territorio no es solo un asunto económico: es una responsabilidad civil y social. Cada empresa que crece aquí genera empleo, movilidad social, innovación y desarrollo regional. Cada negocio que se internacionaliza abre una puerta para otra empresa colombiana. Cada líder que representa al país en el exterior se convierte, quiera o no, en un embajador. Esa conciencia solo se despierta cuando se ha sentido el peso y el orgullo, de llevar el nombre de Colombia en una mesa global.

Pero quizás el mayor valor de viajar es la humildad. Ver el mundo revela que siempre habrá alguien más avanzado, más eficiente, más innovador. Esa realidad no intimida; disciplina. Inspira. Obliga a mejorar. Quienes lideran empresas necesitan ese contraste para no caer en la complacencia local ni en la falsa sensación de éxito doméstico. El mundo es grande, complejo y exigente, y compararse con él es la forma más honesta de crecer.

Hoy Colombia necesita más líderes globales: personas que se atrevan a mirar lejos para construir cerca. Que viajen no para tomarse fotos, sino para tomar decisiones. Que regresen con ideas, modelos, alianzas y aprendizajes capaces de transformar sectores completos. Que entiendan que abrir la mente es abrir mercados, y abrir mercados es abrir oportunidades para millones.

Viajar no es un lujo: es una responsabilidad estratégica. Porque cuando quienes lideran ven el mundo con amplitud, construyen un país con profundidad.

María Carolina Angulo, fundadora y CEO de Lök Foods