El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, cerró los puertos de su país para evitar el acceso de las embarcaciones que rescataban migrantes en las costas cercanas. | Foto: AFP

INTERNACIONAL

¿Por qué Europa no es ejemplo para América Latina en crisis migratorias?

La Unión Europea (UE) no ha logrado darle un manejo adecuado a la crisis migratoria que enfrenta desde 2015. En Alemania la xenofobia aumenta, desde Hungría se quejan de las fallidas políticas de la región, e Italia no es amiga de los migrantes. Aquí debemos aprender de esos errores.

Carol Guerrero*
20 de septiembre de 2018

En 2015 Europa registró la mayor afluencia de migrantes desde la Segunda Guerra Mundial. Según las cifras de la Organización Internacional para las migraciones (OIM), en ese año más de 1 millón de personas llegaron al Viejo Continente huyendo principalmente del conflicto en Siria, de la brutalidad del autodenominado Estado Islámico en Irak, y de la violencia en Afganistán y Pakistán.

Esta llegada masiva de ciudadanos –provenientes también de países africanos–, dejó al descubierto una realidad que hoy continúa provocando divisiones en Alemania y en la región. La Unión Europea no estaba preparada para acoger a los migrantes que a diario arriesgaban sus vidas para cruzar la frontera. Además, no todos los países estaban dispuestos a recibirlos.

“Wir schaffen das!” (“¡Podemos lograrlo!”). Esta fue la optimista y popular frase que la canciller alemana Angela Merkel pronunció el 31 de agosto de 2015 en una conferencia de prensa en Berlín. Con ella intentaba apaciguar los reproches que le hacían por mantener su controvertida política de puertas abiertas. Pero nada calmó los ánimos. Su férrea defensa a esta política continúa pasándole factura dentro y fuera de su país.

Como si fuera poco, el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AFD), hizo su entrada triunfal en el Bundestag (el Parlamento alemán) como la tercera fuerza más votada, tras una efectiva campaña cargada de discursos xenófobos. En las últimas semanas el rechazo a los migrantes se ha hecho sentir más en las calles de las localidades del este de Alemania, como Chemnitz o Köthen, donde la muerte de ciudadanos alemanes, presuntamente a manos de inmigrantes, ha provocado la ira de los neonazis, quienes han salido a la caza de los extranjeros.

En el resto de Europa el panorama no ha sido mejor. Desde 2015, el gobierno húngaro, encabezado por el primer ministro Viktor Orbán, se ha convertido en uno de los mayores detractores de la política migratoria de Berlín y Bruselas. Desde julio de este año, el mandatario cuenta con un nuevo y poderoso aliado: Italia.

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Esta nación mediterránea fue la que registró más entradas de inmigrantes ilegales por vía marítima a la Unión Europea en 2017. Con la llegada del primer ministro, Giuseppe Conte, la situación cambió de forma sustancial. Los puertos de Italia evitaron el acceso de las embarcaciones que rescataban migrantes frente a sus costas. Este país bloqueó la entrega de 3.000 millones de euros que le haría Bruselas a Turquía para contener a los inmigrantes, tras alegar que ese dinero debería destinarse para luchar contra las mafias que trafican con migrantes ilegales en Libia.

En este caótico e incierto contexto, ¿puede el Viejo Continente dar lecciones en materia migratoria a países como Colombia? Como lo explica Ramón Jáuregui, eurodiputado por el Partido Socialista Obrero Español y presidente de la Delegación Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (DLAT), “es tan grande las disparidad entre las características de Europa y sus países fronterizos, con las particularidades de Venezuela, que difícilmente podrían trasplantarse las políticas migratorias europeas al caso venezolano”.

A este lado del Atlántico las políticas comunes obligan a un acuerdo mayoritario, mientras que los Estados latinoamericanos deben hacer frente a la situación en solitario. Sin embargo, ante la magnitud del problema, una respuesta en solitario sería insuficiente y catastrófica.

De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), una acción regional amplia, predecible y armonizada de las necesidades de los refugiados y migrantes venezolanos, permitirá una salida a la crisis. Así lo expresa desde Ginebra su portavoz, William Spindler, quien considera necesarias las campañas de sensibilización para impedir que la xenofobia gane terreno.

Una posición similar comparte la eurodiputada Beatriz Becerra, vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, al hacer un llamado a “no permitir que la xenofobia avance”. La funcionaria advierte que “América Latina debe actuar de forma coordinada, con un plan conjunto y sin dejar a los países fronterizos solos con la carga. Esto provocará tensiones en la región”. Aunque la Unión Europea no pueda dar lecciones, al menos es posible aprender de sus errores.

* Periodista y presentadora de Deutsche Welle.