La semana antepasada se llevó a cabo una fastuosa comida en la Embajada de España en la que participó lo más granado, la crema y nata de la mamertería local.
La elegantísima cena giró en torno a José Luis Rodríguez Zapatero, el expresidente español que, si bien en el pasado era recordado por su incompetencia como gobernante, hoy se le conoce más como el ‘hada madrina’ de Maduro.
En la Embajada, en venia a las inclinaciones ideológicas de la mayoría de los huéspedes, les esperaba a la llegada Bloody Mary’s y Aperoles.
Sentados en la mesa, a los zurdos comensales se sirvió un gazpacho seguido por ‘pargos rojos’ con piquillos ídem. A continuación, varios postres y manjares de frutos, naturalmente rojos. Todo roseado, por supuesto, por finos vinos tintos de Rioja y de Ribera del Duero (haber servido blancos hubiera podido incomodar a los asistentes).
La única nota discordante al final de tan distinguido y ameno evento fue la sugerencia de la senadora del “Pacto Histórico” Gloria Flórez de cantar La Internacional.
Y si bien en el ágape no estaban todos los que son (Bonilla y Velasco faltaron, asumo yo por tener ya un pie en la cárcel), aparte de dos de las cabezas visibles del principal partido político de Colombia, el “neoportunismo”, también hizo presencia un sagaz y astuto negociante catalán, que, sin ser mamerto, es de las entrañas profundas del poder.
Don Manuel Grau, que no abandona su tenebroso sombrero negro que le recuerdan a uno los chulavitas en la época de la violencia (delincuentes originarios de Chulavita en Boyacá, donde era común el uso de sombreros de fieltro negro de ala media o ancha).
El catalán es un advertido operador, un día actuando como directivo de CISA y simultáneamente haciendo negocios con la misma entidad, y otro transportando varias maletas a Estocolmo llenas de finísimas prendas femeninas. Gracias a Dios, a don Manuel no lo detuvieron en las aduanas, ya que hubieran podido suponer que era un travesti.
Regresando al homenajeado, el apodo Bambi aplicado a José Luis Rodríguez Zapatero se atribuye a Eduardo Zapalana, en su día portavoz del Partido Popular en el Congreso.
Comparar a Zapatero con el personaje de Disney buscaba enfatizar que era un político “tierno”, “inexperto” y “demasiado blando” para los retos del gobierno. Blandengue e ingenuo (otros dirían pusilánime y anodino), Bambi, hoy, en toda reunión que se le invite, tajantemente afirma que con Maduro y Diosdado, el diálogo es el único camino.
Y si bien Bambi está convencido de que, si insiste lo suficiente, Maduro y Diosdado despertarán un día con ganas de acatar la separación de poderes, liberar presos políticos y respetar la oposición, hasta ahora los resultados son nulos.
Para Maduro y Diosdado, como recientemente lo señalaba un agudo analista, Bambi es una mascota geopolítica: no molesta, sirve para distraer a la audiencia internacional y luce divinamente en las fotos.
Bambi no es muy bien visto por las anteriores cabezas del PSOE: en varias ocasiones, el expresidente Felipe González ha afirmado que la promesa de Bambi de “aprobar el Estatut que salga del Parlament” fue “un error histórico” y “un disparate político que abrió una crisis institucional enorme”. El exvicepresidente Alfonso Guerra calificó la postura de Bambi con crudeza: “Zapatero abrió un melón que no sabía ni cómo cerrar”.
Pero el hecho es que, si bien hay muchos tanto en España como en el continente que se dan cuenta de la abismal irrelevancia de Bambi, para buena parte de los zurdos el expresidente sigue siendo el ‘perejil’ que no debe faltar en ninguna comida.