Sara Morales, vocera de la Corporación Rosa Blanca, habló con El Debate, de SEMANA y se refirió al escándalo suscitado por el informe revelado por esta casa, según el cual, la Unidad para las Víctimas terminó convertido en un fortín político en el que se contrata a dedo y se gastan multimillonarios fondos a placer.
En el marco de dicho debate, Morales —vocera de la organización que representa a mujeres que han sido víctimas de diversas maneras del conflicto armado colombiano y abusos contra menores en las extintas FARC— se acordó de lo dicho por el presidente, Gustavo Petro.
“Una mujer libre hace lo que se le dé la gana con su clítoris y con su cerebro, y si sabe acompasarlo, pues será una gran mujer. Dicen que no hable yo de eso, entonces hablo del hombre”, manifestó Petro el 15 de septiembre pasado durante su consejo de ministros, al que acudieron hombres y mujeres de su gabinete. Nadie replicó su comentario.
En dicho consejo de ministros también se refirió a las críticas por el abrazo que le dio a Gloria Miranda, directora del programa de Sustitución de Cultivos Ilícitos, hoy blanco de críticas por su gestión tras la descertificación de Estados Unidos.
“Ahora ya no puedo hablar de las ministras porque me levantan las feministas. Abrazar ahora es misoginia”, dijo Petro. “Misoginia es que le tienen asco a la mujer, pero yo no le tengo asco, lo contrario”, agregó.
“Ser feminista de derecha no es ser feminista”, aseguró, al indicar que a esas feministas únicamente les interesan las mujeres en el poder, pero no las mujeres pobres, ni los hombres que se sienten mujeres.
Bajo ese contexto, Morales sí condenó lo dicho por Petro, contrario a lo que hizo su equipo de gobierno, que mantuvo silencio durante el consejo de ministros, cuando el mandatario pronunció tal frase.
“Yo sí tengo muchas cosas que decirle a Gustavo Petro y es, primero, no nos utilice. Usted, señor Petro, usted nos ha hecho un daño inmenso a las víctimas del país. Hemos sentido el desprecio por parte suya hacia nosotras”, aseguró inicialmente.
“Yo creo que aquí, más que hablarle a Petro, es hablarle al Congreso de la República y es a que todos los senadores se comprometan con las víctimas, no solo en campaña, sino desde allá, cuando ya tengan sus cargos, trabajar por las víctimas, no dejarnos en el olvido, no solo acordarse de nosotras cuando nos necesiten”, agregó.
“Nosotras tenemos sentimientos, tenemos anhelos con nuestros hijos, tenemos ganas de seguir viviendo en un país tan bello como el nuestro, que nos garanticen que no va a haber repetición, porque yo tengo que serle muy clara y, como le dije en un principio, si es por Petro, en Colombia no va a haber paz. Si es por Petro, las víctimas del conflicto no vamos a ser respetadas. Así como ha irrespetado a las mujeres de este país, así como nos dice que hay que pensar, utilizar el cerebro y el clítoris, como hace poco nos faltó el respeto. Yo creo que esas son las cosas que no se tienen que hacer en este país", aseveró Morales.
“Yo creo que el Congreso y todos los políticos que de verdad quieren a Colombia, que de verdad queremos la democracia, que de verdad queremos que en nuestro país se ondeen las banderas de justicia, de garantía para las víctimas, no para los victimarios, como en este momento la hay, debemos abocarnos a las calles y demostrarle a Petro que Colombia no está de acuerdo con su gobierno, que Colombia se respeta y que las víctimas de este país se respetan”, acentuó.
En una entrevista previa con SEMANA, Morales recordó por qué es víctima del conflicto en Colombia. “Cinco días después de ser reclutada, sufrí la primera violación sexual. El bloque donde yo estaba lo dirigía Pastor Alape y denuncié la violencia que venía viviendo por parte de uno de los comandantes. Fui burla de toda la guerrillerada. Después de haber pasado eso, en la clausura me pusieron a bailar con la persona que me violentaba sexualmente”.
“Era una niña de Barrancabermeja. Fui reclutada a los 11 años a la vuelta de mi casa, mientras compraba un desayuno para mi colegio. Al día siguiente, en la madrugada, nos llevaron a la orilla del río Magdalena, nos llevaron río arriba, hasta que entramos a la ribera de Cimitarra, una zona donde ellos siempre han mantenido campamentos. Pastor Alape, el comandante que nos recibió, nos dio la bienvenida. Yo soy una mujer que, desde que llegué siendo niña, he tenido ese espíritu de no dejarme dominar. Cuando nos dieron la bienvenida, lo primero que dije fue: ¿quién le dijo que yo quería ser guerrillera? De ahí nos llevaron a un campamento donde trasladaron a las personas nuevas para los entrenamientos. Hay maltrato y matan a los niños porque se quieren ir para la casa, porque se desmoralizan, porque se vuelan del campamento. Estamos hablando de niños de edades de 11, 12 o 13 años”, narró.
“Sufrí violencia sexual y física por parte de los comandantes. Quedé embarazada producto de esa violencia, pude tener a mis hijos. Inicialmente, me permitieron tener a mi hija. Luego nació mi segundo hijo y empecé a sentirme humana por tenerlos, porque allá uno pierde hasta el amor propio. Se vuelve una máquina que está a disposición de lo que ellos ordenen, porque, si no, es tu vida la que corre riesgo. Fueron 11 años de tortura”.