Pedir perdón es una de las habilidades sociales más valoradas en cualquier entorno, desde lo familiar hasta lo profesional. Sin embargo, no todas las personas son capaces de hacerlo con facilidad. Mientras que algunos lo consideran un acto de humildad y empatía, para otros significa una amenaza directa a su autoestima o imagen.

La incapacidad de disculparse no solo dificulta la reparación de vínculos, sino que también revela aspectos profundos del comportamiento humano.

En ese contexto, de acuerdo con un análisis arrojado por la inteligencia artificial (IA), especialmente el chatbot de ChatGPT, es posible comprender qué hay detrás de quienes se resisten a decir “lo siento”, incluso cuando el error es evidente.

Una de las razones más frecuentes que impide a las personas disculparse es el temor a mostrarse vulnerables. Pedir perdón implica reconocer una falla, lo que en algunos casos puede sentirse como una pérdida de poder o estatus ante los demás. Este miedo es más pronunciado en personas con baja autoestima o inseguridades profundas, quienes perciben el error como una amenaza a su valor personal.

La inteligencia artificial, al analizar millones de conversaciones y comportamientos humanos a través de bases de datos en redes sociales, chats y literatura psicológica, ha identificado un patrón común: las personas que evitan disculparse suelen mostrar altos niveles de defensividad y tendencia al autoengaño. Para ellas, admitir un error puede desencadenar emociones incómodas como la culpa, la vergüenza o el arrepentimiento, que muchas veces no saben gestionar.

Mientras que algunos lo consideran un acto de humildad y empatía, para otros significa una amenaza directa a su autoestima o imagen. | Foto: Getty Images

En contextos de crianza, por ejemplo, los niños que han sido castigados de forma excesiva al cometer errores pueden crecer con un profundo temor a equivocarse. En la adultez, esto se traduce en una resistencia a pedir disculpas, ya que reconocer un fallo evoca sensaciones antiguas de dolor o humillación.

Otro factor determinante es el ego. Algunas personas consideran que disculparse equivale a rendirse o ceder el control, especialmente en contextos competitivos o de poder. Este comportamiento se observa con frecuencia en líderes autoritarios, figuras públicas o personas con rasgos narcisistas, quienes anteponen su imagen y reputación a la honestidad emocional.

El contexto moldea el comportamiento, reforzando la idea de que pedir perdón no es deseable ni necesario.

Según análisis de IA aplicados al campo de la psicología del liderazgo, se ha encontrado que quienes poseen una autoestima inflada —no necesariamente saludable— tienen mayores dificultades para reconocer errores.

Para ellos, pedir perdón no es una reconciliación, sino una pérdida de prestigio. La inteligencia artificial ha categorizado este tipo de comportamiento como parte de una “autoimagen idealizada”, que busca mantenerse intacta a toda costa, incluso a expensas de las relaciones interpersonales.

Además, algunos estudios muestran que el entorno cultural también influye. En sociedades donde se exalta el orgullo y la fortaleza emocional como signos de éxito, el acto de disculparse puede verse como un signo de debilidad. En estos casos, el contexto moldea el comportamiento, reforzando la idea de que pedir perdón no es deseable ni necesario.

En ciertos casos, la dificultad para disculparse proviene de una limitada capacidad para comprender el impacto emocional de las acciones propias sobre los demás. La falta de empatía impide ver el daño causado, por lo que la disculpa simplemente no aparece como una opción lógica o necesaria.

*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de SEMANA.