Hace 23 años de fundó el Gimnasio de los LLanos. | Foto: iStock

COLEGIOS

Educación para compartir y emprender: la filosofía del Gimnasio de los Llanos

Para esta institución educativa, ubicada en Yopal, Casanare, la presencialidad y compañía amorosa de los maestros es insustituible.

21 de junio de 2020

E l coronavirus no trajo nada nuevo. Desnudó lo que había. Hizo aún más visible nuestra inveterada inequidad. En todo. Pero en especial, en los sistemas públicos de salud y de educación. Alguien lo resumió de un plumazo: la tempestad es la misma pero no todos vamos en el mismo barco. Y es así. Y lo que nos compete como educadores no tiene que ver solamente con que de la noche a la mañana se cerraron las sedes educativas de todo el sistema, sino que el sistema quedó expuesto a su evidente desconexión. La interna y la externa. Como el de salud. Desde hace décadas se ha insistido en transformar el sistema educativo desde adentro. La Ley General nos dio las claves para hacerlo. Y algo hemos avanzado. Sin embargo, seguimos con patrones muy fuertes de evaluación cuantitativa, de memorización excesiva, de impertinencia curricular, de odiosas asimetrías institucionales. 

Y hacia fuera el panorama no es menos sombrío. Hace años sabemos que con un computador estándar, un estudiante puede darse un paseo por el mundo entero y encontrar lo que quiera, desde un buen concierto, o conocer cualquier museo, o aprender idiomas, o matemáticas o arte; hasta asistir a cientos de tutoriales sobre las más diversas cosas, en lo posible con ayuda y orientación de sus maestros. O sin ellas. En todo caso, lo primero es contar con corriente eléctrica, el dispositivo y una red. A pesar de los avances, se calcula que en el sector oficial de educación uno de cada dos estudiantes está desconectado. Literalmente. Sin la red, sin el computador, y en muchos casos, sin la corriente eléctrica. Por eso el virus no hizo nada distinto a correr el telón.

El Gimnasio de los Llanos se fundó hace 23 años pensando en esa inequidad. En Yopal, cruce de caminos de la Orinoquía colombiana. Esa fue la razón de su origen. Y ha ido logrando, poco a poco, que sus cohortes tengan un alto sentido de responsabilidad social. Gente comprometida con su país. Eso parece un eslogan. Y puede que lo sea. Pero nos queremos alejar de él por una razón, porque sabemos que ni los actos de filantropía por más encomiables que sean, ni los de la caridad por más bien intencionados que estén, pueden tomar el papel del Estado como principal responsable de la equidad social. Por ese camino no vamos a resolver nunca los problemas de base que nos aquejan. A fuerza de compasión, piedad o misericordia no vamos a llegar muy lejos. Y la pandemia nos volvió a mostrar que los mercados no se regulan solos como nos lo han dicho tantas veces. Al contrario. El Estado es más indispensable que nunca. El Estado y todos sus asociados, es decir, los ciudadanos por los cuales y para los cuales existe.

En el Gimnasio de los Llanos el coronavirus nos ha mostrado que estamos bien encaminados. Pero es preciso acelerar el paso. Y no temerles a sistemas más flexibles e innovadores de educación que consulten verdaderamente las motivaciones personales de los estudiantes y las necesidades reales de los entornos. No se trata de entregarse a la escuela sin escuela, como predican algunos su nuevo catecismo. El acto de presencia y la compañía amorosa y orientadora del maestro son, a nuestro juicio, insustituibles. Educación para emprender antes que para triunfar, educación para compartir antes que para sobresalir. Podría tratarse de otro eslogan. Lo sabemos. Nos encargaremos que al regreso de todo esto, cuando volvamos a estar cerca los unos de los otros, no sea así.

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