SEMANA: ¿Hoy cómo recuerda la toma y la retoma del Palacio de Justicia?

HELENA URÁN: La sensación más fuerte es la de confusión, abandono, silencio y miedo.

SEMANA: ¿Cómo hacer memoria en un escenario donde las verdades están en disputa?

H.U.: Hay verdades que son irrefutables. Siempre va a haber negacionistas y revisionistas. Hay verdades que no podemos discutir, como que el M-19 violó el derecho internacional humanitario al secuestrar y tomar rehenes, ni tampoco podemos negar que la fuerza pública reaccionó con exceso y que personas que sobrevivieron fueron sometidas a tortura, desaparición y ejecución.

SEMANA: Hoy, en el escenario público, se justifican esas verdades.

H.U.: Quien no quiera ver eso es negacionista y, por consiguiente, cómplice. Si tú justificas la reacción violenta de la fuerza pública, diciendo que primero entró el M-19, estás siendo cómplice de una serie de crímenes. Y lo mismo al revés. Si tú justificas que el M-19 quería someter al Ejecutivo, a Belisario Betancur, a un juicio político porque un Estado terrorista nos estaba sometiendo, también estás negando la violencia y el secuestro que cometieron ahí.

SEMANA: ¿Cree que los exintegrantes del M-19 le deben verdades a Colombia?

H.U.: Claro que le deben verdades a Colombia. La amnistía fue un acuerdo entre las élites políticas en un momento en el que se creía que la amnistía llevaba a la paz, pero hoy sabemos que para la paz es condición el reconocimiento y la verdad. Eso no se dio en ese momento y eso está teniendo sus efectos hoy. Celebro que se hubieran desmovilizado porque evitamos nuevas violencias. Por otro lado, no les quedaba otra opción, porque en el Palacio de Justicia quedaron derrotados militar y políticamente.

SEMANA: Y la desmovilización les permitió participar en política.

H.U.: La desmovilización les dio la oportunidad de participar en escenarios políticos, y para mí eso está bien. Lo que no está bien es que, hasta el momento, ellos no hayan reconocido sus violencias. Y, más aún, ahora estando en puestos de poder. Muchos de ellos están sentados en mesas de diálogos con otros actores armados, a los que les exigen estándares que para ellos no aplicaron.

Helena Urán habló en SEMANA a propósito de los 40 años de la toma del Palacio de Justicia. | Foto: Guillermo Torres Reina

SEMANA: El presidente Gustavo Petro también ha asumido un papel protagónico 40 años después de la toma y retoma del Palacio de Justicia.

H.U.: El hecho de que el presidente salga con la bandera desde una posición de poder, que nadie lo pueda cuestionar ahí porque nadie tiene la misma plataforma que él; que hagan unos espacios donde hablan de la recuperación de la espada de Bolívar, considerando que ellos tienen la potestad para hacer este tipo de actos y nos están salvando, en un escenario donde solo hay exmilitantes del M-19, o decidir que el sombrero de Pizarro es un símbolo de paz sin hablar de las violencias que cometieron, es una actitud absolutamente negacionista, es una actitud en la que, como digo, quieren reforzar ese relato de héroes; mejor dicho, casi que tenemos que darles las gracias.

SEMANA: ¿Qué sensación le deja la actitud que ha tenido el presidente Petro?

H.U.: En términos democráticos, es muy contraproducente, es muy dañino. Lo que yo entiendo es que busca evitar o suprimir su responsabilidad como actor violento y presentarse como víctimas equiparables. Es cierto que el M-19 tuvo víctimas, porque cuando ellos salen del Palacio de Justicia vivos, después los torturan y los desaparecen. Pero ojo, no son víctimas inocentes. Mientras que mi papá y Manuel Gaona y los demás civiles que estaban adentro, que esos sí defendían el Estado de derecho, sí son víctimas inocentes. No es justo que quieran hacerlos pasar como la misma calidad de víctima.

SEMANA: En un fragmento de su libro usted dice que “las medallas no solo contribuyeron a ocultar los sucesos, sino que también elevaron a sus responsables al estatus de ejemplos a seguir”, refiriéndose a los militares y al Estado. ¿Cuáles son las verdades que ellos deben?

H.U.: Todas, porque el Estado, desde la fuerza pública, ha tenido muy claro la importancia del relato desde el día uno. Fíjate que las actas de los consejos de ministros ya tienen un relato armado, y yo le pregunté a Noemí Sanín, hace cuatro meses: “¿Ustedes cómo hicieron para armar esto sin haber un informe de fondo? ¿Por qué ni siquiera se plantó el exceso de fuerza del otro lado?”. Porque puede ser que fuese muy pronto todavía para hablar de desapariciones, todo eso, pero una democracia no se defiende con cañonazos en un lugar lleno de civiles, eso lo sabe cualquier estudiante de primer semestre de derecho.

SEMANA: Usted habla de un pacto de silencio en el Estado, ¿en qué consiste eso?

H.U.: El pacto de silencio consiste en cómo se han blindado desde diferentes actores. Cuando pasan las sentencias contra Arias Cabrales y Plazas Vega, ¿qué ocurre? Que el Ejecutivo se entromete sin respetar las decisiones de la justicia a blindar a estos militares, con toda la cúpula militar detrás. Una clara demostración de poder del estamento militar, protegiendo este relato de que estos señores fueron unos héroes que querían defender la democracia. Luego está lo de las medallas. Todo eso forma un relato, los desfiles. ¿Cómo vas a condecorar a militares cuando hubo desaparición y tortura?

"Mi papá y Manuel Gaona y los demás civiles que estaban adentro, que esos sí defendían el Estado de derecho, sí son víctimas inocentes". | Foto: Guillermo Torres Reina

SEMANA: ¿Cree que los expresidentes han estado comprometidos en esclarecer la verdad?

H.U.: Si salen a defender a personas que fueron condenadas, donde hay fallos judiciales, y salen a desacreditar a estos administradores de justicia para proteger a una persona que es responsable de crímenes atroces, lo que han hecho es nuevamente dejar y abandonar a las víctimas. Así como en 1985 Belisario Betancur abandonó a los civiles, no le respondió a Reyes Echandía, sigue sucediendo eso hasta hoy con Petro. Se repite el modelo, lo hizo Uribe cuando se puso del lado de un victimario, lo hizo Santos cuando se puso del lado de un victimario y lo hace hoy Petro cuando no reconoce la responsabilidad que tiene en reparar el dolor de las víctimas, reconocer y, más bien, aportar para que se construya memoria. Esto es un trauma colectivo que no hemos podido sanar.

SEMANA: ¿Por eso el título que lleva su libro, Deshacer los nudos?

H.U.: Cuando tú estás con estrés, cuando tú estás triste, cuando estás con rabia, te salen nudos, ¿cierto? ¿Y esos nudos cómo se deshacen? Pues hablando, soltando y dejándolo salir, y así se va reparando también el trauma y uno empieza a entender mucho mejor lo que pasó.

SEMANA: ¿Por qué Colombia no ha podido dar esa discusión?

H.U.: Porque los sectores del poder político no han estado a la altura y no nos han permitido como sociedad que demos ese paso. Mi propuesta es, desde la sociedad civil, hagámoslo nosotros, no tenemos que esperar a que los poderosos lo hagan, ni de un lado ni del otro.

"Pero el miedo no puede ser una excusa para no entender el deber que tenemos como sociedad". | Foto: Guillermo Torres Reina

SEMANA: Los espacios también sirven para construir memoria y en su libro plasma lo que ocurrió en la Casa del Florero, y critica que no se ha puesto la lupa sobre ese sitio, ¿por qué?

H.U.: Cuando hablamos del Palacio de Justicia, nos limitamos a la edificación que albergaba las altas cortes y ha pasado de agache lo que sucedió en la Casa del Florero, que era el centro de operaciones. Ahí llegaban los rehenes que hemos visto muchas veces saliendo, llegaban a la Casa del Florero y desde ahí inteligencia definía quiénes eran sospechosos, los subían al segundo piso y ahí empezaban los interrogatorios. Y desde ahí determinaban a qué batallón militar eran remitidos. Algunos de ellos salieron vivos y nunca volvieron a aparecer. Es como un circuito que es parte de esa masacre y que nunca entra en el relato. Y ahí entonces hablo de la Casa del Florero, Medicina Legal. ¿Qué pasó dentro de Medicina Legal? Cuando yo hablo con patólogos de 1985 sobre los hechos, dos personas me dijeron que eso estaba lleno de militares, que se llevaron cuerpos, que sí sucedieron cosas muy extrañas, pero cuando les digo que lo cuenten públicamente, no lo quieren hacer. Y ahí es donde yo digo: ¿pero no se dan cuenta el deber que tienen en construir país?

SEMANA: ¿A qué se debe ese silencio?

H.U.: Muchos se escudan en el miedo, pero el miedo no puede ser una excusa para no entender el deber que tenemos como sociedad. De manera que el silencio los vuelve cómplices. Lo mismo que le decía el general Guillermo León (presidente de Acore): si ustedes rechazan las violencias cometidas por personas dentro de la institución que abusaron del uniforme, ustedes se desmarcan de ahí, y la institución crece moralmente, se dignifica y genera más cercanía con la sociedad civil. Si ustedes no lo hacen, ustedes avalan ese tipo de crímenes. Y eso no puede ser. Nosotros a quien más tenemos que reclamar es a la fuerza pública. ¿A los terroristas qué les vamos a reclamar? Son terroristas.

SEMANA: ¿Por qué es difícil hacer eso en Colombia?

H.U.: Porque tenemos como un tabú en cuanto a mirar de frente, a mirarnos en el espejo y mirarnos hacia adentro, y darnos cuenta de que hay cosas que se han hecho muy mal y a partir de ahora poderlas hacer de otra manera. Y no digo que sean contra la fuerza pública; de hecho, debe ser con ellos. Yo por eso hablo con todos. Sí. Hay gente que le molesta, yo sé que me vuelvo incómoda, yo soy incómoda para la fuerza pública y para el M-19.