"Creo que Dios tiene un propósito con el lugar donde uno nace, siento que necesito contarle al mundo sobre este lugar". Adriana Lucía | Foto: Pilar Mejía

MÚSICA

Porrock: La palabra que inventaron Adriana Lucía y Carlos Vives para darle nombre a un sonido caribeño

En entrevista con SEMANA, la cantante de El Carito nos cuenta por qué está tan apegada a sus raíces y cómo ha logrado dar a conocer esta tierra al mundo.

Daniela Puerta*
9 de mayo de 2018

SEMANA: ¿Cómo es su relación con Montería?

ADRIANA LUCÍA: Montería es lo que alguna vez soñamos que fuera, y mi relación con ella, una especie de sueño cumplido. Desde que te bajas del avión huele a caliente, huele a Montería; es maravilloso. Es una relación amorosa, de identidad porque allá estudié música y tuve clases de gimnasia olímpica. Mi hijo ama esta ciudad, uno de mis lugares favoritos en el planeta.

SEMANA: ¿Alguna canción que le recuerde a Montería o El Carito, su tierra?

A.L.: Porro bonito. La compuso mi papá cuando yo tenía 8 años. Es una descripción exacta de lo que es para mí Córdoba. Y Puedo ser es Montería, no puedo cantarla sin pensar en Montería. Es lo que sucede cuando te conectas con este tipo de lugares verdes, que tienen río. Ese río es el que hace que la gente sea como es, porque lleva y trae cosas, tienes que pasar de un lado al otro, lo que no es un detalle menor: eso quiere decir intercambio de cultura, instrumentos que fueron y vinieron, tiene que ver con el fluir del agua. Así es tu corazón: la vida la entiendes como el río, como un lugar que lleva y trae cosas.

SEMANA: Siempre ha estado muy apegada a sus raíces. ¿Por qué?

A.L.: Nací en una casa donde me enseñaron a amar lo que soy. Creo que Dios tiene un propósito con el lugar donde uno nace, siento que necesito contarle al mundo sobre este lugar. Yo escogí vivir en Bogotá y esta ciudad me dio la oportunidad de ver a Córdoba desde otro ángulo; la distancia me trajo más amor por lo que soy. Le llamo la ‘teoría de la yuca’, cuando yo estaba allá, nunca quería comer yuca, y cuando me vine a vivir aquí, decía: “¡Ay, qué rico un pedazo de yuca!”. La música que hago se parece a Córdoba.

SEMANA: Su hermana también es cantante. ¿De dónde surgió su gusto por la música?

A.L.: Le debemos la profesión al lugar donde nacimos. Mi papá es músico, mucha parte de la familia de mi mamá también. Nos criamos entre pitos y tambores, entre gaitas, bandas, clarinetes y mapalé. Nunca tuve un plan B. Además, siempre he tenido el respaldo de mi familia; a mi papá no lo dejaron dedicarse a la música, no era bien visto en esa época, pero él nos hizo ver esto como algo serio, disciplina al ciento por ciento, con clases y horarios.

SEMANA: ¿Cómo surgió la idea de ‘porrock’?

A.L.: Representa a Bogotá y a Córdoba, es la unión de los dos mundos, una palabra que creamos con Carlos Vives para llamar a un porro que no era tradicional, sino con su toque rock. Una base rítmica, con un círculo armónico que se repite sobre el cual se improvisa, eso es el porro. Pero queríamos mostrar algo mucho más actual, que los ‘pelaos’ se interesaran por nuestra música. Es lo folclórico conviviendo con lo moderno.

SEMANA: La nominaron en la más reciente edición de los Latin Grammy por el trabajo ‘Porrock’. ¿En qué se diferencia este álbum de sus otras producciones?

A.L.: Los premios son maravillosos, los disfruto y quiero más, pero no es el propósito principal al hacer un álbum. Siento que este tiene determinación. Siempre en mis trabajos hay algo experimental, pero en Porrock hay una decisión de que esto era lo nuestro. Al principio me negué a que se llamara así porque era una palabra que usábamos para mamar gallo, pero es que resume un sonido. Este álbum transmite una sensación de que no da miedo arriesgarse, mandar un mensaje al futuro.

SEMANA: ¿Con qué fin realizó la película documental ‘Porro hecho en Colombia’?

A.L.: Yo contaba que era de una tierra donde la gente les cantaba a las vacas para arriar el ganado y sobre el fandango con la vela en la cabeza, pero no había documentación. Entonces tuve la necesidad de mostrárselo al mundo y de dejarlo registrado. Ciro Guerra es mi asesor y fue él quien me mandó al mundo de la dirección. En mis planes solo estaba la investigación, en la que duré ocho años yendo de pueblo en pueblo; pensaba que saldría un libro, pero terminó en película. Me reté y lo hicimos. Estrenamos en el FICCI, fuimos a Nueva York y nos ganamos el premio a Película del Público; está en la maleta de cine de la Cancillería y cada semana rueda en un sitio distinto.

SEMANA: En 2017 cumplió 20 años de vida artística. ¿Qué ha cambiado y qué sigue igual?

A.L.: El otro día vi una entrevista de cuando tenía 14 años, y me sorprendieron las cosas que digo ahí y que hoy las sigo pensando, cosas que quería hacer y ya logré. He sido muy coherente, eso me enorgullece. También me he desviado, por supuesto, pero se mantiene lo apasionada e intensa que soy. Poco ha cambiado… de pronto que ahora soy más consciente de lo que quiero decir, tengo menos miedos, cada vez me importa menos el qué dirán.

SEMANA: ¿Cuál es el mayor reto al preservar la cultura a través de la música?

A.L.: Enseñarle a la gente que todo se comparte con amor y ejemplo, hacerle entender a un papá que a su hijo no le gustará la música de sus raíces si no la ha oído en casa. Es la única manera de que esto no muera y no sea visto como una pieza de museo. Es tarea difícil porque ahora la gente decide qué oír, no como antes, que uno oía lo que ponían en la casa, que me parece muy bien, porque uno debería educar el oído de sus hijos.

*Coordinadora editorial de Especiales Regionales de SEMANA.